sábado, marzo 15, 2008

La Pasión, hoy

Domingo de Ramos
+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de Las Casas
Cuando se aproximaban ya Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, envió Jesús a dos de sus discípulos, diciéndoles. “Vayan al pueblo que ven allí enfrente; al entrar, encontrarán amarrada una burra y un burrito con ella; desátenlos y tráiganmelos. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Señor los necesita y enseguida los devolverá”.
Esto sucedió para que se cumplieran las palabras del profeta: Díganle a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, apacible y montado en un burro, en burrito, hijo de animal de yugo.
Fueron, pues, los discípulos e hicieron lo que Jesús les había encargado y trajeron consigo la burra y el burrito. Luego pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentí encima. La gente, muy numerosa, extendía sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de los árboles y las tendían a su paso. Los que iban delante de él y los que lo seguían gritaban: “¡Hosanna! ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!”
Al entrar Jesús en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. Unos decían: “¿Quién es éste?” Y la gente respondía: “Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Mt 21, 1-11
Preparando la representación
Su barba larga, su cabello a la espalda, largos ensayos durante más de tres meses y Esteban parece estar listo para la representación de Semana Santa. Siempre había soñado con representar a Jesús en las dramatizaciones de la comunidad, pero en los últimos días ha tenido experiencias muy especiales que le mueven el corazón y que le hacen cuestionarse seriamente sobre “hacerla de Jesús” como él dice. Ha tratado de leer no solamente sus parlamentos, sino también meditar pasajes del evangelio y cada día está más preocupado: “Me gusta el teatro, pero esto ha sido muy diferente. Mirar a Jesús, tratar de expresar lo que Él hace, lo que Él piensa y cómo trata a las personas, me está cambiando la vida. No se que pasará en la Semana Santa y mucho menos después de estos días. Antes me preocupaba por mi actuación, hoy me preocupa si sabré dar el rostro de Jesús. Me parece que este encuentro con Jesús va a cambiar mi vida y mi forma de pensar. Siento como si se fuera a repetir la misma historia de Jesús y que no es una mera representación”.
El inicio de la Pascua
Ya está todo listo. Los personajes han aprendido bien su papel y están dispuestos a participar como cada año en la representación de la Semana Santa. Miles de espectadores se agolparán en torno a los nuevos “nazarenos, verónicas y marías” que escenificarán la Pasión en nuestros pueblos. Otros, aprovechando los días de vacaciones, preferirán descansar en las playas de moda, en los ríos o las pozas cercanas al pueblo. ¿Representación? ¿Vacaciones? ¿Recuerdo? La semana santa no debería ser un mero recuerdo, la pasión de Jesús se renueva en medio de nosotros cada día, su muerte y su resurrección están a cada momento en nuestras vidas. No se trata de representar, de ser actores, se trata de vivir, de encontrar a Jesús, de sentirlo en nuestras vidas, de “revivir” en nosotros su muerte y resurrección.
Domingo de Ramos
Domingo de Ramos es un día pleno de contrastes, luces y sombras, de un sabor agridulce. En un momento se llenan nuestras calles con los gritos de ¡Viva Cristo Rey!, ¡Hosanna al Hijo de David!, y momentos después resuenan en nuestras iglesias las trágicas palabras de la Pasión, como nos la narra San Mateo, y se van sucediendo, paso a paso, la entrega, el beso de la traición, la negación de Pedro, las burlas y las aclamaciones irónicas de los soldados: “¡Viva el rey de los Judíos!”, los gritos de “¡Crucifícalo!”, hasta la última exclamación en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, para que Jesús dando un fuerte grito, expire. Es la dolorosa realidad que cada día se hace presente en nuestras vidas. Por una parte se exalta al hombre, se le alaba y por otra se le desprecia, se le tortura y se le aniquila. Escuchamos la proclamación de los derechos humanos, la exaltación al respeto y a la igualdad de la mujer, se defiende apasionadamente a los niños y a los pobres, y los noticieros dan cuenta de abusos, de drogas, de violaciones. Es la pasión de Jesús vivida cada día en la persona de cada hombre y mujer.
Rostro sufriente
El rostro del Siervo de Yavé esbozado por Isaías es la primera lectura viene a darnos el sentido de este domingo y de toda la semana santa: el rostro de un personaje humillado, despreciado y torturado que sin embargo viene a ofrecer palabras de aliento y a confortar al abatido. Contemplamos al Cristo humillado, preso, solitario pero al mismo tiempo estamos encaminados y ya sentimos en medio de nosotros los aires de la resurrección. La invitación este día nos convoca a leer en primera persona y en tiempo presente toda la Pasión de Jesús. Encontraremos grandes similitudes en cuanto al sufrimiento, al desprecio, a la tortura de Jesús con lo que sucede en nuestros días. Cristo es de nuevo crucificado en cada hermano y hermana que está sometido al peso de la cruz. Pero al mismo tiempo cada palabra, cada gesto de Jesús, son un cuestionamiento del sentido profundo de nuestra vida, de nuestra concepción del Reino de Dios y de nuestro compromiso como hermanos. Miremos y contemplemos al Jesús que no quiere usar la espada para defenderse de los guardias: “Vuelve la espada a su lugar…” y que aparece como el rey de la justicia y de la paz.
“Sálvate a ti mismo”
Domingo de Ramos es el domingo de Jesús pero también es el domingo del hombre, porque se culmina con la proclamación de la grandeza del hombre, pues cualquier hombre o cualquier mujer son tan importantes que valen la sangre de un redentor. El amor de Jesús mantiene su palabra en la cruz, no disminuye ni cuando está reducido a la impotencia. Cristo muere gritando su amor por todos nosotros, su grito angustioso en la cruz es al mismo tiempo el grito de su última declaración de amor. Y nosotros debemos dejar que ese grito penetre en lo profundo de nosotros y no conformarnos sólo con oírlo. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” había enseñado y ahora lo manifiesta clavado en la cruz.
La semana santa debe vivirse en este gran amor de Jesús, pero al mismo tiempo debe vivirse en un fuerte reclamo por la dignidad del hombre. No podemos vivir una semana santa sin compromisos, sin atención al hermano. Que cada una de las palabras de Jesús encuentre eco en nuestro corazón. ¿Habrá tiempo para escuchar a Jesús? ¿Habrá tiempo para aceptar la manifestación de su amor hacia nosotros? ¿Estaremos demasiado ocupados? ¿Lo dejaremos muriendo en soledad, en la cárcel, por el hambre y el abandono? Semana santa: tiempo de Jesús y tiempo del hombre verdadero.
Padre Bueno que nos has dado como modelo a tu Hijo, nuestro Salvador, hecho hombre, humillado hasta la muerte de cruz, haz que participando vivamente en su pasión, manifestemos y vivamos nuestra fe en su resurrección. Amén

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