lunes, mayo 10, 2010

Doña Lesvia, una historia de abnegación y entrega

Día de la Madre

F. Darinel

Comitán; Chis. 9 de mayo.- En una pequeña casa azul, una de las últimas de colonia Belisario Domínguez, cercana a un barranco, formado por las excavaciones para extraer material para la construcción, se desenvuelve la historia de tres hijos minusválidos y una anciana madre, que a pesar de su edad no muestra signos de rendirse.

Lesvia Narváez Guillén se llama ella, tiene 68 años y es madre de seis hijos, los cuales y en orden de edad se llaman: Clara Luz, José Fernando, María Luisa, José Guillermo, Manuel de Jesús y Mari Cruz, todos ellos de apellidos Castellanos Narváez.



Explica que hace más de 15 años llegaron a Comitán ella, su esposo y sus 6 hijos, huyendo de la pobreza y la falta de oportunidades que existían en la colonia Río Blanco del municipio de La Independencia, de donde son originarios.



A su llegada a Comitán, el padre de ella que ya vivía aquí, les permitió vivir en su casa y más tarde le regaló a doña Lesvia un pedazo de terreno en la colonia Belisario Domínguez, lugar en donde con mucho esfuerzo y sacrificio edificaron la humilde casa en donde ahora viven ella y sus tres hijos minusválidos.



Ya no nos ayudan




La humilde casa de techo de lámina galvanizada, ubicada sobre la calle Independencia y avenida 18 marzo de la colonia Belisario Domínguez, tiene un pequeño y estrecho pórtico, en donde forzadamente la luz del día penetra hacia una pequeña estancia que hace las veces de sala, comedor y cocina.



Ahí doña Lesvia nos cuenta como desde hace dos años se encuentra sin apoyo gubernamental y desde hace un año sin el apoyo de su esposo, por eso relata “antes nos venían a traer para las terapias y traslados de mis hijos por parte del DIF, ahora ya no nos ayudan…... Kánter era el que nos ayudaba, pero pues ahora ya no”.



Hace un año que enviudó y desde entonces no hay quien lleve el sustento diario a su casa para ella y para sus tres hijos que están a su cuidado, que a pesar de ser ya adultos, necesitan las atenciones de un niño, debido a su precario estado físico.



Con lágrimas doña Lesvia cuenta, cómo fue la forma en que falleció su esposo hace un año. Él se llamaba Francisco Castellanos Ramos y no sabe de que murió exactamente, sólo sabe que tenía 17 enfermedades incurables.



Así relata: “lo que él le paso… él se fue, ya no habló, ya no comió, ya no… nada; lo llevamos al hospital, pero en el hospital ya no lo recibieron, y lo que hice yo; me puse en oración –dado que ella es cristiana perteneciente a la nominación Unidad Cristiana Pentecostés- le dije a mi hija Mari Cruz ¿cómo le vamos a hacer con tu papá? porque no muere, no se levanta, no duerme, no come… nada, no bebe nada de agua”.



Triste termina narrando este difícil trance, en donde comenta lo que pasó después, “así tardó 4 días, por eso un día de esos en la tarde, a eso de las cinco pa’ las cinco le dije a mi hija, oremos por tu papá para que él descanse ya, saber por qué está pasando él ésto”.



Muy apesadumbrada termina de narrar y la forma en que le contestó su hija en esa ocasión: "Ahh... no te toca vos orar por él; eso le toca un pastor”. Sin embargo y a pesar de la falta de apoyo de su hija, su esposo finalmente murió en pocos días.



Explicó que el esposo de Mari Cruz es empleado de una purificadora de agua, y que en ese tiempo vivían con ella, pero en cuanto su esposo falleció, el marido de su hija intentó dirigir con abuso la casa, la vida de ella, de su hija y de sus hijos minusválidos, fue por esto que les pidió a los esposos que mejor se fueran a vivir a otra parte.



Con tres hijos a cargo




Desde entonces ella vive sola con sus hijos minusválidos, quienes son María Luisa de 38 años, José Guillermo de 36 y Manuel de Jesús de 34, por quienes lucha en la medida que sus fuerzas le permiten y con las donaciones que de algunas personas recibe.



Por esa razón y debido a que no puede salir a trabajar por su edad y porque no puede dejar abandonados a sus tres hijos, clama “que nos ayuden con lo que sea, no puedo decir tal cosa es lo que quiero… con lo que sea.”



Luego agrega que por sobre todo tiene 3 hijos minusválidos y estos necesitan trasporte para ir a sus terapias y sólo le dan largas diciéndole: “hay lo vienesté a ver y así se pasan”; y porque además, agrega sollozante: “días hay y días no hay para comer”, comenta con una infinita tristeza reflejada en su rostro.



Después explica que de sus otros tres hijos no obtiene ningún apoyo, que inclusive nunca van a visitarlos, dado a que de José Fernando, quien tiene 39 años, no sabe si está vivo o muerto, sólo sabe que un día partió para Guadalajara en busca de trabajo y jamás volvió a saber de él.



Las dos hijas sanas que tiene, Clara Luz y Mari Cruz, comenta que son amas de casa, y explica que Mari Cruz, quien tiene 34 años, tiene la misma edad que Manuel de Jesús, quien es uno de sus tres hijos minusválidos, dado a que es su gemela.



Quiere estudiar




Para comentar la edad de su hija “la mayor”, Clara Luz, Doña Lesvia duda de la edad de ésta y desde el rincón de la estancia se escucha: “44”, es María Luisa, quien ataja de forma balbuceante y casi ininteligible, con una sonrisa dibujada en sus labios.




Luego la misma María Luisa entre palabras temblorosas interrumpe la charla y manifiesta que tiene un infinito deseo de ir a la escuela y terminar su primaria, a pesar de sus limitaciones físicas y a pesar de sus 38 años, así lo expresó tranquila y contenta desde la silla de ruedas en donde se encuentra sentada todos los días.



Así, entre otros comentarios y entre pequeñas sonrisas de agradecimiento de doña Lesvia, la charla concluye y me alejo pensando en la fuerza interior y física que cualquier madre saca a flote cuando la tristeza, el abandono, el hambre, la desolación y el olvido pueden lastimar a sus hijos.



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