REFLEXION DOMINICAL
30 de julio de 2006
GLOBALIZAR LA SOLIDARIDAD
XVII Domingo Ordinario
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto las señales milagrosas que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: “¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?” Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: “Ni doscientos denarios bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan”. Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?” Jesús le respondió: “Díganle a la gente que se siente”. En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
En seguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.
Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: “Este es, en verdad, el profeta que había de venir al mundo”. Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo. ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús! (Jn 6, 1-15).
En los domingos de todo este año, que corresponden al Ciclo litúrgico B (el año pasado tocó el A; el próximo será el C), escuchamos el Evangelio escrito por San Marcos, un discípulo de San Pedro. Sin embargo, en éste y en los cuatro domingos siguientes, se proclamará el capítulo sexto del Evangelio escrito por San Juan, que contiene el llamado discurso sobre el pan de vida, cuyo centro es Cristo mismo, alimento de vida eterna. Eso es la Eucaristía. Por tanto, en estos domingos la liturgia remarcará la centralidad del misterio eucarístico. De él brota una dimensión social irrenunciable: la preocupación por los pobres, por los que tienen hambre. Es el ejemplo que hoy nos da Jesús. Es lo que le da un sentido integral a la Misa.
HECHOS DE VIDA
· A pesar de la innegable estabilidad macroeconómica en nuestro país, y de los notables avances en muchas comunidades de Chiapas, no podemos dejar de preocuparnos por los altos índices de pobreza, marginación, insalubridad, desempleo y analfabetismo que persisten. Sería injusto desconocer los esfuerzos que han hecho los gobiernos, federal y estatal, durante los periodos recientes, así como la solidaridad de personas, grupos, instituciones y empresas, para abatir los graves rezagos sociales. Pero sería ingenuidad y adulación no advertir las carencias y limitaciones que siguen sufriendo nuestros pueblos. La migración creciente, con todos los peligros que implica, es la prueba más contundente de que la miseria es real y no se puede ocultar o ignorar. Son tan hondos los abismos de postración, sobre todo de los indígenas, que no pueden ser resueltos en un solo sexenio, a pesar de las campañas promisorias de esta temporada electoral.
· Ante tanta pobreza, podemos sentir lo mismo que los apóstoles Felipe y Andrés, cuando Jesús les hacía ver cuánta gente les seguía y había que darles de comer. Se necesitaría mucho dinero, que no tenían. ¿Qué hacer? La solución fue la solidaridad, el poner en común lo poco que alguien tiene. Cuando Dios ve la buena disposición y la generosidad de alguien, en este caso un joven, se encarga de lo demás y hasta sobra.
· Los nombres de los apóstoles de quienes nos habla este Evangelio son muy oportunos para el momento postelectoral que estamos viviendo: ¿Qué harán Felipe y Andrés Manuel ante las muchedumbres hambrientas de pan, de trabajo, de justicia, de dignidad, de seguridad social? Según el texto bíblico, Felipe pensaba en el dinero que hacía falta. Andrés, más práctico, presentó a Jesús a un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero él mismo dijo: ¿Qué es eso para tanta gente? En nuestro caso, independientemente de quien sea declarado Presidente de la República, a ambos lo que les debe preocupar es remediar las graves carencias del país, no tanto el cargo personal. A cada uno, lo que le ha de importar es el bien del pueblo, sobre todo de los pobres, no ser proclamado rey. A Jesús no le interesa el título, sino que la gente coma, que no decaiga ni muera. Huye de un cargo político, no ambiciona el poder temporal, se aleja de las muchedumbres que quieren proclamarlo rey, y se retiró de nuevo a la montaña, él solo. Sabe que las multitudes son interesadas, que buscan apoyar a alguien pensando en su propio bien. Aquellas gentes querían a Jesús como rey para que todos los días les diera de comer gratis; pero lo abandonan cuando les presenta las exigencias de la verdad, de la justicia y de la honestidad. No se puede confiar en las multitudes, pues son manipulables, y es de sabios discernir la psicología de las masas ... En definitiva, lo que importa es México. Pero para llegar a esta convicción y a esta actitud generosa y desprendida, hace falta haber aceptado de corazón el camino de Jesús, ser sus discípulos fieles en la vida política y económica, no sólo en el interior de la conciencia. La verdadera fe debe involucrar las actitudes políticas, siempre en bien del pueblo. Este es el criterio de autenticidad.
· Ayer y hoy, no faltan los pesimistas y los amargados, que ante los problemas sociales y políticos, sólo lamentan la situación, culpan a los demás de los males que acontecen, proponen soluciones utópicas, que suenan bonitas y atractivas, pero sólo sirven de pretexto para nada hacer en la práctica para ayudar a los pobres. Aún más, descalifican a quienes hacen cosas sencillas, como dar una moneda, un poco de comida o de ropa, y desprecian esta acción como asistencialismo. Pero ellos ni esto hacen... El joven del Evangelio dio poco, aunque quizá era todo lo que tenía, y Jesús lo multiplicó. Advirtamos, sin embargo, que el milagro de Jesús alcanzó para dar de comer a la gente sólo en ese día, no para una semana ni para toda la vida; pero en ese momento fue la solución del problema. Con ello, no cambió el sistema económico y político de ese tiempo, pero nos enseñó que la solidaridad globalizada, el poner en común lo poco que cada quien tiene y puede, es la solución.
LUZ DE LA PALABRA DE DIOS
v Al profeta Eliseo, le llevan veinte panes de cebada y grano tierno en espiga, como primicias para él, por ser siervo de Dios. Generosamente se desprende de ellos y los reparte entre cien hombres. Su criado se resistía, pues decía que no alcanzarían; pero todos comieron y todavía sobró (2 Rey 4,42-44). En el caso de Jesús, la diferencia es enorme: Con sólo cinco panes de cebada y dos pescados, es alimentada una gran muchedumbre; tan sólo los hombres eran unos cinco mil. Hoy los hambrientos no son miles, sino millones. Pareciera que nada se puede hacer para remediar su necesidad. Sin embargo, como lo han insistido los últimos Papas, si los ricos dejaran de obtener ganancias sólo de un 2%, con eso alcanzaría para vencer la pobreza de toda la humanidad. Si los países poderosos dejaran de gastar siquiera un poquito en armamento, se remediaría el hambre del mundo. Pero los grandes tienen el corazón cerrado y nada les importa la gente, ni siquiera por conveniencia personal. Hasta uno de los antiguos dirigentes del Banco Mundial advirtió que si los ricos no se preocupan de los pobres, ni ellos podrán disfrutar impune y tranquilamente sus recursos. Siempre van a vivir con miedo, con sofisticados sistemas de seguridad. Si fueran un poco generosos, otro mundo sería posible y todos viviríamos en paz.
v San Pablo, preocupado por los conflictos y divisiones de la comunidad cristiana de Efeso, les escribe: “Yo, Pablo, prisionero por la cusa del Señor, los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz. Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como también una sola es la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos” (Ef 4,1-6). ¡Cuánto cambiaría la situación política, estatal y federal, si los contendientes escucharan y practicaran este mensaje del Apóstol! Hacen lo contrario. En las campañas federales se abusó de los medios informativos para descalificarse y ofenderse unos a otros. Lo mismo están haciendo en la publicidad electoral estatal. No han aprendido que eso daña a la democracia y a la paz social. ¡De lo que son capaces, con tal de ganar!
v Para que en nuestro Estado y en el país haya convivencia fraterna, respeto a los derechos de los demás, justicia en los resultados electorales, todos, particularmente quienes tenemos altas responsabilidades, habríamos de ser, como dice San Pablo, humildes y amables, comprensivos, soportarnos mutuamente con amor, esforzarnos por mantenernos unidos en el espíritu con el vínculo de la paz. Y la razón profunda que se nos da para procurar vivir de esta manera, es que sólo así llevamos una vida digna del llamamiento que hemos recibido desde el bautismo (todos los candidatos son bautizados en la Iglesia Católica). Tengamos en cuenta que formamos parte de un solo cuerpo y un solo Espíritu (somos una sola Iglesia). En resumen, tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos... ¿Qué más razones necesitamos? Sólo así demostramos tener una sola esperanza.
CONVERSIÓN DE VIDA
Ø ¿Qué puede hacer usted por tantos pobres que hay a nuestro alrededor y en el mundo entero? ¿Sólo lamentar y criticar? Como el joven del Evangelio, despréndase de lo que tiene reservado para usted y compártalo con sus vecinos; verá que, milagrosamente, alcanza y hasta sobra. Eso es darle una dimensión social y fraterna a la globalización.
Ø Haga el bien a los demás, no por interés de que lo declaren rey, no por ganar votos en las elecciones, no por salir en el periódico y en la televisión, no por un puesto que le puedan dar, sino desinteresadamente, pensando sólo en el bien de los demás.Como dice Jesús, “hay más alegría en dar que en recibir” (Hech 20,35).
Ø Una forma práctica de vivir esta globalización de la solidaridad , es aportando algo para remediar el hambre de los cientos de miles desplazados por la guerra entre Israel y Líbano. Se puede depositar alguna cantidad en la siguiente cuenta, que administra uno de los obispos ortodoxos católicos de la Iglesia Maronita que hay en nuestro país, y que es de absoluta confianza: Diócesis Maronita de México. Banco Santander Serfín, Sucursal 5823. No. de Cuenta: 82500302106. Teatro Insurgentes. México, D. F.
ACTUALIZACIÓN EN LA LITURGIA
q Cantamos en la aclamación antes del Evangelio: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros, Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7,16). Es algo semejante a lo que dice la gente en el pasaje bíblico de este domingo: “Este es, en verdad, el profeta que había de venir al mundo”. En efecto, Jesús está entre nosotros y nos alimenta, no ya con pan material, sino con su propio cuerpo y su sangre. Es el definitivo profeta que el Padre Dios nos envía, y cuya palabra se convierte en acción misericordiosa. No sólo habla, sino que actúa. No sólo da cosas materiales, como la salud y la comida, sino que se nos entrega a sí mismo, nos da su propia vida.
q A agradecer este gran don, nos invita el salmo responsorial: “Bendeciré al Señor eternamente. Que te alaben, Señor, todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan. Que proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. A ti, Señor, sus ojos vuelven todos y tú los alimentas a su tiempo. Abres, Señor, tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos. Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor de quien lo invoca” (Salmo 144). Así es. Sólo se quedan con hambre, hambre del cuerpo y del espíritu, quienes no lo buscan, quienes no participan en la Eucaristía, quienes intentan saciar su hambre sólo con placeres de este mundo. Si conocieran cuán satisfechos quedamos quienes invocamos al Señor y nos alimentamos del pan de vida, no irían a Misa sólo los domingos, sino siempre que les fuera posible. La Misa dominical no es tanto una obligación, cuanto una bendición, un regalo, un tesoro, un alimento de vida eterna. No es Dios quien sale ganando, sino nosotros.
ORACIÓN
Padre santo y todopoderoso, protector de los que en ti confían, ten misericordia de nosotros y enséñanos a usar con sabiduría de los bienes de la tierra, a fin de que no nos impidan alcanzar los del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
viernes, julio 28, 2006
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