
Abenamar Sánchez.
Mayuk uts'inel. Arturo Lomelí lo repite dos o tres veces, un fin de semana en San Cristóbal de Las Casas. Y remata: -Significa que no haya injusticia.
Su interlocutor asiente con la cabeza y hace una lectura:
-Está en el AYa, basta!, de la Primera Declaración de la Selva Lacandona.Lomelí, un estudioso del tema, esboza una sonrisa:
-Es el espíritu del movimiento.
La plática es sobre el movimiento zapatista. Afuera, llovizna. Pero será durante el encuentro en Ocosingo con el indígena Alfredo López, a 80 kilómetros de aquí, cuando la frase tseltal se defina más en formas y figuras.
-Es que fueron tantos años en situación de esclavos.Alfredo rememora sobre los peones acasillados en las fincas que se erigían en las cañadas de Ocosingo. Antonio García dice en Resistencia y Utopía que eran nueve las fincas más sobresalientes en el tiempo de los dominicos, entre ellas el Rancho
San José.
-En ese rancho trabajó mi papá.Los finqueros urdían, mediante tiendas de rayas o préstamos, una política laboral que acentuaba la dependencia de los peones acasillados.
-Cuenta mi papá que era difícil que los dejaran ir.Chiapas, un estado con 73 mil 724 kilómetros cuadrados y ahora con 4.3 millones de habitantes, una tercera parte indígena, era de unos cuantos terratenientes.
Un caldo de cultivo para la consolidación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en la Selva habría sido también una resolución que durante el gobierno de Luis Echeverría benefició con 614 mil 321 hectáreas de tierras a 66 familias caribes y dejó sin tierras a 4 mil familias tseltales.
¿Pero en qué contexto impulsa hoy el EZLN, inclinado por la vía civil, un gobierno autónomo? Además del desencanto por los partidos políticos, con un abstencionismo que rebasa el 50 por ciento, Chiapas es un escenario marcado desde los 90 a la fecha por un fenómeno migratorio que representa un movimiento anual a Estados Unidos de unas 60 mil personas. Hubo un año en el que la patrulla fronteriza detuvo a 49 mil chiapanecos, 13 ó 15 por ciento de la población chiapaneca podría estar en ese país norteamericano.
¿El motivo? La pobreza. Eso sostiene el economista Jorge López Arévalo. El maíz y el café dejaron de ser rentables para la base económica del estado. En un seminario impartido en San Cristóbal por López Arévalo y el también economista Daniel Villafuerte sobre la crisis en el campo, Ramón Martínez Coria, vinculado a la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), comentó que los campesinos no están encontrando respaldo en los gobiernos local y Federal.
Esa situación, prosiguió, se torna en una justificante para el EZLN que desconoció a los poderes e instauró una autonomía de hechos. Y el economista López Arévalo sostiene que hasta el momento no existe en Chiapas una alternativa real que supla a las remesas y al gasto público como los ejes de la economía. Si bien a principios de este año decreció el monto de remesas en 0.2 por ciento, la tendencia es aún de 1.8 millones de dólares diarios.
Pero junto a esa dinámica de remesas, está lo otro: cuando estaba al frente de la Delegación de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Luis Manuel García Moreno llegó a decir que en Chiapas algunas familias malviven con 7 a 10 pesos diarios. Esa cantidad es nada en un estado y país donde sólo la tortilla, alimento básico, ha alcanzado 10 ó 12 pesos de costo por kilogramo.
El acento lo pone Jorge López Arévalo. Varios municipios indígenas de Chiapas, entre ellos Sitalá, Mitontic, San Juan Cancuc, Chalchihuitán, Aldama, Santiago del Pinar y San Juan Chamula están equiparados a países subsaharianos en cuanto a nivel de pobreza y son considerados los más pobres de México. Estudiosos del caso dan a entender que eso es la paradoja de la política global centrada en el capitalismo: concentra la riqueza en pocas manos y dinamita el mercado-consumidor, a parte de fragmentar una imagen de identidad.
De ahí parte el proyecto de autonomía zapatista, basado en el trabajo colectivo. Gustavo Castro, integrante de una ONG, no duda en que todo eso maduró al zapatismo. El EZLN pretende un cambio radical: "No es el reino de Dios, pero lo está haciendo". El proyecto se está desarrollando en un escenario complejo, y a partir de eso los estudiosos hacen su lectura.
Daniel Villafuerte considera que el EZLN es un movimiento que ha perdido fuerza. Como ejemplo comenta que se han ido personajes como Antonio García. Y Raymundo Sánchez Barraza considera que algunos estudiosos aún no comprenden el planteamiento del zapatismo. Pero Gerardo González, invita a hacer un análisis serio del EZLN porque es reconociendo pros y contras como se va avanzar.
La migración está vapuleando a la familia. De entrada, esa es la explicación que da el economista López Arévalo al hablar sobre el decrecimiento de las remesas en .02 por ciento: algunos mexicanos están integrando otra familia en Estados Unidos y se están olvidando de la mexicana. De continuar esa situación, la crisis de la economía chiapaneca se estaría agravando: se tornaría más precario el poder de solvencia de las familias y también iría a la baja el consumo que afecta al Producto Interno Bruto (PIB), pues hasta el momento aún no existe otra alternativa.
En medio de ese escenario, reitera Arturo Lomelí, el zapatismo ha brincado ya de 35 al 70 por ciento de los 118 municipios. Y en el nivel nacional, comenta Gerardo González, el zapatismo tiene a su favor las inconformidades postelectorales y los desacuerdos de sindicatos para con las últimas reformas laborales impulsadas principalmente por el conservador Partido Acción Nacional (PAN). Por ejemplo, en el seminario de la UNORCA en San Cristóbal, que tuvo lugar en la segunda quincena del mes pasado, algunos campesinos se hacían la pregunta:
-¿Qué más viene para el campo chiapaneco?Lo hacían basados en la información de que en breve se liberará el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y no hay un proyecto claro del gobierno de Felipe Calderón y del local. El campesinado mexicano teme el aluvión de la producción que entrará desde Estados Unidos con alto subsidio. Chiapas, dice López Arévalo, necesita de proyectos reales y no de programas asistencialistas.
Al recorrer San Juan Chamula, San Andrés Larráinzar, Chenalhó, a orillas de la carretera, en la zona Altos, se observan casi abandonadas aquellas construcciones bautizadas como paradores de artesanía. De hecho, un día a mediados de abril, cerca del parador de San Andrés, una mujer tejía una hamaca al aire libre: tenía suspendida de un joven árbol una extremidad de la red, mientras ella sentada en el pasto verde tejía y tejía concentrada.
Ya por San Juan Chamula, a unos minutos de San Cristóbal de Las Casas que se encuentra a un poco más de 50 kilómetros de la capital chiapaneca, una adolescente tejía también por la tarde en el patio de su casa que era apenas un cuartito cubierto con maltrechas láminas de cartón. Aquí la gente lucha por su lado para salir adelante, había comentado por la mañana un hombre que iba vestido a lo tradicional: pantalón y camisa de manta blanca. San Juan Chamula no está considerado como zona zapatista, pero sí se le reconoce influencia al movimiento.
A unos 200 kilómetros al noreste de la capital, en la Cañada de Ocosingo, por La Garrucha, un hombre de unos treinta años, con unos cinco hijos, resiste en la esperanza zapatista. Estoy esperando que esto avance y mejore, responde cuando se le pregunta sobre si a él no le da por irse a Estados Unidos. Es parte del proyecto de autonomía, dice. Aunque no hay un reconocimiento oficial, el zapatismo trabaja en la autonomía de hechos. Los Acuerdos de San Andrés, que buscaba reconocer los derechos indígenas, quedó en eso: sólo acuerdos.
Pero aún así, en un escenario que pintan difícil los estudiosos, el zapatismo tiene definidos sus ejes del Gobierno Autónomo: educación, producción y salud. Ésos son, dice Jorge Santiago, coordinador del Desarrollo Económico Social de los Mexicanos Indígenas (DESMI). Y Miguel Ángel de Los Santos, coordinador de la Red de Defensores Comunitarios, habla del sistema de justicia basado en derecho propio que rompe con el procedimiento del derecho positivo u oficial. El derecho propio se basa en la conciliación: es decir, siempre busca que las partes lleguen a un acuerdo.
Por eso el otro valor es Lekil Kuxlejal o llevarnos bien, comenta Arturo Lomelí. La diferencia salta cuando se trata de ver una coexistencia del proyecto de autonomía con el sistema-mundo-capital. No hay coexistencia. Hay contracorriente, hay ruptura. El zapatismo, como proyecto colectivo y autogestivo, se enmarca en un contexto en el que la modernidad se traduce a individualismo, mayor pobreza y migración. Esa es una lectura de Arturo Lomelí. Otros ponen las cifras, y toma fuerza Mayuk uts'inel.




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