jueves, agosto 07, 2008

Actitud cristiana ante el VIH y el sida

+ Felipe Arizmendi Esquivel
http://www.diocesisancristobal.com.mx

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Se está desarrollando en nuestro país la XVII Conferencia Internacional sobre el sida. Con este motivo, se levantan voces exigiendo todo tipo de derechos, desde que haya suficientes medicamentos para los enfermos y se evite la discriminación, hasta que se permita toda clase de libertades para las preferencias sexuales de cada quien, sin límite. Se incrementa la propaganda y la difusión del condón, como si fuera el único remedio para evitar el mortal contagio. Algunos irrespetuosos y casi blasfemos, aunque digan ser católicos, aducen textos bíblicos para justificar el uso del preservativo, y ¡cómo nos ofenden a los obispos y a la Iglesia Católica, por no secundar sus pretensiones! 

Los obispos que integramos la Comisión de Pastoral Social, así como hemos dado una palabra sobre el campo y sobre la reforma energética, hemos sentido la responsabilidad de decir una palabra sobre el VIH y el sida, de parte del episcopado mexicano. No somos oportunistas, ni buscamos protagonismo social, sino sólo cumplimos nuestra misión pastoral de iluminar los problemas actuales con la luz del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. No imponemos, sino ofrecemos.

JUZGAR
Los cristianos, siguiendo el camino de Jesús, hemos de superar la actitud farisaica de quienes sólo juzgan y condenan a los demás como pecadores. Jesús no consiente ni justifica el pecado, pero se acerca a los pecadores, los sana y les perdona; los levanta y no los deja en su postración. Es lo que debemos hacer nosotros. Jesús es el Buen Samaritano. Él ve en las heridas y gemidos del ser humano apaleado y moribundo, que yacía al borde del camino, las urgencias de su propio ministerio. Por eso esta parábola nos interpela en nuestras actitudes ante los hermanos y hermanas con VIH, sus familias y sus comunidades. Como discípulos, hemos de aprender del Maestro la pedagogía de la solidaridad que nos impulsa a imitar a Jesús, haciéndonos prójimos de quienes sufren por causa del VIH y el sida.

Por otra parte, la fe cristiana nos ayuda a descubrir el justo lugar de la sexualidad, que encuentra su pleno sentido cuando es expresión de amor, y no sólo un egoísmo compartido. La Palabra de Dios nos enseña a valorar la castidad y la abstinencia sexual antes del matrimonio y durante la vida conyugal, y a rechazar la homosexualidad como algo contrario al plan de Dios. El abuso de la libertad daña a quien no es dueño de sí mismo. El libertinaje sexual es una degradación del ser humano, y genera enfermedades a las que la ciencia aún no encuentra remedio eficaz. No se trata de un castigo divino, sino de una autodestrucción. 

La permisividad sexual, la ligereza y banalidad de muchos programas de radio y televisión, el relativismo moral en algunos textos escolares de educación sexual, la infidelidad conyugal, las burlas contra la virginidad y contra la abstinencia sexual, han colaborado a la propagación del VIH, pues incitan al libertinaje en la búsqueda desenfrenada e irresponsable del placer sexual. A pesar de tanta propaganda del condón, auspiciada por las empresas productoras, por instancias de la ONU y por algunos gobiernos, no ha disminuido la pandemia, sino todo lo contrario. Los que invitan a hacer lo que sea y con quien sea, sólo protegiéndose con el condón, no advierten el daño tan mortal que están provocando.

En su raíz más profunda, la incontrolable difusión del VIH se explica por el alejamiento de Dios, pues cuando alguien se aparta de El, hace de su propia inclinación, de sus deseos y criterios, la norma absoluta de acción; se considera dios y no está dispuesto a respetar los mandatos del Señor, recordados por su Iglesia. 

ACTUAR
“Ante la realidad del VIH en México los cristianos y cristianas, como discípulos del Jesús, estamos llamados a ser los nuevos samaritanos, superando la tentación de pasar de largo y de quedarnos en bellas teorías o posturas. Tenemos que aprender a superar las distancias que nos separan de los demás, poniéndonos por encima de nuestros miedos y prejuicios, para poder servirles. Debemos reconocer que antes que la norma está la persona humana”.

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