jueves, enero 17, 2008

Invade depresión entre damnificados

Oscar Gutiérrez.

Malpaso, Chis.— Luego de más de dos meses de las evacuaciones preventivas y desalojos voluntarios, las enfermedades y cuadros depresivos aumentaron entre las familias refugiadas en los albergues de este poblado del municipio de Tecpatán, donde la lucha de mujeres y adultos de la tercera edad se libra entre escenarios de tristeza e impotencia por no poder regresar al hogar añorado.
Médicos generales y especialistas en terapia familiar atienden a la población con programas de autoestima y actividades recreativas y de entretenimiento para enfrentar el sentimiento de pérdida que les provoca la destrucción de sus viviendas y parcelas de cultivos, inundadas por las aguas de la presa Malpaso.
En este territorio, colindante con el río Grijalva, están bajo el agua más de 400 viviendas, comercios, restaurantes, potreros y campos de labranza de 23 poblados y rancherías.
Ante el crecimiento paulatino de los niveles del río, que en las próximas semanas alcanzará los 103 metros sobre el nivel medio del mar, el gobierno estatal ordenó en noviembre pasado la evacuación preventiva de más de 3 mil 500 personas que permanecen en refugios temporales, en casas rentadas y domicilios particulares, bajo el esquema de “familias solidarias”.
Jorge Alberto Zenteno Paniagua, supervisor médico de la zona 24 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), confirmó que en las últimas semanas aumentaron los casos depresivos entre las personas damnificadas, tras la expansión de las inundaciones de la presa Malpaso y la estela de destrucción de viviendas, potreros y tierras que deja a su paso.
En el albergue del Sindicato Único de Trabajadores de Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), donde se alojan unas 250 personas, prevalece el sentimiento de tristeza, que afecta a hombres y mujeres, por la pérdida de sus patrimonios y la impotencia de no poder regresar a sus lugares de origen. Sin embargo, la situación es más aguda entre niños y adultos de la tercera edad.
Las familias se concentran por la tarde para ver las noticias en el único televisor que posee el albergue. Los semblantes se tornan mustios cuando observan cómo el agua barre sus casas y sepulta las parcelas de labranza que con tanto esfuerzo construyeron durante toda una vida de trabajo.
El silencio
Zenteno Paniagua explicó que la depresión es sintomática, pero se agudiza más entre mujeres y hombres de edad avanzada que ante la desesperanza de un pronto retorno y la incertidumbre por el futuro, optan por refugiarse en el mutismo, en el silencio.
Relató el caso de don Cirilo López, un anciano originario de la comunidad Santos Degollado, quien se vio al borde de la melancolía profunda al enterarse de la destrucción de la tienda de abarrotes con la que subsistía: “Ya no quería vivir, se le tuvo que internar y proporcionar atención especializada; ahora recupera el anhelo de continuar”.
En los seis albergues de este poblado, donde se refugian desde hace más de dos meses cerca de mil personas, la atención terapéutica se centra en programas de fortalecimiento de autoestima, actividades recreativas y entretenimiento familiar, deportivo y cultural. Es importante que la gente asimile que pese a la adversidad que actualmente enfrenta, existen posibilidades de reiniciar su vida en común con un poco más de esfuerzo y con la ayuda de las instituciones de gobierno, puntualizó Zenteno Paniagua.
El gobierno estatal inició la semana pasada un censo sobre las pérdidas de vivienda, tierras de cultivo, productos agrícolas, ganado, aves de corral y enseres domésticos, destruidos por las corrientes.
Luis Manuel García Moreno, subsecretario de Protección Civil del Estado, informó que el compromiso de las autoridades de gobierno es resarcir las pérdidas de las comunidades y rancherías, además de garantizar un retorno seguro a sus lugares de origen, o en su caso, la reubicación a las ciudades rurales.

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