miércoles, marzo 10, 2010

Intolerancia

Fernando Escalante

La fotografía, impresionante, ocupa la mitad de la primera plana de La Jornada: dos indígenas atados, la cabeza cubierta con un trapo, uno en el piso, otro sujeto a un tronco; frente a ellos, dos o tres campesinos vigilando. Anochece, una fogata en el fondo da un colorido trágico a la escena. El encabezamiento: “Pugna religiosa en Chiapas”. La imagen es conmovedora. No obstante, el pie de foto resulta un poco incongruente: “tres indígenas católicos… fueron amarrados por evangélicos… tras un enfrentamiento por la posesión de madera…” El texto de la nota, en interiores, dice más o menos lo mismo. No se entiende bien.

Leo Zuckermann comentó la noticia en Excélsior, días después. “Otro caso de intolerancia”, decía: “si no fuera por la ropa… la escena bien podría situarse en la edad media”. Imagino que pensaba en la Inquisición, en la quema de herejes. Concluía con genuina preocupación: “los medios de comunicación debemos reportar y analizar con más detalle los lamentables casos de intolerancia que todavía existen en nuestro país y que parecen más del siglo XVI que del XXI”.

Vuelvo a leer la noticia y no veo esa clase de intolerancia. Serán unos católicos y otros protestantes, pero un conflicto por el uso de un bosque no es, en ningún sentido razonable, un conflicto religioso. Y no es por eso menos digno ni menos grave. Ante un problema general de escasez, de agotamiento de su horizonte productivo, los campesinos emplean formas institucionales externas para procesar conflictos que son imposibles de resolver en el orden comunitario; pueden ser alternativa o sucesivamente priistas, zapatistas, evangélicos, perredistas, tradicionalistas… No significa que sean cínicos, sino que entienden y aprovechan el sentido estratégico de sus identidades. No viven un atraso moral de cinco siglos.

Encuentro mucho más lamentables, intranquilizadores, algunos comentarios al texto de Zuckermann. Uno brevísimo: “México es católico… ¿No les gusta? ¡Múdense!” Otro más extenso: “ Lo que pasa es que La Jornada, Proceso y usted buscan cualquier pretexto para enlodar la religión cristiana y los usos, costumbres y tradiciones de nuestros hermanos indígenas. Mejor sería que, por su origen judío (eran judíos los que mataron a Jesucristo) no abordara usted estos temas a los que somos tan sensibles en nuestro pueblo”. Está toda la estupidez, el matonismo cobarde y obtuso de los antisemitas de siempre. Siguen otros, en tono similar: “si quieres escribir sobre maltrato, discriminación , imposición, robo, asesinatos, etc., escribe sobre Gaza”, o bien: “Ay que mandar a un reportero de origen chiapaneco a Israel para que se horrorize de Gaza y Cisjordania” (así, tal cual: sin hache, con la zeta).

No hay que irse a los Altos de Chiapas a buscar la intolerancia. La más rastrera, ventajista y canalla está aquí mismo, en la Ciudad de México, entre gente que usa Internet y lee el Excélsior. Repugnante: de manual.



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