miércoles, julio 28, 2010

Alejandro está de regreso en casa


Comitán, Chis; 27 de julio.- “¡Te amo hijito!”, exclamó Ángel Guillén de León cuando abrazó y beso su hijo Alejandro Guillén Moreno, de 13 años, dos horas después de que una banda armada lo secuestró en Las Margaritas.

Por la mañana que pintaba soleada en Las Margaritas, Ángel Guillén de León, un próspero comerciante se encontraba en una notaría pública en Comitán, cuando tres hombres con capuchas irrumpieron en su hogar, en pleno centro de Las Margaritas.
Los hombres con capuchas y armados con pistolas, a decir de Alejandro Guillén Moreno, iban por David, su hermano de diez años, pero justo cuando entraba a bañarse, escuchó el ajetreo por lo que trató de indagar qué es lo que sucedía y fue cuando se plantó ante los secuestradores: “Mejor llévenme a mi”, les pidió.

Los persiguió

Mientras dos hombres ataban con cinta industrial a la sirvienta, la madre de Alejandro y sus hermanos David y René, éste de 11 años de edad, David también lo aprisionaban.
Para las 10:02 de la mañana, la camioneta azul Blazer LS, tipo Durango, con placas DRB 5136, dejaba la residencia de la familia Guillén Moreno y tomaba la salida hacia Comitán.
No había pasado más de cinco minutos, cuando Ángel Guillén de León recibió la noticia de que un grupo armado llevaba secuestrado a su hijo en una camioneta de color azul. No lo pensó más y tomó su vehículo con dirección a Las Margaritas.
Durante varios kilómetros Guillén León no pudo divisar el vehículo el que llevaban secuestrado a su hijo, pero a través de su teléfono celular lanzó llamados a todas las corporaciones para tratar de dar con el paradero de la Blazar.
Todas las corporaciones policíacas activaron la alerta y varias patrullas se habían apostado en los principales cruceros.
Al fin, después de 15 minutos, Ángel logró ver la Blazar a la altura del Cbtis 108. Tomó con decisión el volante y aceleró la máquina para interceptarlos y fue cuando con su auto se brincó el camellón del Bulevar a Las Margaritas.
Cuando estaba a unos metros de los secuestradores los impactó, pero los secuestradores se bajaron con las armas dispuestos a tirar.

Se quiso entregar

-“Me vengo a entregar. Llévenme a mi”, clamó Guillén de León, pero los secuestradores le ordenaron que subiera a su auto, por sin no lo hacía, entonces abrirían fuego con sus armas.
Para ese momento, varias patrullas de la policía estaban apostados sobre la Panamericana y cuando los secuestradores dejaron el Libramiento Sur y tomaron el Bulevar de Las Federaciones inició la persecución que se prolongó por varias colonias del poniente de Comitán.
En la persecución iban agentes de la Policía Federal (PF) a bordo de la patrulla 12502, pero a la altura de la colonia Latinoamericana los secuestradores abrieron fuego y dispararon en tres ocasiones al conductor, pero fallaron.
Para ese momento, la Policía Estatal Preventiva (PEP), Estatal Fronteriza (PEF) y Policía Municipal encabezan la persecución de la Blazer que tomó con dirección al basurero municipal, hacia el ejido Pashtón Acapulco.

Un detenido

Los secuestradores estaban acorralados y sin salida. El único camino que tenían frente a ellos decidieron tomarlo con dirección al poniente y para su suerte no había cadena.
En su desesperación, los secuestradores decidieron dejar la vía que lleva al basurero y tomaron un camino hacia el norte. Después de más de 800 metros la vía se les terminó y fue cuando se despojaron de las capuchas y tomaron a Alejandro para continuar su huida por los matorrales. Era demasiado tarde.
Un comandante de la Policía Estatal Preventiva, Víctor Manuel Morales, el oficial Javier Cruz Gómez y el agente de la Policía Municipal, Isabel Aguilar Aguilar, estaban a 20 metros de los secuestradores que para perdidos decidieron abandonar al menor con un billete de 200 pesos en la manos.
Todavía les dio tiempo de intercambiar unos disparos de arma de fuego con los policías que los seguían.
Alejandro entonces soltó una lágrima cuando su tío, un oficial de la Policía Federal lo abrazó.
-¿Lo conoce?, le preguntaron los reporteros y él contestó: “Sí, es mi sobrino”, pero todavía faltaba que al sitio llegara su padre con el que se fundió en un abrazo.
Al cabo de cuatro horas de persecución en el bosque y constantes disparos, agentes de la PEP y PM lograron detener a uno de los tres secuestradores.

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