jueves, marzo 13, 2008

Ser ateo es enajenarse

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas


VER
Karl Marx, con su materialismo histórico, hizo una crítica a la religión cristiana, diciendo que, al poner la esperanza en el cielo, en la otra vida, en los ritos, el creyente se enajena, se abstrae de la realidad, deja de interesarse por los problemas de la injusticia y la explotación, no lucha por la transformación social y, de esta manera, se hace un elemento justificante del sistema opresor, del desorden establecido. Todavía algunos siguen sosteniendo lo mismo, a pesar del fracaso histórico de esa ideología. Donde se estableció, ahora reina el capitalismo.

Esa crítica afectó a algunos servidores de pastoral, que ponen mucho empeño en la promoción social y el desarrollo comunitario. Esta actividad pastoral es muy laudable y esencial a la fe; sin esta proyección, caeríamos en un ritualismo anticristiano, en un sacramentalismo reduccionista. Sin embargo, la falta de equilibrio entre las dimensiones vertical y horizontal de nuestra vocación pastoral, ha dejado a muchas personas con sed y hambre de Dios. Al no estar centrados en Cristo, ni llevar a nuestro pueblo más explícitamente a El, lo que queda es amargura, rabia y frustración ante las realidades políticas, sociales y económicas, como si no hubiera esperanza de solución.

JUZGAR
Dice el Papa Benedicto XVI: “¿Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con Él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en Él. Pero, ¿es esto así? ¿Estamos realmente convencidos de que Cristo es el camino, la verdad y la vida? La prioridad de la fe en Cristo y de la vida en Él, ¿no podría ser acaso una fuga hacia el intimismo, hacia el individualismo religioso, un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo, y una fuga de la realidad hacia un mundo espiritual?
Como primer paso podemos responder a esta pregunta con otra: ¿Qué es esta realidad? ¿Qué es lo real? ¿Son realidad sólo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de realidad y, en consecuencia, sólo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis… Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo hasta el extremo, no puede dejar de responder a este amor sino es con un amor semejante: "Te seguiré adondequiera que vayas" (Lc 9,57)” (Discurso inaugural en Aparecida).

ACTUAR
Quien conoce en verdad a Jesús, indeclinablemente descubre su rostro en los que sufren y se apasiona por servir a los pobres. Nuestra fe cristiana no nos enajena. Es el materialismo el que enajena a las personas, pues las concentra en lo material, y les impide trascender; les encierra en el egoísmo y en las cosas pasajeras y muchas veces banales. Por ello, si queremos ayudar a que nuestro mundo cambie, acerquémonos más a Dios, y El nos dará la sabiduría y la fuerza para transformar el mundo, de acuerdo no a nuestros limitados criterios y gustos, sino al verdadero valor de las cosas y de lo que nos hace efectivamente humanos.

No hay comentarios.: