viernes, noviembre 02, 2007

Si he defraudado a alguien…

XXXI Domingo Ordinario

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas


En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

El bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. (Lc 19,1-10).

Corrupción
Rogelio está metido en gravísimos problemas y ya no sabe cómo salir de ellos. “La primera vez que lo hice fue por pura necesidad. Se había enfermado mi hijito Armando y ya no hallaba la puerta. Puros gastos y gastos y ya no teníamos dinero. Me ofrecieron una buena lana, yo sólo tenía que sembrar un pedazo de mi milpa con marihuana y ellos hacían todo lo demás” comenta apesadumbrado. Su compadre así había salido de problemas ¿por qué no hacer lo mismo? Y así sembró la “yerba”, primero por pura necesidad, después por hacerle un arreglito a la casa, otro año para comprar un carrito y así poco a poco se fue metiendo cada vez más. Que el dinero hace ciego el corazón. Todo parecía ir muy bien. Pero ahora todo se ha derrumbado. Su compadre está en la cárcel y él tiene mucho miedo. Su familia también vive asustada y, lo más triste, su hijo Armandito, que apenas tiene 16 años, al que le salvó la vida con el dinero de la “yerba”, ahora está metido en la droga. ¿Valió la pena tanto riesgo? ¡Ah! sus “jefes” siguen tan tranquilos, a ellos nunca les han hecho nada.

Zaqueo
El pasaje de este domingo es especialmente rico en imágenes y cada palabra, cada descripción, nos provoca un sinnúmero de reflexiones y de aplicación para nuestra propia vida.

Comencemos con la descripción que nos hace San Lucas de Zaqueo. En pocas, poquísimas palabras, nos da a entender toda una experiencia de vida. Ya sabemos que los publicanos o recaudadores de impuestos, no eran bien vistos en Israel. Vivían a expensas de los impuestos de un pueblo que sufría la opresión. Se ponían del lado de la poderosa Roma y sacaban provecho pues no sólo cobraban los impuestos sino también medraban de ellos. Así Zaqueo, se había hecho rico aprovechando su cargo. Podría ufanarse de haber amasado una fortuna con el sudor de su frente, con su esfuerzo y privaciones, pero se olvidaría que esa riqueza lleva el sudor y la sangre del pueblo sencillo, dominado y juzgado por un pueblo invasor. Cuando el dinero invade el corazón, no nos permite mirar el corazón de los demás.

Más corrupción
No es situación ajena a nuestra realidad. Hay grandes fortunas amasadas con engaños, con injusticias o con narcotráfico. Sus propietarios se tienen orgullosos de haberlas acumulado, pero toda riqueza lleva el sudor y el dolor de los pobres. Los grandes capitales se van formando poco a poco, quitando a quien menos tiene, están sustentados en salarios pobrísimos, en comercialización injusta y monopólica, en prepotentes alianzas y truculentos negocios. Hay muchas riquezas que se han logrado aprovechando los cargos y servicios que deberían dar vida al pueblo. La corrupción ha invadido todos los espacios.

Las grandes empresas transnacionales, las corporaciones económicas, los cargos públicos y administrativos, se aprovechan para “honradamente”, gastar y acumular lo que es de la comunidad. Estamos viviendo en una feroz lucha comercial que permite la explotación de los recursos y de las personas a favor de una globalización que favorece a unos cuantos. Los obispos en Aparecida reconocían este fenómeno: “En la globalización, la dinámica del mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples. La globalización, tal y como está configurada actualmente, no es capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado”.

Riesgos del encuentro con Jesús
Este es Zaqueo. Podemos imaginarlo envidiado y aborrecido por gran parte del pueblo. Pues este Zaqueo, en un determinado momento de su vida, está dispuesto a encontrarse con Jesús. Trepa a un árbol. Al que no le interesaban las críticas y las burlas por su acumulación de dinero, tampoco le importó el que pudieran mofarse de esta determinación con tal de ver a Jesús. Se expone a nuevos riesgos

“Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” Nuevamente encontramos a Jesús proponiendo una dinámica distinta a los roles de las costumbres judías. No solamente no condena, sino que propone un encuentro, un encuentro personal a quien parece que tan sólo quería mirarlo por curiosidad, un encuentro cara a cara para quien no quería mirar la cara al pobre y prefería su negocio y su ganancia. Así encontramos a Jesús entrando en una casa y en un corazón que solamente era juzgado, criticado, pero al que no se le había hecho una propuesta de vida.

Las reacciones de los que miran no se hacen esperar. Es sintomático que Lucas diga que “todos” se pusieron a murmurar, la aversión hacia los recaudadores de impuestos era compartida por todos. El condenar y juzgar es tarea que se asume con facilidad. Pero Cristo no condena, propone liberación y vida plena.

Cambio de corazón
¿Qué dijo Jesús a Zaqueo? ¿Qué hizo que cambió el corazón de aquel hombre? El evangelio no lo dice, pero podemos imaginar que no fueron reclamos ni condena, sino propuestas y aceptación. No sabemos lo que dijo o hizo Jesús, pero sí sabemos lo que este encuentro provoca en el corazón de Zaqueo que lo hace exclamar: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Esto es lo que hace todo encuentro con Jesús: cambia el corazón, compromete y hace mirar de un modo distinto a los hermanos. Al encontrarse con Jesús también se encuentra con los hermanos. No se puede dejar entrar a Jesús en el corazón si le cerramos la puerta a los hermanos. No se puede ser verdadero cristiano cuando damos la espalda al necesitado y preferimos nuestro bienestar a la verdad y a la justicia. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Cristo.

Preguntas fuertes nos deja hoy Jesús en el evangelio: ¿Qué estamos dispuestos a hacer para encontrarnos con Jesús? ¿A qué nos compromete el encuentro con Jesús? ¿Cómo relacionamos nuestra fe en Él con la solidaridad con los hermanos y la lucha por un mundo más justo? ¿Hemos defraudado a alguien: a la familia, a la comunidad, a nosotros mismos? ¿Cómo vamos a restituir?

Señor Jesús, que miras el corazón de cada uno de los hombres, que lo llenas con tu amor y tu ternura, abre nuestro corazón a tu Palabra, para que encontrándote a ti podamos encontrar también a los hermanos.
Amén

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