viernes, marzo 25, 2011

Puntos Cardinales

DESDE TARUMBA, PARA JAIME

Oscar Palacios

Permítanme olvidar por hoy el trágico diario acontecer político para recordar a un poeta admirado con estos volanderos apuntes:

Conocí a Jaime Sabines entrando a la preparatoria, allá en lo que fue el inolvidable ICACH. A un poeta, para conocerlo, hay que leerlo. Tuve la fortuna de tener maestros de elevada cultura, miembros del Ateneo: Eliseo Mellanes Castellanos, Jacobo Pimentel, Andrés Fábregas Roca, por citar algunos. El maestro Mellanes, con su carácter huidizo, aparentemente tímido, era un provocador en el buen sentido de la palabra. Nos llevaba con tersura hacia el mundo de de la literatura. No sólo se preocupaba por la literatura universal sino que nos hablaba con entusiasmo de las nuevas voces. Eran los finales de los cincuenta del siglo pasado y ya dos chiapanecos escalaban la cima de la excelencia: Rosario Castellanos y Jaime Sabines.

Y fue Tarumba la que me hermanó a la poética de Sabines -- hasta hoy, tanto así que desde hace nueve años así se llama el espacio de mi diario vivir, aquí en SCLC --, porque fue el primer texto que llegó a mis manos y que discutíamos, con nuestras limitaciones, entre los adolescentes amigos afines de aquel entonces. Ahí imaginamos que Tarumba era Tuxtla y la rutina de los pueblos olvidados del sur. Que la sencillez en el lenguaje abre los surcos para el entendimiento y el gozo. Poeta de lo cotidiano, se le ocurrió a alguien calificar por ahí. Como si lo cotidiano no fuera el sustento de la poesía viviente, la que está alrededor, la que anda en busca de una pluma – como la de Sabines – que la transcriba y le dé la música del aire, el calor del fuego, el color de la tierra y nos apague la sed existencial de las eternas preguntas sin respuesta. Dice el poeta:

En este pueblo, Tarumba,

Miro a todas las gentes todos los días.

Somos una familia de grillos.

Me canso.

Todo lo sé, lo adivino, lo siento.

Conozco los matrimonios, los adulterios,

Las muertes.

Sé cuándo el poeta grillo quiere cantar,

cuando bajan los zopilotes al mercado,

cuándo me voy a morir yo.

Sé quiénes, a que horas, cómo lo hacen,

Curarse en las cantinas,

Besarse en los cines,

Menstruar,

Llorar, dormir, lavarse las manos.

Lo único que no sé es cuándo nos iremos.

Tarumba, por un subterráneo,

Al mar.

Jaime Sabines decía que la poesía es el tránsito de una soledad a otra. Cierto, lo humano es soledad y la poesía no es más que el reflejo de lo humano. La poesía viene de algún rincón del infinito. Cae del cielo como maná y el poeta la recolecta, como se recoge la luz, el sueño, la esperanza. La poesía es pues, la historia del hombre y la mujer Es el camino de lo cierto y lo incierto, es la necesidad espiritual de reconocernos, de intentar comprender que somos algo más que este cuerpo que habrá de difuminarse en polvo, ceniza, nada.

Jaime Sabines logró, con su sensibilidad excepcional, acercarnos a la poesía y nos transformó, el decir de Paz, en poetas lectores. ¿Cuántos no hemos estado en Yuria, que puede ser un pueblo, o hemos amado porque puede también ser una mujer o tener yuria, que puede ser una enfermedad? ¿Cuántos no hemos recobrado el paraíso de Adán y Eva en esa prosa poética elástica, frágil, intensa? ¿Cuántos no nos han abrazado los amorosos en momentos de incertidumbre entre el juego-fuego del amor-desamor? ¿Cuántos no hemos sentido la piel descarnada ante la fragilidad de nuestro ser ante la muerte del mayor Sabines?

La historia oficial dice que Jaime Sabines murió hace doce años. No lo creo. Los auténticos poetas nunca mueren porque su palabra sigue viva. Y los humanos somos palabra, lenguaje. Él pasó a la cuarta dimensión donde habitan los que soñaron que un mundo mejor era posible. Y está presente en cada línea, en cada destello de su poética que sigue – y seguirá -- alumbrando a las actuales y futuras generaciones.

Te saludo Jaime, desde mi Tarumba y leyendo tu –nuestra –Tarumba. Un día de estos nos encontraremos allá, entre el nebuloso brillar de la vía láctea. Claro, no lo sé de cierto, lo supongo.

A la casa del día entran gentes y cosas.

Yerbas de mal olor,

Caballos desvelados,

Aires con música,

Maniquíes iguales que muchachas;

Entramos tú, Tarumba, y yo.

Entra la danza, entra el sol.

Un agente de seguros de vida

Y un poeta.

Un policía.

Todos vamos vendernos, Tarumba.

Y ya con esta me despido. Lo prometido es deuda. Cierto es que el maestro Julio César Chamé—dirigente de la sección 40 del magisterio chiapaneco-- tiene todo el derecho de expresar sus sentimientos. Lo malo está en la forma viniendo de un maestro. Lo llamo poeta porno-erótico – porno, por no saber que es rima, por no saber que existen

sinónimos, por no saber qué es cacofónico, por no saber qué es redundancia y etc.—y erótico por “succionar tus pechos… saliva…pubis…y mejor que alguien lo suba a Internet para que lo escuchen. Hay un acierto indiscutible: la música. David Pichardo—sensible cantautor—sabe su oficio. Así que no nos queda más que cantar: ¿A dónde van las cuotas, señor a dónde van?... ¡Ay, Oscar!, Vos todo te puede, idiay pues…

ospal2@hotmail.com

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