viernes, enero 06, 2012

A 6,570 días del levantamiento armado de EZLN/IV


Gaspar Morquecho/Foto: Ulises Castellanos


Día 2 de enero de 1994. Temprano fuimos a la plaza. En la retirada, los zapatistas habían saqueado las tiendas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de Seguridad Social para los Trabajadores del Estado de Chiapas (ISSTECH). Al robo se había sumado gente de San Cristóbal. Vimos y leímos el mensaje del Sub: “Nos fuimos a Rancho Nuevo”. Las/os periodistas no tenían de otra que ir por la nota, el reportaje, la crónica o la foto a Rancho Nuevo, lugar donde se ubica la sede de la 31 Zona militar. No teníamos idea que nos esperaba lo absurdo. La guerra. Los primeros combates. Los primeros caídos en combate. (Marcos se replegó a las montañas de Los Altos).



Con Leticia Hernández, corresponsal del capiruchino Excelsior, nos lanzamos en el vochito de Chiltak a ver qué estaba pasando. Salimos rumbo a Comitán. No había tráfico en la carretera. A unos 8 kilómetros de San Cristóbal, nos encontramos con tres camiones averiados que los zapatistas habían abandonado. Esas unidades no llegaron a la toma de San Cristóbal. Estaban frente a la sede de la zona militar. Más adelante enfilamos hacia Ocosingo. Habíamos recorrido unos 7 kilómetros cuando nos topamos con un convoy del Ejército federal en retirada. De un jeep bajó un militar con su fusil de asalto en mano y nos ordenó detenernos. Era una persona madura, alta y delgada. Se veía muy nervioso, pálido y con miedo.
Leticia quiso acercarse al militar mostrando su charola. El militar con su fusil retrocedía. Yo baje del vocho, quise hablar y el militar ordenó: “Usted tírese al suelo con las manos en la cabeza”… “Puta madre”, me dije. Obedecí la orden. Recordé la foto de la ejecución de un periodista en Nicaragua por la Guardia somocista. “A ver a qué hora nos mata este hijo de la chingada”, pensé. En eso estábamos cuando se escuchó un seco tableteo. El militar gritó: “¡¡¡Cúbranse!!!”. Lety y yo buscamos cobijo en la cuneta. Frente a nosotros, un autobús que circulaba a buena velocidad fue ametrallado desde un helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM). Otros periodistas nos habían dado alcance en ese lugar. Los militares nos dejaron pasar y continuamos.
Cuatro o cinco kilómetros más adelante (en el paraje El Chivero y cerca de la planta de gas), un microbús Chevrolet con placas 386HC2, había sido acribillado. Al frente tenía un boquete de unos 15 centímetros de diámetro y cientos de impactos en la carrocería. En la cuneta yacían unos 7 cuerpos de milicianos e insurgentes zapatistas que, seguramente, habían sido arrojados a ese lugar por las tropas del Ejército federal Detrás del microbus, los cuerpos de tres insurgentes estaban sobre el pavimento y presentaban tiros en la cabeza. Seguramente había sobrevivido al ataque y, después, ejecutados en el lugar. Recogí unos cartuchos quemados como prueba del acontecimiento. Con ese cuadro de muerte seguimos rumbo a Huixtán.
Al pasar por la cárcel, nos dimos cuenta que había sido asaltada y los presos liberados de acuerdo a la Ley de Justicia del EZLN que a la letra dice:
“Primera: Todos los presos de las cárceles serán liberados, exceptuando los culpables de asesinato, violación y los jefes del narcotráfico.” (El Despertador Mexicano. Organo informativo del EZLN en México. No. 1 diciembre de 1993. p 20)
El compa Ángel Fonseca que, entonces, se encontraba preso en ese lugar – días después de su liberación -, me dio su testimonio: (…) “Llegó la noche y nos permitieron estar más tiempo fuera de las celdas, como hasta las 11 de la noche; nos encerraron pero no pusieron candados, creo que muchos estábamos con inquietud. Y amaneció, era el 2 de enero, quisimos sintonizar alguna estación y no encontramos nada. Al filo de las 9 de
la mañana empezamos a escuchar tiros alrededor de todo el penal, seguido de estallido de los cristales de los garitones. Escuchamos el estallido de algunas granadas pero notamos que no había derrumbe de muros.
Quisimos contactar con la Alcaldía que se encuentra a unos 70 metros de la nave principal de donde nos encontrábamos. En esos momentos la gente, prácticamente, se había amotinado, las rejas de la nave central se encontraban cerradas con candados.
Les sugerimos a los presos que no hicieran la gritería - era tan confuso el momento -, y que de algún modo se comunicara a la guardia que no se resistiera para evitar bajas de su lado. Nos respondieron que ya les habían girado esa orden y en los garitones levantaban sus manos y empezaron a entregar sus armas. Eso duró como un cuarto de hora. Los guardianes que cuidaban la nave principal se empezaron a vestir de presos y se confundieron con nosotros, sólo quedó el comandante y le pedimos que pusiera una bandera blanca.
Habían pasado unos diez minutos cuando llegaron 10 guerrilleros. Eran muy jóvenes. Había dos muchachitas con sus uniformes y se me hizo muy extraño que todavía llevaran aretes. Muy sencillas, hablaban en batzi’kop (su lengua materna). Ellas habían liberado a las 6 o más mujeres de la cárcel femenina y todas ellas se reunieron con nosotros.
Por fin se abrió la reja de la nave principal y se dio la estampida. Ya todos traían sus costales con sus pocas pertenencias y salieron por las oficinas. En cinco minutos quedó la cárcel totalmente en silencio.
(Paréntesis. 178 presas/os habían sido liberados. Sospecho que los rebeldes no tuvieron tiempo de ver si los liberados respondían a los términos de la Ley de Justicia)
Cuando yo salí, continuó Ángel, me encontré con los ventanales rotos, algunos papeles del archivo de la Dirección (del penal) estaban quemados (…). Los guerrilleros continuaban en la oficina buscando armas. Se portaban muy decentes, muy humanos, no se les veía con agresividad con nosotros.
(…) Habían pasado unos tres cuartos de hora, una hora que había sido asaltado el penal y por ahí andaba el grupo guerrillero. Algunos de los presos se les habían incorporado. Se les dio su arma, su parque y ante la presencia de un helicóptero se internaron en el bosque.
(…) después de haber escuchado el chirrido de las rejas cuando me abrían los guardias, ahora yo podía entrar y salir de ahí cuando se me dio la gana, sentía como algo de placer. Todas las rejas las abría a mi gusto.
Quedamos 3 en el penal, un reo recién operado, un tzotzil “trastornadito” y yo. No llegó autoridad alguna y decidimos irnos. (…) el “trastornadito” no quiso salir - esa escena la vi alguna vez en alguna película -, ahí se quedo.
(…) Después del asalto al CERESO (Centro de Readaptación Social) y de poder ver a los miembros del EZLN sentí estar en el holocausto de esa gente, impresionado por su sencillez, abnegación y entrega. Siento mucho las muertes, pero en estos momentos no sé si debo recordar esta frase cuyo autor desconozco: No están muertos, ni los estamos enterrando. Los Estamos sembrando y van a florecer.”
(El compa Ángel se encuentra sumamente delicado de salud. Su corazón y sus huesos se debilitan. Deseo que se reponga. Va un abrazo viejo amigo.)
A unos 2 kilómetros del penal - en dirección a Huixtán, cerca del paraje Los Llanos -, una fila de unas 10 camionetas de trasporte colectivo habían sido abandonadas por los zapatistas. En su interior había mochilas. Vimos parte de la ración para los días de combate: 2 latas de atún.
Es muy probable que el asalto zapatista al penal alertó al Ejército federal y cubrió el flanco noreste. El helicóptero avistó la columna motorizada zapatista y el
convoy militar fue a su encuentro. La vanguardia de la columna zapatista fue sorprendida y el microbus ametrallado. La columna motorizada zapatista se percató del ataque y los rebeldes se dispersaron en la montaña. Al parecer, el objetivo de sumarse al ataque a las instalaciones de la 31 zona militar.
(Marcos comentaría después: Nosotros amagamos con el ataque desde San Cristóbal, sin embargo, el Ejército federal organizó una defensa perimetral.)
Después, rumbo a Huixtán, a la altura de Chilil, nos topamos con un camión de pasaje de “segunda clase”. Iba repleto de rebeldes. Unos trepados en la canastilla. Venían de Chanal. Nos detuvimos para comentarles del choque de sus compañeros con las fuerzas federales y les dijimos que mejor se replegaran. Así lo hicieron.
Seguimos y desde lo alto de la montaña avistamos el poblado de Huixtán. Pronto nos detuvieron en un retén zapatista. Nos identificamos. Para continuar nuestro camino nos obligaron a pagar 250 nuevos pesos de “impuesto de guerra” a pesar de que la Ley zapatista establece lo siguiente:
“Ley de Impuestos de Guerra.
(…)
Tercero: LA LEY DE IMPUESTOS DE GUERRA no es obligatoria para los pobladores civiles que vivan de sus propios recursos sin explotar fuerza de trabajo alguna, y sin obtener provecho alguno del pueblo. (El Despertador Mexicano. Organo informativo del EZLN en México. No. 1 diciembre de 1993. p. 8)
Como medida preventiva pedimos un recibo y nos dijeron: “No damos recibos”. Les replicamos que nos podían reclamar el impuesto nuevamente. Ellos respondieron, “Digan que ya pagaron”. “Problemas”, me dije. Bajamos al poblado de Huixtán. La gente se guarecía en sus hogares. Unos 150 milicianos marchaban en la plaza central. Los fotógrafos hicieron tomas. Después, nos estacionamos frente a la presidencia municipal. Había sido ocupada por los rebeldes. Bajamos de los vochos. En ese momento el grupo de periodistas estaba formado por Lety y el fotógrafo de Excelsior. Por el Tiempo, Amado Avendaño Jr. y su compañero de escuela y su servilleta. Cuando nos dimos cuenta los guerrilleros nos habían rodeados y nos apuntaban con sus armas. “¡Puta madre! Otra vez.” me dije. Nos identificamos como periodistas. Reclamamos y les dijimos que habíamos pagado el ‘impuesto de guerra’. “A ver el recibo”, dijeron. “Lo sabía, ya nos chingaron”, me dije. Un insurgente me cacheó y encontró el cartucho quemado que había levantado. Con pedantería lo mostró a sus compañeros como prueba de no se qué. Dejaron de apuntarnos y pasaron a requisarnos los vochitos, las cámaras fotográficas y 450 nuevos pesos más. (Pobres periodistas aprendices de “corresponsal de guerra”). El que daba las órdenes, golpeando el toldo del vochito de Chiltak dijo: “¡Este también se queda!”. “¡Cabrón!”, le dije en voz baja. La compañera Ana Valadez andaba por ahí. Había ido a pasar el fin de año con su familia. Ella era familiar de un legendario Secretario Municipal y al que conocí en 1971. Ana que había platicando con los rebeldes intercedió por nosotros.
Al cabo de una hora, hora y media nos liberaron y nos devolvieron lo requisado menos el takin (dinero). Seguramente habían enviado información a la Comandancia General del EZLN y ésta les dio la orden de liberarnos. Algunos queríamos seguir y llegar a Oxchuc. Lety no quiso continuar y regresamos a San Cristóbal con la nota, el morral hasta la madre de anécdotas.
Una semana más tarde, la Comandancia General del EZLN emitió una serie de boletines de prensa y comunicados dirigidos a 4 medios que van a exacerbar los celos profesionales en el - de por sí peligroso - tercer ejército: el de los periodistas, que van a etiquetar a Tiempo, La Jornada, El Financiero y a Proceso como los “Cuatro magníficos”.
Referente a esta crónica citamos dos:
5 de Enero de 1994.
“CASO DE "EL TIEMPO" - "EXCELSIOR".- Pero en el caso de los reporteros del diario local de SCLC "EL TIEMPO" y del periódico nacional "EXCELSIOR" sí es cierto que fueron detenidos por nuestras tropas en la cabecera municipal de Huixtán en los momentos en que dicha posición era atacada por fuerzas enemigas. En ningún momento los miembros de la prensa fueron agredidos o torturados y se les recogieron sus medios mientras se confirmaba su identidad. Un error de apreciación del mando de la unidad zapatista provocó que a los periodistas les fuera recogida, indebidamente, la cantidad de N$ 700.00. Nuestro EZLN pide disculpas serias por este error cometido con los trabajadores de la prensa y se ofrece a reintegrar a la brevedad posible la cantidad decomisada.” (Departamento de prensa del EZLN, 5 de enero de 1994. Boletín de prensa del Comité Clandestino Revolucionario Indígena – Comandancia General del EZLN. Informe de lo ocurrido los días 3 y 4 de enero de 1994.)

6 de enero de 1994.
“También me piden que les haga llegar la cantidad de N$ 700.00 (-Setecientos nuevos pesos-) para reponer la cantidad que les fue, indebidamente, quitada a sus reporteros y a los del periódico "Excélsior" por una de nuestras unidades zapatistas.
Pedimos que hagan público que esta cantidad les ha sido reintegrada y que nos disculpen por este exceso de nuestras tropas.
(…)
Un abrazo a los que se dejen.” (Para el periódico "EL TIEMPO" de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Comunicado de prensa del subcomandante Marcos. Enero 6, 1994)
Con gusto recibimos el abrazo…

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