+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”. (Mc 13, 33-37)
“No nos avisaron”
Otra vez vinieron las aguas, otra vez se desgajaron los cerros y nuevamente la desgracia, la inconformidad y los reclamos. “Si nos hubieran avisado a tiempo… si hubiéramos construido los retenes… si no nos hubiéramos puesto donde pasa el río… pero la culpa la tienen las autoridades…”. Y si escuchamos por el lado de las autoridades, también se presentan mil acusaciones y disculpas… “No llegó el dinero a tiempo, no nos alcanzó el presupuesto… no estábamos preparados para tal desastre… no quisieron salirse de los lugares de peligro…”. Lo cierto es que después del primer desastre no hubo el suficiente seguimiento, cada quien se dedicó por su propia cuenta a salir adelante y nunca se pensó en lo que podría ocurrir con nuevas tormentas, ahora queda una larga lista de hipotéticos “si hubiéramos…”.
“Ya viene el Señor”
Es el primer domingo de Adviento. Nos lanza a prepararnos y estar atentos a la venida del Hijo del Hombre. En esta primera etapa hay un doble juego que nos impulsa a prepararnos tanto para el último día, el día del juicio final, como para la venida de Jesús, Mesías, que viene a salvarnos. Tanto en la Encarnación como la Parusía, el Dios que nos ama y esperamos es un Dios sorprendente. Sorprendente porque no es ocasional ni episódico, sino es el “Dios con nosotros” que quiere estar en medio de nosotros, en el centro de nuestra existencia. Sorprendente porque puede llegar en cualquier momento: “al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada”. Sorprendente porque para acogerlo hay que vivir el hoy en plenitud. Sorprendente porque nos invita a discernir los signos de los tiempos, a andar por caminos de justicia. Sorprendente porque no viene ante todo a exigir, sino a dar, pues por Él “hemos sido enriquecidos en todo”.
“Tiempo de esperanza”
El Adviento es un tiempo de esperanza, de un dinamismo interior muy profundo que se desarrolla entre la expectación y la vigilancia, de búsqueda y movimiento. Un llamado a superar la apatía, el estancamiento, la pasividad o la indiferencia. El pequeño ejemplo que nos ofrece el evangelio de este día es la última parte de las enseñanzas que ofrece Jesús a sus discípulos. Y esta última palabra de Jesús es una invitación a la esperanza y a una paciencia activa, pues con su venida al mundo, muerte y resurrección, han llegado los últimos tiempos. El desconocimiento del cuándo futuro no puede hacer disminuir la importancia del presente. En resumidas cuentas, lo que se necesita es despertar a los hombres, pues cada momento, cada instante, puede ser tiempo de Dios (Kairós) y no solamente tiempo mundano (Kronos). Es precisamente la espera del “momento” final (Kairós) la que otorga este carácter divino-humano a la historia concreta de cada hombre. Así que tarea del creyente es avivar la esperanza a la luz del futuro definitivo.
¡Alerta!
No se puede estar atentos al tiempo de Dios en la inconsciencia, no se puede ser fiel a un Dios sorprendente ¡estando dormidos! Hay que estar alerta. No podemos delegar a nadie este encargo de vigilar y trabajar. Hay que estar siempre con el corazón abierto para recibirlo. Somnoliento, adormilado, el cristiano no se da cuenta de nada, llega la tormenta, destruye su casa y patrimonio, causa enormes daños, y él sólo acierta a decir ‘¿por qué no me avisaron a tiempo?’¿Por qué estamos desprevenidos?... La violencia, la inseguridad, los robos y secuestros nos angustian y mortifican, no estamos preparados para enfrentarlos, por todos lados nos invaden, a nosotros que vivíamos tan seguros, que descuidamos la educación para conseguir unos pesos más, la ambición de los bienes terrenos ha agotado nuestro interés y nuestro tiempo. Han vulnerado nuestra casa y nuestras personas y ahora nos sentimos indefensos. ¿Cómo hacer para prepararnos?
Despierten
Este tiempo de Adviento es –o debería ser – una fuerte llamada que nos despierta y nos pone alertas para prepararnos a la venida del Señor. No en la angustia del día final, sino en la espera enamorada de quien sabe llega la persona amada. Para descubrir a este Jesús que ya llega es preciso tener el oído fino, los ojos limpios y abiertos, el corazón expectante y comprometerse en el presente con lucidez, con perspectiva de plenitud y de futuro y la mirada fija en Él. ¿A qué me compromete personalmente? ¿Qué consecuencias he tenido en mi vida espiritual, familiar, pastoral, comunitaria, por no estar vigilante y atento? ¿Cómo estoy velando por mi salud espiritual? ¿Cuáles son mis descuidos? ¿Qué puedo hacer para estar atento a recibir a Jesús que ya llega? Contemplemos con ansia y deseo a este Jesús, Mesías, que se avecina. Avivemos el anhelo de que ya esté presente en medio de nosotros.
Señor Jesús, que con tu llamado a despertar, nos recuerdas la urgencia de responder a tu amor, concédenos que en este Adviento, llenos de esperanza, hagamos presente tu Reino, que se manifieste con mayor claridad que Tú te haces “Dios con nosotros”, das sentido a nuestras vidas y las llenas de amor. Amén.
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”. (Mc 13, 33-37)
“No nos avisaron”
Otra vez vinieron las aguas, otra vez se desgajaron los cerros y nuevamente la desgracia, la inconformidad y los reclamos. “Si nos hubieran avisado a tiempo… si hubiéramos construido los retenes… si no nos hubiéramos puesto donde pasa el río… pero la culpa la tienen las autoridades…”. Y si escuchamos por el lado de las autoridades, también se presentan mil acusaciones y disculpas… “No llegó el dinero a tiempo, no nos alcanzó el presupuesto… no estábamos preparados para tal desastre… no quisieron salirse de los lugares de peligro…”. Lo cierto es que después del primer desastre no hubo el suficiente seguimiento, cada quien se dedicó por su propia cuenta a salir adelante y nunca se pensó en lo que podría ocurrir con nuevas tormentas, ahora queda una larga lista de hipotéticos “si hubiéramos…”.
“Ya viene el Señor”
Es el primer domingo de Adviento. Nos lanza a prepararnos y estar atentos a la venida del Hijo del Hombre. En esta primera etapa hay un doble juego que nos impulsa a prepararnos tanto para el último día, el día del juicio final, como para la venida de Jesús, Mesías, que viene a salvarnos. Tanto en la Encarnación como la Parusía, el Dios que nos ama y esperamos es un Dios sorprendente. Sorprendente porque no es ocasional ni episódico, sino es el “Dios con nosotros” que quiere estar en medio de nosotros, en el centro de nuestra existencia. Sorprendente porque puede llegar en cualquier momento: “al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada”. Sorprendente porque para acogerlo hay que vivir el hoy en plenitud. Sorprendente porque nos invita a discernir los signos de los tiempos, a andar por caminos de justicia. Sorprendente porque no viene ante todo a exigir, sino a dar, pues por Él “hemos sido enriquecidos en todo”.
“Tiempo de esperanza”
El Adviento es un tiempo de esperanza, de un dinamismo interior muy profundo que se desarrolla entre la expectación y la vigilancia, de búsqueda y movimiento. Un llamado a superar la apatía, el estancamiento, la pasividad o la indiferencia. El pequeño ejemplo que nos ofrece el evangelio de este día es la última parte de las enseñanzas que ofrece Jesús a sus discípulos. Y esta última palabra de Jesús es una invitación a la esperanza y a una paciencia activa, pues con su venida al mundo, muerte y resurrección, han llegado los últimos tiempos. El desconocimiento del cuándo futuro no puede hacer disminuir la importancia del presente. En resumidas cuentas, lo que se necesita es despertar a los hombres, pues cada momento, cada instante, puede ser tiempo de Dios (Kairós) y no solamente tiempo mundano (Kronos). Es precisamente la espera del “momento” final (Kairós) la que otorga este carácter divino-humano a la historia concreta de cada hombre. Así que tarea del creyente es avivar la esperanza a la luz del futuro definitivo.
¡Alerta!
No se puede estar atentos al tiempo de Dios en la inconsciencia, no se puede ser fiel a un Dios sorprendente ¡estando dormidos! Hay que estar alerta. No podemos delegar a nadie este encargo de vigilar y trabajar. Hay que estar siempre con el corazón abierto para recibirlo. Somnoliento, adormilado, el cristiano no se da cuenta de nada, llega la tormenta, destruye su casa y patrimonio, causa enormes daños, y él sólo acierta a decir ‘¿por qué no me avisaron a tiempo?’¿Por qué estamos desprevenidos?... La violencia, la inseguridad, los robos y secuestros nos angustian y mortifican, no estamos preparados para enfrentarlos, por todos lados nos invaden, a nosotros que vivíamos tan seguros, que descuidamos la educación para conseguir unos pesos más, la ambición de los bienes terrenos ha agotado nuestro interés y nuestro tiempo. Han vulnerado nuestra casa y nuestras personas y ahora nos sentimos indefensos. ¿Cómo hacer para prepararnos?
Despierten
Este tiempo de Adviento es –o debería ser – una fuerte llamada que nos despierta y nos pone alertas para prepararnos a la venida del Señor. No en la angustia del día final, sino en la espera enamorada de quien sabe llega la persona amada. Para descubrir a este Jesús que ya llega es preciso tener el oído fino, los ojos limpios y abiertos, el corazón expectante y comprometerse en el presente con lucidez, con perspectiva de plenitud y de futuro y la mirada fija en Él. ¿A qué me compromete personalmente? ¿Qué consecuencias he tenido en mi vida espiritual, familiar, pastoral, comunitaria, por no estar vigilante y atento? ¿Cómo estoy velando por mi salud espiritual? ¿Cuáles son mis descuidos? ¿Qué puedo hacer para estar atento a recibir a Jesús que ya llega? Contemplemos con ansia y deseo a este Jesús, Mesías, que se avecina. Avivemos el anhelo de que ya esté presente en medio de nosotros.
Señor Jesús, que con tu llamado a despertar, nos recuerdas la urgencia de responder a tu amor, concédenos que en este Adviento, llenos de esperanza, hagamos presente tu Reino, que se manifieste con mayor claridad que Tú te haces “Dios con nosotros”, das sentido a nuestras vidas y las llenas de amor. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario