Comitán, Chis; 18 de febrero.- Clara, la esposa del pastor Eduardo Hernández Pérez, estaba emocionada. Había terminado el destierro forzoso de 90 días y la tarde del viernes regresaba a su hogar, en la comunidad tojolabal de Buenavista Bawitz.
Con un niño cargado a la espalda y un morral donde guarda sus pertenencias, la mujer despedía con alegría, cuando caminaba hacia el vehículo que la llevaría a su lugar de origen, de donde fue echada por la intolerancia religiosa.
Desde la mañana del viernes, Clara se preparó para el retorno. Se bañó y se peinó para esperar a las autoridades estatales, con sus pertenencias que logró reunir durante los 90 días que permaneció desplazada.
Junto a Clara, otras tres mujeres caminaron a su lado. Una de ellas llevaba un guajolote, otra caminaba acompañada de niños y una más llevaba una guitarra al hombro.
Ropa, animales, trastos, enseres domésticos, semillas y aparatos eléctricos fueron acondicionados en un camión que proporcionó la Subsecretaría de Asuntos Religiosos.
La colonia Jerusalén, lugar que en casi dos décadas ha recibido a desplazados por problemas religiosos, salieron a los pórticos a despedir a los desplazados que saludaban jubilosos.
En la colonia 20 de Noviembre, en otro de extremo de Comitán, otro grupo de desplazados estaba listo para partir a su lugar de origen, en la zona de Las Cañadas.
“Que Dios te bendiga”, soltó Serafina antes de abordar la unidad que la esperaba en una de las empinadas calles de la colonia 20 de Noviembre.
Mientras descendía la caravana de vehículos, Serafina podía divisar la localidad de Comitán en toda sus plenitud, pero también las montañas donde retornaría.
Con un niño cargado a la espalda y un morral donde guarda sus pertenencias, la mujer despedía con alegría, cuando caminaba hacia el vehículo que la llevaría a su lugar de origen, de donde fue echada por la intolerancia religiosa.
Desde la mañana del viernes, Clara se preparó para el retorno. Se bañó y se peinó para esperar a las autoridades estatales, con sus pertenencias que logró reunir durante los 90 días que permaneció desplazada.
Junto a Clara, otras tres mujeres caminaron a su lado. Una de ellas llevaba un guajolote, otra caminaba acompañada de niños y una más llevaba una guitarra al hombro.
Ropa, animales, trastos, enseres domésticos, semillas y aparatos eléctricos fueron acondicionados en un camión que proporcionó la Subsecretaría de Asuntos Religiosos.
La colonia Jerusalén, lugar que en casi dos décadas ha recibido a desplazados por problemas religiosos, salieron a los pórticos a despedir a los desplazados que saludaban jubilosos.
En la colonia 20 de Noviembre, en otro de extremo de Comitán, otro grupo de desplazados estaba listo para partir a su lugar de origen, en la zona de Las Cañadas.
“Que Dios te bendiga”, soltó Serafina antes de abordar la unidad que la esperaba en una de las empinadas calles de la colonia 20 de Noviembre.
Mientras descendía la caravana de vehículos, Serafina podía divisar la localidad de Comitán en toda sus plenitud, pero también las montañas donde retornaría.
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