viernes, enero 04, 2008

Siguiendo una estrella Epifanía del Señor

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: ‘En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel’.

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de este niño, y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.

Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. (Mt 2, 1-12)

Gaviota
La encontré tirada en la orilla de mi lago. Las olas la golpeaban una y otra vez y ella no lograba moverse. Tenía sus alas rotas y su mirada moribunda. La tomé entre mis manos, lavé el lodo acumulado entre sus plumas y volvió a resplandecer su blanco inmaculado. Pareció reanimarse un poco. “Mira nada más cómo estás. Seguramente quisiste volar demasiado alto y eso te ha costado la vida” le dije. Sus cansados ojos me miraron con un poco de tristeza pero con un mucho de orgullo. Pareció decirme: “Es cierto, me gusta volar alto, fui demasiado lejos y hubo tormenta. No pude resistirla y acabaron rotas mis alas. Pero he visto otros lugares: he disfrutado de increíbles amaneceres y me quedé extasiada en resplandecientes atardeceres; miré ríos y montañas. Aunque en un principio tuve miedo, logré vencerlo y arriesgarme para ir más allá. Estoy contenta con lo que he visto y vivido, estoy contenta con mis emocionantes vuelos. No me hubiera gustado quedarme en la orilla contemplando el horizonte. Fue arriesgado pero ha valido la pena, es más hermoso morir en la batalla que quedarse mirando”. Y sus ojos pintados de paisajes lejanos y de cielos distintos se fueron poco a poco cerrando.
Una hermosa aventura
Todo el Evangelio es una hermosa aventura, es salirse de lo ordinario y buscar nuevos horizontes. Así nos lo hace saber San Mateo desde el mismo inicio de su evangelio. Jesús no se encierra en las estúpidas fronteras que han colocado los hombres, va más allá, rompe todos los horizontes, para llevar su luz y su Buena Nueva. En este domingo de Epifanía, o como popularmente llamamos “Fiesta de los Reyes Magos”, nos lo hace saber muy claro. Si los judíos esperaban un Mesías sólo para ellos, que diera brillo y honor al pueblo elegido, hoy San Mateo con una bella narración, llena de signos y figuras, nos lleva más allá de todo horizonte soñado por el pueblo judío. La salvación es universal. Es verdad que Cristo se ha encarnado en una cultura, ha asumido las riquezas y pobrezas de un pueblo, la Palabra se ha hecho palabra hebrea y ha recibido y convivido con sus congéneres hebreos, pero no se limita a ellos, no se estanca ni se deja aprisionar por ellos. Su sueño y su misión van mucho más allá, hasta los confines del universo, a dondequiera que se encuentre un hombre o una mujer, para todos ha nacido, para todos trae salvación, para todos trae amor. La Epifanía es la manifestación de ese amor.

Dos posiciones
Pronto aparecen los dos bandos: los que se dejan seducir por una estrella y los que se quedan atrapados por sus riquezas, ambiciones y codicias. Cada quien lucha por lo que quiere y cada quien sacrifica su vida por sus anhelos. Los “Reyes Magos” se lanzan locamente en la persecución de la estrella, nos les importa dejar su patria, dejar sus comodidades, indagar, cansarse; todo vale la pena cuando se persigue una estrella. Cuando se oscurece el camino, no se dan por desalentados, remueven, preguntan incluso a quienes no quieren decirlo a pesar de saberlo. Los magos de Oriente con sus preguntas e indagatorias ponen en acecho la ciudad. Pero quieren encontrar ese niño, ese Rey que viene no para un pueblo, sino para todos los pueblos, no para poner fronteras sino para unir corazones, para construir un único reino.

Herodes también indaga, también pregunta, pero para protegerse, para no correr ningún riesgo, para continuar en la misma situación. A él le dan la noticia, pero no se mueve; o bueno, se mueve pero para permanecer igual, para cuidar su poder, para sostener su injusto reinado y para ello es capaz de ser sanguinario y cruel como nos lo muestra la historia y como lo presentan los evangelios. Mata niños inocentes, destruye a su propia familia, ataca, construye, se defiende, pero todo teniéndolo a él como centro. Hay naciones que cierran sus fronteras y ahogan en el hambre y la
miseria a los vecinos. Hay poderes que se sostienen en la sangre y la mentira.

Nuestra postura
Y desde entonces, o desde antes, siguen las dos historias: unos hombres y mujeres que quieren construir un mundo de fraternidad, de comunión y compresión y otros que se sienten dueños únicos y absolutos del mundo y lo quieren para ellos solos. Hoy también aparecen estrellas que nos anuncian a Cristo Salvador y que nos invitan a dejar todo para construir un mundo para todos y hoy también aparecen tentaciones que nos mantienen temerosos, anclados y sumisos, mirando como se derrumba el mundo soñado por Jesús. Hoy hay monopolios que matan, que destruyen. Un mundo invadido por el poder y el narcotráfico que mata niños, que construye sus propios imperios, pero que se olvidan de un mundo de fraternidad.

Epifanía, manifestación de Jesús. Epifanía presentación de un ideal. ¿Hay entre nosotros quien se sienta capaz de levantar el vuelo y construir un mundo nuevo? Los pobres fueron los primeros que acudieron a Belén, pero también hubo ricos que dejando comodidades siguieron la estrella. ¿Cómo andamos de ideales? ¿Cómo es el mundo que queremos construir? ¿Estamos dispuestos a sacrificar la vida con tal de seguir el ideal de Jesús? ¿Cómo es nuestra actitud frente al poder, frente al dinero: tenemos libertad o ha aprisionado nuestro corazón? Epifanía nos lanza a perseguir una estrella y no quedarnos dormidos en nuestras propias comodidades y ataduras.

Señor, Dios nuestro, que por medio de una estrella diste a conocer en este día, a todos los pueblos, el nacimiento de tu Hijo, concede a los que ya te conocemos por la fe, llegar a contemplar, cara a cara, la hermosura de tu inmensa gloria.
Amén.

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