+ Felipe Arizmendi Esquivel
http://www.diocesisancristobal.com.mx
VER
La Dimensión de Pastoral Indígena ha organizado, por parte del episcopado mexicano, el XV Encuentro nacional de sacerdotes indígenas, en una zona mazahua de la diócesis de Atlacomulco. En el compartir de experiencias, los participantes han coincidido en afirmar que varias culturas originarias de nuestra patria se están extinguiendo; ya sólo ancianos hablan las lenguas nativas; los jóvenes se han contagiado del estilo globalizado de vida y menosprecian lo propio; el individualismo ha minado las costumbres comunitarias, atacando el sentido fraternal propio de estos pueblos.
En algunas diócesis, hay obispos y servidores pastorales que están empeñados en preservar la riqueza de estas culturas; pero, en otras, se infravalora esta pastoral, e incluso hay sacerdotes indígenas que se avergüenzan de sus raíces. Es una injusticia histórica que no hayamos promovido la traducción católica de la Biblia, salvo aisladas excepciones. Los protestantes han hecho traducciones casi a todas las lenguas indígenas, a pesar de muchos errores doctrinales y culturales que han cometido. ¿Cómo se justifica que a varios de estos pueblos no se les celebren la Misa y los sacramentos en sus propios idiomas, y les sigamos imponiendo el castellano? Desde diciembre de 1963, el Concilio Vaticano II exigió las versiones vernáculas, y no avanzamos mucho.
JUZGAR
En el documento de Aparecida, expresamos: “Hoy, los pueblos indígenas están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos… Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes. Su progresiva transformación cultural provoca la rápida desaparición de algunas lenguas y culturas. La migración, forzada por la pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres, de relaciones e incluso de religión” (90). En efecto, de las 56 lenguas indígenas que oficialmente se reconocen en el país, varias están a punto de extinguirse, pues ya les quedan menos de 50 hablantes.
Alentados por el Espíritu Santo, manifestamos: “Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los indígenas en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de la Biblia y de los textos litúrgicos a sus idiomas. Se necesita, igualmente, promover más las vocaciones y los ministerios ordenados procedentes de estas culturas” (94).
En cuanto a la formación de seminaristas indígenas, dijimos: “Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada formación teológica y espiritual para su futuro ministerio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta forma, puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas” (325).
ACTUAR
¿Qué hacer, para preservar y hacer madurar las culturas indígenas? “Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos. Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y otros espacios de opinión. A partir de los principios del Evangelio apoyamos la denuncia de actitudes contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y nos comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los indígenas, así como a procurar los aprendizajes educativos y laborales con las transformaciones culturales que ello implica” (530).
Todo esto, inspirados por el amor preferencial de Jesús por los pobres, y ofreciéndoles la plenitud del Evangelio, para un encuentro personal con Cristo, fuente de liberación integral.
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La Dimensión de Pastoral Indígena ha organizado, por parte del episcopado mexicano, el XV Encuentro nacional de sacerdotes indígenas, en una zona mazahua de la diócesis de Atlacomulco. En el compartir de experiencias, los participantes han coincidido en afirmar que varias culturas originarias de nuestra patria se están extinguiendo; ya sólo ancianos hablan las lenguas nativas; los jóvenes se han contagiado del estilo globalizado de vida y menosprecian lo propio; el individualismo ha minado las costumbres comunitarias, atacando el sentido fraternal propio de estos pueblos.
En algunas diócesis, hay obispos y servidores pastorales que están empeñados en preservar la riqueza de estas culturas; pero, en otras, se infravalora esta pastoral, e incluso hay sacerdotes indígenas que se avergüenzan de sus raíces. Es una injusticia histórica que no hayamos promovido la traducción católica de la Biblia, salvo aisladas excepciones. Los protestantes han hecho traducciones casi a todas las lenguas indígenas, a pesar de muchos errores doctrinales y culturales que han cometido. ¿Cómo se justifica que a varios de estos pueblos no se les celebren la Misa y los sacramentos en sus propios idiomas, y les sigamos imponiendo el castellano? Desde diciembre de 1963, el Concilio Vaticano II exigió las versiones vernáculas, y no avanzamos mucho.
JUZGAR
En el documento de Aparecida, expresamos: “Hoy, los pueblos indígenas están amenazados en su existencia física, cultural y espiritual; en sus modos de vida; en sus identidades; en su diversidad; en sus territorios y proyectos… Sufren graves ataques a su identidad y supervivencia, pues la globalización económica y cultural pone en peligro su propia existencia como pueblos diferentes. Su progresiva transformación cultural provoca la rápida desaparición de algunas lenguas y culturas. La migración, forzada por la pobreza, está influyendo profundamente en el cambio de costumbres, de relaciones e incluso de religión” (90). En efecto, de las 56 lenguas indígenas que oficialmente se reconocen en el país, varias están a punto de extinguirse, pues ya les quedan menos de 50 hablantes.
Alentados por el Espíritu Santo, manifestamos: “Como Iglesia, que asume la causa de los pobres, alentamos la participación de los indígenas en la vida eclesial. Vemos con esperanza el proceso de inculturación discernido a la luz del Magisterio. Es prioritario hacer traducciones católicas de la Biblia y de los textos litúrgicos a sus idiomas. Se necesita, igualmente, promover más las vocaciones y los ministerios ordenados procedentes de estas culturas” (94).
En cuanto a la formación de seminaristas indígenas, dijimos: “Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada formación teológica y espiritual para su futuro ministerio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta forma, puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas” (325).
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¿Qué hacer, para preservar y hacer madurar las culturas indígenas? “Como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos. Nos comprometemos también a crear conciencia en la sociedad acerca de la realidad indígena y sus valores, a través de los medios de comunicación social y otros espacios de opinión. A partir de los principios del Evangelio apoyamos la denuncia de actitudes contrarias a la vida plena en nuestros pueblos originarios, y nos comprometemos a proseguir la obra de evangelización de los indígenas, así como a procurar los aprendizajes educativos y laborales con las transformaciones culturales que ello implica” (530).
Todo esto, inspirados por el amor preferencial de Jesús por los pobres, y ofreciéndoles la plenitud del Evangelio, para un encuentro personal con Cristo, fuente de liberación integral.
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