*Alejandro Pérez Valera
Alejandro Suverza Téllez trabajaba en El Universal, Nexos, Día Siete y muchas publicaciones más. Preparaba un libro sobre La Familia Michoacana. Era una fuente regular de programas nacionales e internacionales sobre temas del crimen organizado. Asistía con frecuencia como entrevistado con Héctor Aguilar Camín o con Carmen Aristegui.
Participaba en encuentros y coloquios sobre cobertura de narcotráfico y escribió, en estos años, una enorme cantidad de textos en los que se mostraba el horror de la guerra contra las drogas lanzada por Felipe Calderón: el drama de los jóvenes involucrados con los cárteles, las vidas truncadas, las viudas, el error de la estrategia federal. Ahora está preso.
Suverza nunca traía un peso. Sus editores teníamos que adelantarle el pago por sus textos para que cumpliera con la renta de unos cuartuchos en el centro de la Ciudad de México. La penúltima vez que lo ví fue en octubre de 2010; fuimos varios a comer a una fonda cercana al periódico El Universal, en donde trabajábamos. Le pagamos la comida. El dinero no se esconde; mucho menos la pobreza. Y Alejandro siempre anduvo pobre. Ahora está preso porque “ocultaba 57 mil 200 dólares estadounidenses que equivalen aproximadamente a más de 678 mil 400 pesos”, según un comunicado de prensa de la Secretaría de Seguridad Pública federal que dirige Genaro García Luna.
Yo creo en la inocencia de Alejandro Suverza. En quien no creo es en Genaro García Luna, el policía favorito de Felipe Calderón. Y no creo en él porque durante más de cuatro años de estar a cargo de la SSP ha demostrado, con hechos puntuales, que es capaz de montar escenarios para inculpar a alguien o para magnificar sus supuestas “proezas”. Montó un show para la televisión con el arresto de Florence Cassez; inventó la supuesta liberación de periodistas secuestrados en La Laguna; hay dudas sobre cómo se dio el arresto de Edgar Valdez Villarreal, “La Barbie”. No creo en un hombre que ha sido acusado de violar los derechos humanos, de reunirse con narcotraficantes, de mostrar –este sí– una extraordinaria fortuna en casas y negocios. No creo en el hombre que diseñó “la estrategia” de Calderón contra las drogas que ha provocado la muerte de 40 mil personas y ha conducido a México a decir, como dijo Javier Sicilia, “estamos hasta la madre”.
Yo sí creo en Alejandro Suverza, un periodista que pasó por las mejores redacciones de México durante 20 años de intensa labor.
Me contó, la última vez que lo ví, allá por diciembre de 2010, que iba a disminuir su entrega de textos para los diarios y revistas en las que trabajaba para dedicarse de lleno a la investigación de un libro con Random House. Incluso le pedí que hablara con su editorial –seguramente todos sus editores le pedimos lo mismo– para que pudiera venderme el adelanto del libro. Esa vez también le pagué la comida, en La Cueva del León, en La Condesa, DF: unos tacos de bistec y dos cervezas.
Quién sabe qué encontró mientras investigaba. Ahora está preso.
Lo que deduzco es que se trata de una advertencia para todos los que escriben (escribimos) sobre esta guerra idiota. Los reporteros y editores con los que he hablado hasta ahora coincidimos en que este arresto está lleno de sospechas. Los datos que se ofrecen hasta ahora no nos convencen: Suverza era un tipo que conocía bien como reportero ese mundo: ¿Iba a esconder dinero en unos chocolates, en unas chanclas? Por Dios. No lo creo, no lo creo, no lo creo.
Las autoridades que lo inculpan esperarán que todos le den la espalda. Yo no. Simplemente no puedo. Estuvo bajo mi cargo en la Unidad de Investigación de El Universal y siguió escribiendo para Nexos y Día Siete sobre el drama de la guerra contra el narco y siempre mostró entereza y profesionalismo. Para mí no es un traficante de dólares. No tengo información al respecto. Lo que sé de él me lleva a decir que es inocente. Lo creo más una de esas “víctimas colaterales” del sexenio de Calderón; uno de esos “individuos desechables” con el que el gobierno federal tratará de callar las voces críticas que cuestionan el terrible error político de lanzar una guerra, un 6 de diciembre de 2006, para legitimarse frente a los millones de mexicanos que acusaban al presidente electo de haber llegado a Los Pinos por medio de un fraude.
Yo creo en la inocencia de Alejandro Suverza. Y si no digo algo hoy, mañana vendrán por mí. O por usted.
*Escritor y periodista.
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