sábado, febrero 21, 2009

Sanando de raíz

VII Domingo Ordinario

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de las Casas

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras él enseñaba su doctrina, le quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús, y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.

Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”. Algunos escribas que estaban ahí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla ése así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”

Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –le dijo al paralítico- : Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa”.

El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos, que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!” (Mc 2,1-12).

Contrastes
¡Qué contrastes! Perdido entre las barrancas está un pequeño caserío. No hay carretera, no hay médico, ni luz, ni teléfono. Don Anastasio está gravemente enfermo, su edad, la desnutrición y una fuerte infección lo tienen postrado y ya no puede caminar. Los vecinos hacen una reunión y toman acuerdo: “Vamos a llevarlo al médico, porque las medicinas que le han mandado no le han sanado”. Con cobijas y unas mantas improvisan una camilla y allá van, horas y horas cargando su enfermo, subiendo y bajando montañas. Pierden dos días de trabajo, pero ganan una vida. Casi al mismo tiempo que el catequista me platica estos acontecimientos, llega la noticia de que en una de las colonias de la ciudad vecina, después de cuatro días descubrieron el cadáver de un anciano. ¡Murió solo en medio de todos sus vecinos! ¡Nadie se dio cuenta! Sólo el insoportable olor los hizo abrir las puertas y percatarse de que había fallecido.

Personajes
En torno a Jesús siempre hay diferentes personas y cada una de ellas lo siente y lo vive de modo distinto. Este pasaje nos da la oportunidad de encontrar las diferentes actitudes frente a Jesús y quizás también descubramos la nuestra. Miremos primero el grupo grande de personas que lo siguen y lo escuchan con atención, pero que obstaculizan el camino a los demás, especialmente a los más desprotegidos. Sí, siguen a Jesús y se embelesan con sus palabras, pero no son capaces de escuchar el gemido del que sufre ni la angustia de quien carga con el peso de sus hermanos. Es fácil escuchar al Señor, pero es más difícil ponerlo en práctica. Por algo el Señor dice que sus hermanos y hermanas son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. La escucha de la Palabra no es para aislarnos y dar la espalda a los demás. El escuchar verdaderamente la Palabra hace comunidad y abre el corazón para el hermano.

Buscando camino
En contraste encontramos este otro grupo preocupado por los demás, que los acerca a Jesús, que busca nuevos caminos y nuevas soluciones, no importa derribar una puerta o abrir un agujero en el techo, hay que acercarse a Jesús y superar la enfermedad y los problemas. Es esa gente sanamente optimista que no se deja agobiar por los problemas, sino que les busca soluciones y propone nuevos caminos. Esa gente de fe que no se amilana ante las adversidades: las reconoce, las examina, las sopesa y las supera. Y esto a favor de los hermanos que quizás ni van a agradecer, que se quedarán en el silencio, que solamente recibirán. Sin embargo estos cristianos hacen el cambio porque se atreven a encontrarse con Jesús. Quizás molestaron, quizás fueron inoportunos, pero propiciaron que el Señor obrara su milagro. Los milagros no caen del cielo, se conquistan con fe, con esperanza y con trabajo.

Corazón cerrado
Aparecen también los escribas, los que deberían saber más, pero que se dedican solamente a juzgar a Jesús y a los demás, escandalizados de que no solamente sane el cuerpo, sino que también sane el alma Es impresionante la actitud de los escribas. No aceptan a Jesús. Ellos los conocedores, ellos los cumplidores de la ley, ellos los dirigentes del pueblo, son incapaces de acercarse y reconocer a Jesús. Un corazón cerrado, envidioso y orgulloso sólo puede producir esterilidad. Cuando se anteponen las dudas a la posibilidad de amistad; cuando se toman actitudes defensivas antes de escuchar la palabra y cuando se juzga antes experimentar el amor, sólo se encuentra esterilidad. La palabra es la semilla más fértil y productiva, pero si cae en terreno duro, nada produce. Así sucede con los escribas, se quedaron con su esterilidad. Esterilidad de fe porque no han querido creer, esterilidad de fraternidad porque sólo miran sus propios intereses, y esterilidad de milagros porque el milagro más grande es el amor compartido. Se les da una señal, pero no la comprenden, a pesar de mirar al paralítico alejarse cargando su camilla.

Sanando de raíz
Y claro que también aparece Jesús, con valentía, con decisión para curar y para hacer ver que también hay otras parálisis y otras enfermedades tan graves como las del cuerpo. Me he preguntado por qué Jesús concede el perdón de los pecados a un hombre que no lo solicita, claro que tampoco ha solicitado la curación y solamente se ha dejado llevar. ¿Por qué Jesús otorga primero el perdón y hasta después la curación? Hay quien supone que el paralítico al encontrarse frente a frente con Jesús, percibe tal amor y cercanía, que reconociendo sus pecados, siente la necesidad del perdón. Al ver Jesús tal disposición, purifica y perdona. Pero quizás también podemos descubrir otra enseñanza profunda: no basta ir por el mundo curando enfermos y rescatando necesitados, es necesario destruir la raíz del mal y de la injusticia. Así Jesús no solamente nos enseña la misericordia con el enfermo, sino la urgente necesidad de cambiar un sistema injusto que seguirá produciendo enfermos y abandonados. Es necesario destruir la injusticia y la corrupción institucional al mismo tiempo que se atiende a los más necesitados.

¿Y nosotros…?
Finalmente aparece también el enfermo que prácticamente no habla ni actúa sino sólo pasivamente: recibe la curación, recibe el perdón de los pecados y al final toma su camilla y sale a la vista de todos. Quizás para mostrar la gratuidad de don que Jesús ofrece.

¿Qué personaje nos llama más la atención? ¿Cómo es nuestra actitud frente a los problemas graves y a las dificultades? ¿A quién nos parecemos más? ¿A qué nos invita hoy Jesús? ¿Cómo sanamos de raíz y cómo mostramos compasión?

Padre Bueno, concédenos un corazón abierto a las inspiraciones de tu Santo Espíritu para que escuchando tu Palabra, descubramos tu voluntad y la llevemos a cabo en nuestras vidas conforme a las enseñanzas de tu Hijo. Amén.


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