Comitán, Chis; 27 de enero.- El Ejército y agentes de corporaciones policíacas estatales y federales lanzaron la más fuerte ofensiva contra la delincuencia organizada, que se tenga registrada en los últimos meses.
Desde la madrugada del jueves, las tropas de la VII Región Militar, agentes de diversas corporaciones estatales y federales, a bordo de lujosos vehículos irrumpieron en caravanas, en las apacibles calles de esta población.
En la tranquilidad de la madrugada, los agentes que viajaban en camionetas Humer, Toyota, Ford y Dodge, sin placas, ni distintivos que identificaran a las corporaciones a las que pertenecían, despertaron a los vecinos de las colonias cuando irrumpieron violentamente en residencias, negocios, oficinas, depósitos de autos y otros lugares.
En la oscuridad, con la ayuda de mazos, cizallas y barretas, los militares y policías abrieron bodegas, casas y negocios, ante la sorpresa de sus moradores que vieron frente a ellos los hombres encapuchados con rifles de asalto.
“Mi casa colinda donde están los soldados, pero la construcción del vecino tiene una ventanas que dan a mi propiedad; tengo miedo que se metan a mi terreno los soldados”, dijo un vecino del barrio Microondas, que debió pararse hacia las 04:00 horas cuando escuchó el trajín de los encapuchados.
Desde la propiedad donde realizaban los allanamientos podía escucharse en la vía pública la actividad que realizaban los soldados y policías.
Se oía con claridad que los militares y policías desprendían puertas, rompían paredes, tiraban objetos al piso, para luego salir de los sitios cargando bolsas de plástico de color negro.
El cansancio de los policías era notable al amanecer, porque muchos optaron por tirarse sobre las banquetas, mientras otro grupo trabajaba en el interior de las residencias cateadas.
Algunos vecinos despertaron para ver lo que sucedía desde las ventanas, azoteas y otros se paraban en el umbral de sus casas.
Durante los allanamientos, los militares cerraron las calles para los vehículos y personas.
“¡Alto!”, “No puede pasar por acá”, se escuchaba de los soldados enmascarados que se apostaron a la mitad de la calle, para evitar que los transeúntes se acercaban a ver lo que ocurría.
Al amanecer, los policías y soldados aun les faltaba muchas horas de trabajo, con las instalación de retenes, puestos de control, patrullajes y más allanamientos.
Desde la madrugada del jueves, las tropas de la VII Región Militar, agentes de diversas corporaciones estatales y federales, a bordo de lujosos vehículos irrumpieron en caravanas, en las apacibles calles de esta población.
En la tranquilidad de la madrugada, los agentes que viajaban en camionetas Humer, Toyota, Ford y Dodge, sin placas, ni distintivos que identificaran a las corporaciones a las que pertenecían, despertaron a los vecinos de las colonias cuando irrumpieron violentamente en residencias, negocios, oficinas, depósitos de autos y otros lugares.
En la oscuridad, con la ayuda de mazos, cizallas y barretas, los militares y policías abrieron bodegas, casas y negocios, ante la sorpresa de sus moradores que vieron frente a ellos los hombres encapuchados con rifles de asalto.
“Mi casa colinda donde están los soldados, pero la construcción del vecino tiene una ventanas que dan a mi propiedad; tengo miedo que se metan a mi terreno los soldados”, dijo un vecino del barrio Microondas, que debió pararse hacia las 04:00 horas cuando escuchó el trajín de los encapuchados.
Desde la propiedad donde realizaban los allanamientos podía escucharse en la vía pública la actividad que realizaban los soldados y policías.
Se oía con claridad que los militares y policías desprendían puertas, rompían paredes, tiraban objetos al piso, para luego salir de los sitios cargando bolsas de plástico de color negro.
El cansancio de los policías era notable al amanecer, porque muchos optaron por tirarse sobre las banquetas, mientras otro grupo trabajaba en el interior de las residencias cateadas.
Algunos vecinos despertaron para ver lo que sucedía desde las ventanas, azoteas y otros se paraban en el umbral de sus casas.
Durante los allanamientos, los militares cerraron las calles para los vehículos y personas.
“¡Alto!”, “No puede pasar por acá”, se escuchaba de los soldados enmascarados que se apostaron a la mitad de la calle, para evitar que los transeúntes se acercaban a ver lo que ocurría.
Al amanecer, los policías y soldados aun les faltaba muchas horas de trabajo, con las instalación de retenes, puestos de control, patrullajes y más allanamientos.
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