Si gustan, firmen esta carta para el presidente de la República en apoyo a Carmen Aristegui como comentario. Difúndanla. Dejen aquí sus nombres. Vamos a mandarla en unos días al presidente de la República y a diversos medios de comunicación.
México, a 8 de febrero de 2011.
Señor Presidente:
Esta mañana, un día después de conocer el despido de Carmen Aristegui de la cadena de noticias Multivisión, recordaba un pasaje de la histórica campaña a la presidencia de Vicente Fox.
Era un caluroso jueves de junio y el candidato de la Alianza por el Cambio había llegado a Mérida acompañado por un trabuco de políticos e intelectuales apenas suficiente para no sentirse desprotegido en un territorio dominado por una larga historia de caciques. El mítin era en la hermosa Plaza Grande y el escenario había sido montado a espaldas de la Catedral, a un costado del palacio de Gobierno. El candidato Fox, Adolfo Aguilar Zinser, Jorge Castañeda y usted subieron a una plataforma abrazados por una marea ruidosa y vibrante formada por miles de yucatecos.
Todos observaban desde la perplejidad de quien se resiste a creer lo que ve. El azoro, sin embargo, no era provocado por el embate de esa multitud incontenible, sino por tres objetos metálicos que decoraban las torres del palacio: erguidas con obcenidad y arrogancia, unas cámaras de video acechaban desde el cielo.
Todo lo que captaban era registrado y transmitido en el instante al despacho del gobernador Víctor Cervera Pacheco, el único politico mexicano que logró evadir la Constitución para gobernar un estado de la República a lo largo de 10 años. Las cámaras de video eran una muestra mínima de una galería perversa de la que Cervera echó mano para amenazar, presionar, extorsionar y aplastar a quienes se oponían a su regimen. No había nada que se escapase del control férreo del policía que habitaba el palacio de gobierno. Él lo sabía todo y sus tentáculos lo penetraban todo, incluídos los medios de comunicación.
Aquella noche en el zócalo de Mérida, señor Presidente, usted tomó el micrófono y tejió un discurso sostenido por gritos en el que ponderó la valentía con la que el pueblo de Yucatán había defendido sus libertades, ante el acoso del cacique. “iNo hay un sólo yucateco entre los miles reunidos aquí, que sienta miedo ante la amenaza de las cámaras espías!”, dijo Aguilar Zinser. Y la multitud volteó a ver los ojos de cristal incrustados en las torres del palacio, en abierto desafío.
Hoy he recordado ese pasaje al enterarme del despido de Carmen Aristegui.
La tarea esencial de un periodista, señor Presidente, debe ser la curiosidad. Observar su entorno, escuchar, pensar y hacer preguntas. "Las preguntas nunca son indiscretas; las respuestas, algunas veces lo son”, dijo Oscar Wilde. Un periodista que no piensa y no interroga, es como un politico mudo, un diputado que asiste al Congreso sin subir jamás a tribuna para alzar la voz y debatir.
Multivisión ha informado que la razón del despido es que Carmen Aristegui violó un código de ética al convertir un rumor en noticia. Si se es riguroso, lo que Aristegui hizo fue construir una pregunta a partir del contenido de una manta que había detonado una serie de hechos en la Cámara de Diputados. Esos hechos, se transformaron en noticia. Su vocera, señor presidente, declaró a CNN que la Presidencia de la República no había nada tenido que ver con el despido de Aristegui, ni con la autoría de una supuesta carta de disculpa que se habría negado a leer.
Es probable que jamás conozcamos lo que sucedió y que este asunto, como muchos otros, en forma inevitable, terminará destinado a un limbo de cosas inciertas y olvido.
El propósito de esta carta, señor Presidente, no es lanzar un manifiesto encendido, sino recordar que uno de los valores más preciados en una sociedad es la libertad, esa idea abstracta que supone la existencia de ciudadanos sin ataduras que usted exaltaba aquella noche de junio en Mérida, bajo el acecho de las cámaras policiacas de Cervera.
Aristegui ejerció su derecho a preguntar y los dueños de Multivisión se sintieron en libertad de despedirla.
¿Piensa, señor Presidente, que esa es la clase de libertades a las que debe aspirar una patria ordenada y generosa?
Nosotros no:
1. Wilbert Torre, cronista mexicano, EEUU.
2. Lolita Bosch, escritora, Barcelona / México.
3. Julián Herbert, narrador y poeta, Saltillo.
4. Cristina Rivera Garza, escritora, Matamoros
5. Sergio Aguayo, investigador y escritor, México
6. Emilia Aguilar Zínser, México
7. Rossana Reguillo, investigadora. Guadalajara
8. Fernanda Melchor, escritora. México
2 comentarios:
Ada Marina Lara Meza, investigadora, Guanajuato
RAMON ANTONIO GARCIA AGUILAR
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