sábado, agosto 23, 2008

Cristo, ese vecino nuestro

XXI Domingo Ordinario
+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de Las Casas
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?." Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas". Luego les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?" Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" Jesús le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías (Mt 16, 13-20). Modelos juvenilesTodo empezó como un juego en medio de bromas y chistes entre el grupo de jóvenes estudiantes. "¿Quién es la persona que más te inspira o te motiva para triunfar en la vida?" era la pregunta de inicio. Y entre chascarrillos empezó a desfilar una larga lista: primero de personas cercanas, novios y amigos; después, aparecieron las actrices y artistas, más entre ellas, y los deportistas y futbolistas, más entre ellos. Vinieron los más controvertidos personajes de la historia, y todos encontraban algún seguidor entre los alegres muchachos y muchachas. Hasta que alguien dijo: "A mí la persona que más me motiva es Jesús, Cristo" y las muy diversas reacciones no se hicieron esperar, aunque la mayoría, al menos en teoría era católica.
"No se vale, se necesita alguien más cercano a nosotros" dijo uno. "A mí Cristo me cae muy bien, pero no trago a la Iglesia ni a los curas" afirmó otro. Y así siguieron opinando y hablando en contra o a favor de Jesús, pero sintiéndolo como un personaje lejano, ciertamente atrayente para la mayoría, pero no como alguien cercano o con quien se tiene una experiencia personal.
Cristo, ese vecino nuestroA mí me cuestionó mucho porque la mayoría hablaba de Cristo no como de alguien que lanza a la aventura y nos motiva, sino como de un vecino con el que hemos estado toda la vida, lo conocemos poco, pero hemos perdido el interés por conocerlo. Recuerdo que cierto día, a un ciudadano de Florencia le expresaba mi admiración por la ciudad, el arte, sus museos, la academia, etc., y él me respondió con un tono de desenfado. "Ustedes han visitado más los museos que los que vivimos aquí" y me comentó con indiferencia los sitios que no ha visitado. Y esta experiencia la repetimos en muchos lugares: los que tienen esa riqueza son quienes menos la aprecian. Me parece que a los católicos con Jesús nos pasa igual. Estamos tan acostumbrados a tenerlo toda la vida que no le damos ninguna importancia y no nos dejamos impactar por Él, por su vida, por su pensamiento, por su ejemplo. Pasa a ser como un vecino de toda la vida, relativamente cercano pero sin profundizar en su amistad. Un alto en el caminoA mitad del camino de su vida pública, Jesús hace un alto para cuestionar a sus discípulos sobre el significado de su obra y su persona en cada uno de ellos. Lanza la cuestión sobre lo que opina la gente. "Juan el Bautista" es la primera respuesta. Pero Juan, a pesar de ser un hombre valiente, coherente y honrado, no es el Mesías. "Elías, Jeremías o uno de los profetas" son personajes que tuvieron una influencia decisiva para la historia del pueblo de Israel, pero que no son el Mesías. A Cristo se le compara, se le admira, se ponen adjetivos, pero para saber quién es, se necesita tener una experiencia personal con Él. De ahí surge la pregunta de Cristo para Pedro y para cada uno de nosotros. No se puede afirmar que Cristo es un profeta, que habla en nombre de Dios, y quedarse tan tranquilos, porque Cristo es el Profeta, la Palabra de Dios hecha carne, que se mete en nuestra vida, que la transforma y la cambia, que nos hace ver el mundo de forma diferente.
Pero si no escuchamos la Palabra, hablaremos de ideologías y no de vivencias. Pedro afirma que Cristo es el Mesías, pero tiene que adentrarse en todo lo que significa ser "Mesías" al estilo de Jesús: no viene a destruir, sino a dar vida; no viene a ser servido, sino a servir; no viene a poner en el pedestal a Israel, sino a construir la fraternidad de todos los pueblos, y esto lo hace por el camino de la pequeñez, de la entrega, de la muerte y la resurrección. Una confesión del corazónCuando Pedro hace la preciosa confesión: "Tú eres el Hijo de Dios vivo", no se imagina todo lo que esta frase encierra; lo harán después en su reflexión las comunidades cristianas. Es Dios que, tomando carne, asume nuestra condición y comparte nuestro destino.
Siendo Dios se hace uno de los nuestros para darnos vida y salvación. Él comparte nuestra vida pero quiere hacernos compartir su vida, es un maravilloso intercambio. Pero si nosotros cerramos nuestro corazón, si no nos abrimos a toda la riqueza de este intercambio, nos quedaremos vacíos, a pesar de estar tan cerca de Él. Por eso hoy resuena para cada uno de nosotros la pregunta, al mismo tiempo amorosa y exigente, de Jesús: "y para ti ¿quién soy Yo?". Es la pregunta del enamorado queriendo mirar el corazón de persona amada, es un reclamo de amor. ¿Qué le respondemos al Señor? ¿Cómo es nuestra relación personal con Él? ¿Tenemos diálogo con Él, le damos tiempo, lo tomamos en serio? Encuentro con CristoHoy es una oportunidad para retomar nuestra relación con Jesús y adentrarnos en su amor y en su proyecto. No tengamos miedo y dejémonos cuestionar sobre nuestro amor y nuestra vida. El Papa Benedicto al iniciar su Pontificado nos decía: "¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!.
Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada - de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí: abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida".Dios Padre, que te has hecho presente de un modo inefable en el amor extremo que nuestro hermano Jesús ha vivido; haz que, como Él mismo quiso, viviendo su palabra, su ejemplo y su amistad, encontremos el camino hacia la realización de tu voluntad y la construcción del Reino de la Vida y del Amor. Amén.

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