viernes, enero 06, 2012

A 6,570 días del levantamiento armado de EZLN/II

Gaspar Morquecho/Foto: Oriana Elicabe

El Sub Marcos había regresado de San Miguel. Era la noche del 31 de diciembre de 1993 y a unas horas de la hora 0 del día D los zapatistas. Desde su centro de radiocomunicación montado en una “casa de seguridad” en uno de los barrios pirrurris de San Cristóbal de Las Casas se enteraba del estado de cosas. 


A la espera de las 0 horas de los relojes zapatistas, es muy probable que el Sub revisara que sus armas estuvieran al ciento: una escopeta recortada Cal. 12 y una mini Uzi, Cal. 9 mm con un cargador de 32 tiros. La mini había sido arreglada por los armeros zapatistas. Contaba con un cañón más largo al que habían adaptado una empuñadura de madera, al parecer, sin culata y con una correa para portarla “al hombro”. Para la muy especial noche/madrugada/jornada que le esperaba al Sub, había preparado un atuendo adecuado para el invierno en tierra fría: botas de campaña, pantalón, camisola, chamarra abrigadora, poncho y pasamontañas en color negro (apenas asomaba el paliacate). El gran ojal de pasamontañas denunciaba, una de dos, que el Sub no quería perder la visual de 180 grados, o quería lucir la nariz.
En los pueblos y comunidades zapatistas habían concluido las jornadas de oración, las bases de apoyo se habían despedido de las tropas de insurgentes y milicianos. Estas se habían concentrado en los puntos de partida hacia la toma de las siete cabeceras municipales. Algunas “bases de apoyo” se insubordinaron y avanzaron junto con los insurgentes a la toma de los pueblos. Atrás habían quedado 10 años/3,650 días/87,600 horas de aquel día en el Chuncerro y del campamento La Garrapata donde se nació el EZLN.
Había quedado atrás la rebelde celebración del V Centenario aquel 12 de octubre de 1992. Ese año, las agrupaciones campesindias habían fundado el Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas (FOSCH) y, al menos, 15 mil indígenas - hombres y mujeres - marcharon por las calles de San Cristóbal de Las Casas. En la coyuntura, el EZLN había “abierto” parte de sus fuerzas en la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ). (Al parecer, también fue un dispositivo táctico para la “acumulación de fuerzas”).
Los campesindios se citaron en el monumento a Las Casas, allá por el Teatro de la Ciudad. Las agrupaciones indígenas formaron una columna que se desplazó por la Diagonal Centenario, la Diego de Mazariegos hasta llegar a la Plaza 31 de Marzo. Se dirigieron hacia el mercado Castillo Tielemans y regresaron por Lázaro Cárdenas. El contingente de la ANCIEZ - que marchaba con una formación de “cinco en fondo” -, se detuvo frente al ex convento de Santo Domingo. Allí, una brigada - con atuendo zinacanteco -, se desprendió del contingente y derribó a golpe de marro la estatua de Mazariegos, el conquistador/fundador de Ciudad Real. En varios pedazos quedó exhibida en la Plaza Central mientras se realizaba el mitin. “Ese día yo los filmé a todos”, confió Marcos en 1994. Efectivamente, el Sub vestido de civil y con una gorra roja de beisbolista filmaba el evento. Al concluir el acto indígena, de la masa reunida frente al Palacio Municipal se desprendió la columna de la ANCIEZ para abordar sus unidades de transporte y retornar a sus pueblos. (Es muy probable que la movilización de las fuerzas zapatistas el 12 de octubre de 1992 haya sido un ensayo para el desplazamiento de sus tropas en 1994.)
El derribo de Diego de Mazariegos provocó la enorme indignación de los Coletos que, encabezados por el presidente municipal Mario Lescieur Talavera, fundaron el Comité Cívico San Cristobalense que se sumó a los comités de los
ganaderos de Palenque y Ocosingo. Agrupaciones que van a jugar el papel de contra - civil y armada –, antes y después del levantamiento.
(Hace unos años, un ex presidente municipal me contó que para el 450 aniversario de la fundación de Ciudad Real, las autoridades municipales y el patronato Fray Bartolomé de Las Casas, buscaron alguna representación gráfica del conquistador Diego de Mazariegos con el objeto de mandar hacer su estatua en bronce. Nunca la encontraron. Así que decidieron utilizar la imagen… de saber quien… de un desconocido para hacer la pieza. Lo que importaba a esos coletos era una representación simbólica de sus ancestros de su estirpe. Un español conquistador/ fundador de la Real Ciudad. Barbado con armadura y espada en mano. La estatua derribada por los indios nunca fue repuesta y los pedazos se dispersaron en algunas colonias y comunidades indígenas. La base permaneció como mudo testimonio del homenaje y del agravio.)
Atrás había quedado también, el relevo que Carlos Salinas ordenó en la Secretaría de Gobernación. El capitán Fernando Gutiérrez Barrios fue retirado del cargo en 1993. En su lugar quedó Patrocinio González Garrido ex gobernador de Chiapas. (Gutiérrez Barrios inició su carrera política en el Ejército Mexicano. Trabajó en la Dirección Federal de Seguridad, organismo de la seguridad nacional y de los servicios de inteligencia en México. Fue su titular de 1964 a 1970 con el gobierno asesino de Gustavo Díaz Ordaz. Ese organismo manejaba la policía secreta y acusado de ser el aparato represivo contra las organizaciones y los movimientos de izquierda - políticos y armados - que surgieron durante las décadas de los 60's y 70's. Después fue Subsecretario de Gobernación hasta que Carlos Salinas lo nombró Secretario de la misma. El 4 de enero de 1993, fue sustituido por el gobernador de Chiapas. Salinas quería cerca a Patrocino por su información del movimiento armado en Chiapas.)
A mediados de 1993, en la ciudad de Las Casas, la tensión social se había agudizado por importantes motivos: la muerte de los dos militares al sur de ese municipio; la confrontación de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y el Ejército federal; el choque en Corralchén y el enfrentamiento entre bases de la ANCIEZ y priístas en el ejido Morelia en el municipio de Altamirano. La población hablaba abiertamente del posible levantamiento de los indios. Un coleto radical afirmaría entonces: “Puede ser. Lo cierto es que históricamente (a los indios) los han aniquilado”. Se le ponía fecha a la rebelión: “es pal 6 de agosto”, es pal 12 de octubre, es pal 17 de noviembre”. (Después nos enteramos que la del 6 y la del 17 eran fechas conmemorativas del EZLN. El 1 de enero del 94, Marcos comentó: “no eran malas fechas”). Nadie atinaba que - desde una perspectiva militar -, la fecha adecuada era movilizarse el día último del año y tomar los pueblos a las primeras horas del primer día del año nuevo… todas las fuerzas armadas, a esas horas, estaban prácticamente desmovilizadas. Me parece que lo del TLC sólo le dio un casual plus al acontecimiento.
Sin duda que en diciembre de 1993 estaba decidido ocupar las cabeceras municipales de las poblaciones de Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Chanal, Oxchuc, Huixtán y la emblemática ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Centros racistas de poder político y económico priísta mestizo e indígena. En Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas los grupos de poder estaban integrados por las asociaciones de ganaderos y los comerciantes. En Oxchuc, Chanal y Huixtán los indios priístas usufructuaban el poder político municipal y los mestizos la usura y el comercio.
La ciudad de Las Casas concentraba y arraigaba la brutal práctica del racismo regional, paradójicamente, más visible y descarnada entre los coletos pobres. Sede los poderes económicos y políticos de la sociedad ladina conservadora con gobiernos priístas. Sede de los servicios públicos (instituciones de los gobiernos federal y estatal, centros educativos, de salud, de investigación) y religiosos (sede de la Diócesis de San
Cristóbal y de las iglesias cristianas no católicas), la ciudad coleta crecía, también, como destino turístico. Sus características históricas, económicas, políticas, culturales, más las movilizaciones indígenas, eventos violentos y choques de la Diócesis con el Ejército federal recientes, la perfilaron como buena “caja de resonancia” para el levantamiento. Por su ubicación y entorno montañoso, la ciudad de San Cristóbal era idónea para una ocupación y retirada, rápida y segura.
(Seguramente en los planes del Sub Marcos no estaba promover turísticamente la añosa Ciudad Real. Como nunca en su historia, ningún gobierno, oficina de turismo, iglesia, partido, persona o acontecimiento proyectó a esa ciudad en el mundo como el levantamiento armado zapatista y la figura de Marcos en la plaza principal. En los primeros meses del 94, un empresario de San Cristóbal diría con cinismo: “Ahora no tengo de qué preocuparme. Si hay guerra mis hoteles se llenan de periodistas y si no hay guerra, se llenan de turistas”…algo así como los “beneficios colaterales”… para algunos.)
A finales del segundo cuatrimestre de 1993, había mucho ruido y actividad en Los Altos y la Región de las Cañadas. El Ejército había cobrado mayor presencia con el pretexto del narcotráfico. En agosto de 1993, Luis Donaldo Colosio, Secretario de Desarrollo Social, visitó la cabecera del municipio de Las Margaritas y anunció la inversión de 170,000 millones de pesos para beneficiar a las regiones más pobres de Chiapas. Dos semanas más tarde, el 6 de septiembre regresó al lado de Carlos Salinas de Gortari e iniciaron, en Guadalupe Tepeyac, la Semana de Solidaridad. Ahí inauguraron una clínica hospital. Cientos de campesinos se concentraron en el acto. Buena parte de ellos eran bases zapatistas. Marcos comentaría después: “Salinas no sabia a quiénes tenía enfrente”. En octubre, Patrocinio González Garrido, titular de la Secretaría de Gobernación con la complicidad del nuncio apostólico Girolamo Prigione pretendieron descabezar la Diócesis de San Cristóbal. Patrocinio estaba convencido de que Samuel Ruiz era responsable de la guerrilla en la selva. Miles de indígenas del Movimiento del Pueblo Creyente se manifestaron en defensa de su Tatic. Era evidente que el gobierno de Salinas había iniciado una ofensiva económica, política y militar con la intención de neutralizar a la guerrilla y evitar el levantamiento.
Sin embargo, el 29 de diciembre de 1993, corrió con fuerza la noticia que campesinos de la Cañada de Patihuitz había secuestrado 3 camiones del señor Solórzano, un ganadero de Ocosingo. Las unidades y los trabajadores del ganadero se encontraban retenidos en la comunidad de San Miguel. En casa de Tiempo, Alejandro Ruiz y yo, acordamos trasladarnos a San miguel. Doña Conchita Villafuerte nos dio una “carta de presentación”. Sin más, nos montamos en el vochito de Chiltak y jalamos rumbo a la “zona de conflicto”. En la parroquia de Ocosingo reinaba el nerviosismo y la discreción. No nos dieron algún contacto en San Miguel y le seguimos rumbo a la cañada. Al llegar a San Miguel un campesino nos detuvo y con alarma nos dijo: “Hay gente que está haciendo mucha pendejada”. Le dijimos que íbamos entrar y de regreso íbamos a platicar con él. Antes de llegar al centro de San Miguel un grupo de campesinos nos detuvo y rodearon el vochito, no nos dejaron bajar. Nos presentamos y preguntamos que estaba pasando: “Aquí no pasa nada”, dijeron. Su nerviosismo era evidente y su hermetismo mayúsculo. Nos despedimos y dimos la vuelta. No habíamos recorrido 100 metros cuando, en una curva y sobre una pequeña loma, asomaron 3 guerrilleros uniformados y armados. El lugar era propicio para que los pudiéramos ver. ¡En la madre! Ahí están. ¡Puta madre, quiénes son esos cabrones! Alejandro y yo nos hicimos mil peguntas y especulamos cuanto quisimos. A las orillas de San Miguel nos seguía esperando el campesino que nos quería dar información. No paramos. Con lo que
habíamos visto era suficiente. “Algo va a pasar” repetía Alejandro. (Según Marcos, los secuestros en San Miguel habían sido una “maniobra de atracción”.)
En Ocosingo entrevistamos -vía telefónica- a José Fernando López Ardínez, presidente municipal del lugar: “No pasa nada. Sabemos que hay movimiento de gente. Puede ser alguna procesión religiosa”, dijo. Oscurecía y antes de salir del poblado vimos una camioneta del Ejercito Federal al palacio municipal. Había llegado el general Miguel Ángel Godínez, jefe de la 7 región militar, el general Gastón Menchaca Arias, jefe de la 31 zona militar, o ambos.
Total, con más preguntas dijimos… ¡Vámonos a Sancris! Y, para el camino… una pomo de ron añejo. Alejandro, necio, insistía: ¡Algo va a pasar! Yo contestaba: ¡Nada! ¿Qué chingaos va a pasar? Antes de llegar Cuxulhá nos cruzamos con 3 o 4 camiones de la policía de Seguridad Publica. En Huixtán pasé a saludar a viejos amigos tsotsiles. Estaban reunidos tomando café con hojuelas en espera del “año nuevo”. María me preguntó: ¿Qué va haber guerra? La consulta me sorprendió. Después de repasar: Secuestros, guerrilleros, jefes militares, policía en camino y María preguntando, solo pude contestar: “Parece que sí María… parece que sí va a haber guerra.”

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