miércoles, agosto 11, 2010

Análisis a Fondo: Por qué la mariguana es prohibida

Francisco Gómez Maza

· Por qué no prohibir con rigor tocino, jamones y carnitas

· La yerba adquiere valor cuando se comienza a perseguir

En esta reflexión acerca de la prohibición de las drogas ilícitas y su eventual despenalización, hoy dejó mi espacio a una autoridad en las leyes. Al doctor Clemente Valdés S. – miembro del Consejo Directivo Mundial de la Asociación Internacional Derecho, Ciencia y Ética, con sede en Estrasburgo, Francia -, quien tuvo la gentileza de enviarme su posición frente a este negocio de si se deben legalizar o no los estupefacientes. Afortunadamente, el maestro Valdés y yo estamos en el mismo equipo. Somos de los que estamos por acabar con la prohibición y con ello con el narco tráfico, la violencia, la sangre y la mortandad ya sea de narco traficantes o de gente inocente, éstos últimos considerados “daños colaterales” del ahora matizado “combate por la seguridad pública”:





El doctor dice:





Los dogmas, los prejuicios y los miedos absurdos, siguen siendo la fuente principal del Derecho en algunos países del mundo. No sólo tenemos miedo de cambiar reglas sin sentido; tenemos también miedo de discutirlas abiertamente. Es increíble que alguna vez se haya incluido a la marihuana entre las drogas prohibidas en México. Es aún más increíble que se siga conservando a la marihuana entre esas drogas.





Qué es lo que se trata de proteger ¿La salud de la población? El alcohol y el tabaco son mucho más dañinos a la salud, mucho más adictivos, y los productores de esos venenos son vistos como empresarios respetables que aparentemente pagan impuestos. ¿Se trata de impedir el consumo de productos que dañen la salud? Si ese es el objetivo, deberían prohibirse y castigarse con mucho más rigor la producción, la venta y el consumo de tocino, jamones, “carnitas”, barbacoa y los productos elaborados con grasas animales que, de acuerdo con el estado actual de la investigación científica, contienen grandes porcentajes de colesterol y son la causa principal de la mayoría de los males cardiovasculares que, a su vez, causan cien veces más muertes que todas las llamadas drogas juntas.





La marihuana, antes de que se iniciara su persecución en México, crecía en todos los pueblos; cualquier señora respetable tenía en el corral de su casa sus plantas de mariguana y regalaba algunas hojas a quien se las pidiera. Era imposible que hubiera tráfico de marihuana, porque ésta ni siquiera se vendía, no tenía valor comercial alguno y, naturalmente, nadie mataba a otro por tener, por comprar o por vender marihuana. No se empacaba, no se importaba ni se exportaba, no se transportaba, la había en todos los pueblos, en los caminos y en las rancherías. Su consumo no aumentaba, no formaba parte de los negocios de nadie, ni siquiera de la policía, y no constituía ningún problema social.





El consumo de la marihuana aumenta y adquiere un valor comercial cuando se empieza a perseguir. Igual que ha sucedido con el alcohol en muchos países; una vez que su producción, su venta y su consumo son perseguidos, se convierte en una mercancía muy cara por la dificultad para conseguirla y se vuelve un negocio tan grande como grandes sean las prohibiciones y los castigos por su comercialización que, por estupidez o por complicidad, se hace necesariamente clandestina. El precio de las llamadas drogas, como el precio de cualquier cosa que pueda ser deseable, aumenta en función de la dificultad para obtenerla. El negocio es enorme porque las penas por su comercialización y por su posesión son terribles. La amenaza del castigo y el aumento de las penas de prisión son inútiles para acabar con el negocio. Entre más aumenten las penas, más aumentan los precios, y más lucrativo es el negocio. Finalmente, llega el momento en que el tamaño del negocio, por el tamaño de las penas, es tan grande, que hay dinero para corromper a todas las policías, las procuradurías y a cualquiera de los altos empleados de un gobierno, o para eliminarlo si resiste la corrupción. La pequeña, la humilde marihuana, sólo empezó a florecer como negocio cuando se empezó a perseguir su producción, su venta y su consumo.





Entre los argumentos más repetidos está el que considera que debe castigarse el uso de la marihuana porque induce al consumo de substancias mucho más dañinas como el opio y sus derivados. Esto no tiene mayor fundamento. La marihuana está relacionada con drogas verdaderas únicamente porque los ordenamientos legales la han relacionado con ellas; si el consumo del alcohol, que es mucho más adictivo que la mariguana y también que la cocaína, estuviera entre las drogas prohibidas se consumiría también en forma clandestina y se vendería a escondidas, junto con otras drogas en un mercado criminal, contra el cual, igual que con el sistema que estamos aplicando en la lucha contra estas adicciones, se han perdido y se seguirán perdiendo todas las guerras.



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