martes, mayo 18, 2010

El día que la “zona” fue tomada


Toño Aguilar.

Un hombre camina tambaleante por un callejón de la “zona de tolerancia”, revira de puerta en puerta en busca de una mujer de su agrado.

Por fin después de varios minutos, el desalineado parroquiano, ve una mujer de gruesas piernas que le llamaron la atención de atención de inmediato y sin más preámbulos le dice a boca jarro: ¿cuánto cobras?, dice el ebrio y la joven responden que su tarifa es de cien pesos. “Va, ya está. Vamos papito”, dice la mujer que extiende la mano para recibir el dinero, para luego caminar entre los laberintos que conducen a los cuartos del bar.

Pero minutos después, en el callejón, donde el mismo sujeto camino, decenas de policías y militares con el rostro cubierto y cargando sus armas, llegan sorpresivamente. Nadie sabe porque “hay tantos policías y militares” esa noche en la “zona”, otros de los parroquianos sienten miedo y algunos trabajadores corren para esconderse, pero ya es demasiado tarde.

Parece una guerra

Los encapuchados con sus fusiles de asalto a toda prisa. Buscan canabis, coca, armas e centroamericanos “sin papeles”, que según las autoridades tienen como su “refugio”, para evadir a las autoridades migratorias.

Esta noche en la “zona de tolerancia” parece que fue alcanzada por “guerra” que diseña el gobierno federal desde hace cuatro años, contra la delincuencia organizada.

En pocos minutos, el lugar parece controlado por los uniformados, por lo que algunos parroquianos deciden tomar sus vehículos y se retiran; algunos taxistas, lamentan haber llegado a esa hora y no pueden dejar la “zona” hasta que el operativo termine. Ya son las dos de la mañana, el cansancio, el tedio y silencio es la constante. La música del bar “Beijin” cedió.

El temor y la tensión se perciben en todos lados, más aún cuando los policías toma posiciones frente al bar “Los Reyes”, en donde esperan la salida de agentes del Instituto Nacional de Migración (INM).

La espera es larga y algunos parroquianos, ya ebrios, buscan llamar la atención de los uniformados lanzando ocurrencias de todos sus movimientos, sin embargo nadie hace nada.

Dentro del bar “Los Reyes” esta Rita, una jovencita de tan solo 21 años de edad que

temerosa, responde a todas las preguntas de los agentes del INM; unas estrellas dibujadas en el contorno de sus ojos, la hacen ver bien, al menos así de dicen sus amigas.

Rita salió de su casa, en Antigua, Guatemala, hace ya tres años, sus padres no saben a qué se dedica, pero ella asegura que lo hace por necesidad y por tener una vida más digna.

¿Por qué haces esto?, le pregunté, pero su mirada que traspasaba sus cabellos rubios que le caían sobre la cara, se negaba a contestar, pero lanzo una leve sonrisa y dijo: “por necesidad”.

El rostro inocente de Rita demuestra la edad que tiene, pero sus zapatos de tacón, más altos de los que usaría una jovencita de su edad, la obligaban a verse mayor, mismos que hacen juego con un par de pulseras con estrellitas estampadas, todo parece que son sus preferidas.

Se muerde los labios, su nerviosismo es evidente, sabe que la hora de partir se acerca, pero no sabe a dónde la llevaran, no sabe qué será de ella.

Creí que nos matarían

Rita fue una de las mujeres inmigrantes que se escondieron en un cuarto especial sobre el techo de un bar, para evitar que los uniformados las encontraran, pero no tuvieron suerte.

“Creímos que no nos encontrarían, pero de repente escuchamos los pasos en la lámina, creí que nos matarían.

Gracias a Dios estamos bien, ahora solo nos queda esperar…al tiempo en que tomó un cobija, su bolso y salió del bar.

La tensión continuaba en la calle principal de la “zona de tolerancia”, cuando repentinamente un grito desesperado rompió el silencio, “¡agárrenlo, agárrenlo, es un ladrón!”, lanzó una “mujer” con voz quebrantada.

Me robó

Un sujeto corría delante de la mujer, pero se topo con una valla de uniformados y mejor se detuvo y de inmediato se quejó: “me robó 100 pesos la puta, le pagué y a la hora de la hora en la cama, no respondía la hija de su puta madre…tenía su cosita, era hombre”.

La mujer llegó también hasta donde estaba el sujeto, y llorando, le pidió a los uniformados que lo detuvieron; le había robado su bolso luego de brindarle un servicio, pero los policías no hicieron nada. “¿no van hacer nada?, deténganlo”.

El bolso de la “mujer” apareció debajo de un vehículo, la mujer lo tomó y se conformó, regresó al bar en donde trabaja, pero todo el drama que protagonizó, permitió que agentes de Migración la detuvieran, era indocumentada guatemalteca.

El sujeto se regreso con sus amigos, era el mismo que unos minutos antes llegó tambaleante en busca de sexo, pero encontrarse en la cama con un homosexual, le hicieron recupera sus sentidos, ya no tambaleaba y al cabo de unos minutos, decidió irse.

“Mi esposa me espera y ya es tarde, no sé qué pretexto le daré, y todo por la culpa de estos pinches policías que no nos dejaron salir”.


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