Noviembre. Una largo viento fúnebre recorre, ululando, la llanura. De las rancherías, de los pueblos vecinos, bajan grandes recuas de mulas cargadas para el trueque de Todos Santos. Los recién venidos muestran su mercancía en la cuesta del Mercado y las mujeres acuden a la compra con la cabeza cubierta por chales de luto.
Los dueños de las huertas levantan las calabazas enormes y las parten a hachazos para ponerlas a hervir con panela; y abren en dos los descoloridos tzilacayotes de pulpa suave. Y apiñas en los canastos los chayotes protegidos por su cáscara hisurta.Balun Canán
Rosario Castellanos
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