sábado, octubre 25, 2008

MISION EVANGELIZADORA PERMANENTE

+ Felipe Arizmendi Esquivel
http://www.diocesisancristobal.com.mx

VER
El domingo pasado, con una celebración masiva en la plaza de toros local, iniciamos en nuestra ciudad episcopal un intensivo proceso evangelizador, con el fin de afianzar la fe de muchos católicos, para que sean mejores discípulos de Jesucristo. Llevaremos su mensaje salvador a casas, colonias, barrios y comunidades, sobre todo a quienes se han alejado de la Iglesia. Al recimentar esta fe en Cristo, estamos seguros de que habrá más justicia, paz y armonía familiar y social; que serán menos los que cambien de religión y que algunos regresarán, como ya está sucediendo.

A nivel nacional, estos son los datos oficiales sobre pertenencia religiosa en los últimos cincuenta años:
Año Católicos Protestantes Sin religión
1950 97.84 1.28 0.00
1960 97.09 1.67 0.56
1970 96.17 1.82 1.60
1980 92.63 3.29 3.12
1990 90.14 5.00 3.34
2000 87.27 6.61 3.27

En Chiapas:

1970 1980 1990 2000
Católicos 91.2 76.9 67.6 64.16
Protestantes 4.8 11.5 16.3 22.59
Sin religión 3.5 10.0 12.7 12.16
Otras y no especificado 0.5 1.6 3.4 0.79

El descenso de católicos se ha frenado. De 1970 a 1980, dejaron el catolicismo el 14.3% de la población. De 1980 a 1990, el 9.3%. De 1990 al 2000, sólo el 3.44%. Esto es señal de que se han hecho esfuerzos por intensificar la evangelización, sobre todo con la promoción de laicos, catequistas, diáconos permanentes, vocaciones sacerdotales y religiosas y otros servidores.

En el sur de México es donde hay menos católicos: Campeche (75.04), Tabasco (72.26), Quintana Roo (71.76) y Chiapas (64.16). También es donde hay más protestantes: Campeche (16.21), Quintana Roo (17.26), Tabasco (18.35) y Chiapas (22.59). Y donde hay más que se declaran “sin religión”: Campeche (8.09), Tabasco (8.86), Quintana Roo (9.81) y Chiapas (12.16).

JUZGAR
Dijimos en Aparecida: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos” (11).

“¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos” (548). “La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” (362).

ACTUAR
Ya el Papa Juan Pablo II nos dijo: “La Iglesia en América Latina debe hablar cada vez más de Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre. Este anuncio es el que realmente sacude a los hombres, despierta y transforma los ánimos, es decir, convierte. Cristo ha de ser anunciado con gozo, con fuerza, pero principalmente con el testimonio de la propia vida” (EAm 67).

Y Aparecida nos urge: “Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias” (14). “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (18).



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