lunes, junio 02, 2008

Un canto a la amada

-Sonata en tres movimientos-

Juan Manuel Hurtado López

Sí, así es la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, a la que con gusto llamo mi Iglesia. No es perfecta, pero es bella, no es una obra acabada, pero está en camino.

Primer Movimiento: la Opción por los pobres

Desde sus inicios, la Iglesia de Chiapas quiso juntar su caminar con las veredas de los pobres, quiso poner sus pies en las huellas que iban marcando los desnudos pies de los indígenas y campesinos.

Y así ahora, nuestra Diócesis sigue aprendiendo a caminar con el pueblo, a caminar con los pobres, “el primer sacramento de Cristo”, como decían los Santos Padres.
La Diócesis quiere escuchar en la voz de los pobres la voz de su Señor crucificado y resucitado. Quiere escuchar sus ansias de liberación, sus sueños, sus dudas, su búsqueda. Quiere compartir sus penas y angustias, pero también sus alegrías y avances en su lucha por una vida digna.

Segundo Movimiento: Interpretar los signos de los tiempos

La Iglesia de San Cristóbal ha descubierto la voz de Dios en la historia. En diversas coyunturas de su ya largo caminar, ha acogido interpelaciones que, a la luz de la Palabra de Dios, ha leído como voz de Dios, como voz del Espíritu. Últimamente ha palpado en el paso de los migrantes el paso de su Señor; y en el cambio cultural que se está dando en las comunidades y en las ciudades ha leído una exigencia para buscar caminos nuevos para un encuentro real y profundo entre el mensaje del Evangelio y los distintos grupos y personas: niños, jóvenes.

Mi Iglesia ha calzado los huaraches del indígena, con gusto ha vestido el huipil colorido de sus mujeres y hasta lo ha puesto como portada de sus templos. Baste ver el templo de Santo Domingo y la Catedral en San Cristóbal de Las Casas.

Tercer Movimiento: La Diócesis y las culturas

San Cristóbal ha enriquecido y embellecido su caminar con las flores y los frutos de las culturas de nuestros pueblos, ha adornado su vestido con los valores, buenas costumbres y experiencia de Dios que ha ido descubriendo.

La sabiduría ancestral, guardada celosamente por nuestros abuelos y abuelas en los mitos y ritos, en las celebraciones y oraciones, en la manera de tomar acuerdos, de sembrar y cosechar el maíz, nuestro sagrado alimento, de hacer fiestas a Dios, ha enriquecido la experiencia de Dios de nuestra Iglesia. La Diócesis de San Cristóbal, como una doncella de pies ligeros y descalzos, ha ido a llenar sus cántaros en los pozos profundos de la mística y de la espiritualidad mayenses, se ha nutrido de la experiencia de Dios en el mundo indígena y ha bebido sus frescas aguas. Así, la vertiente del Evangelio y la vertiente de la presencia del Verbo de Dios en las culturas, han venido a confluir en el único río de la experiencia del Dios que Jesús anunció y nuestros antepasados conocieron.

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Nuestra recién terminada Asamblea Diocesana puede dar cuenta con buenas palabras de esta Iglesia diocesana en la que trabajamos, a la que queremos y en la que estamos gastando con gusto nuestras vidas.

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