viernes, noviembre 02, 2007

“LA RELIGION, ASUNTO PRIVADO”

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas


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En un programa reciente de Televisa, “Tercer Grado”, en que sus principales periodistas hacen análisis del acontecer y pontifican sobre muchos temas, criticaron a los gobernantes que manifiestan su fe, participando en actos de culto público. Hubo consenso de considerar la religión como un asunto privado, que no debe trascender a la vida pública, sobre todo en la política.

En abril pasado, durante la asamblea del Episcopado Mexicano, fueron invitados los candidatos a la presidencia de los tres partidos mayoritarios, para un intercambio de opiniones. Cuando se les preguntó sobre su credo y su actitud ante la religión, Andrés Manuel López Obrador dijo ser católico desde su familia, pero que su fe debe ser algo privado y no tiene por qué manifestarla en la vida pública, en la política. Los otros dos también dijeron ser católicos, pero respetuosos del marco legal.

En días pasados, en una comunidad indígena, el recién nombrado para el primer puesto en el municipio, pidió participar en la Misa con su pueblo; al final, solicitó la bendición y una oración por su trabajo. Quiso que se le entregara una cruz, simbólicamente adornada por él mismo. Llevaba la Biblia en su mochila y la acariciaba, diciendo que es su mejor guía e inspiración para el servicio. ¡Qué contraste!

JUZGAR
Jesús claramente establece dos órdenes: el de Dios y el del César (cf Mt 22,21); sin embargo, no son excluyentes. Advierte al respecto: “Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32-33).

Dice el Concilio Vaticano II: “Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía… Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras… Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida” (GS 36).

Por ello, “el Concilio exhorta a los cristianos a cumplir con fidelidad sus deberes temporales (aquí entra la política), guiados siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos que consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el error de quienes piensan que pueden entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fueran ajenos del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra época… A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena” (GS 43).

ACTUAR
Ante la actitud de querer quitar a Dios de la vida pública, dice el Papa Benedicto XVI: “No se puede excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia. Precisamente por eso hay que acoger el deseo común de todas las tradiciones auténticamente religiosas de mostrar públicamente su propia identidad, sin verse obligadas a esconderla o mimetizarla… A todos los que comparten la fe en Cristo, la Iglesia les pide testimoniarla hoy con mayor valentía y generosidad. En efecto, la coherencia de los cristianos es indispensable, también en la vida política, para que la ‘sal’ del compromiso apostólico no pierda su ‘sabor’, y la ‘luz’ de los ideales evangélicos no se oscurezca en su acción diaria” (21-IX-2007).

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