José Luis Castillejos Ambrocio
Lima.- El dolor por las circunstancias parecieron hoy doblegar al candidato Alejandro Toledo quien, arrodillado ante la tumba de su padre, Don Anatolio, alzó los brazos en cruz y musitó una oración con los ojos llenos de lágrimas.
Hizo un ritual andino-hispano: dobló sus rodillas sobre el verde pasto del cementerio Campo Fe, en el distrito capitalino de Huachipa, bajó la cabeza, aspiró hondo el gélido aire proveniente de la terrosa montaña y acarició la tumba.
Un ramo de rebosantes flores atestiguaba la escena. A un costado su esposa, Eliane Karp, le dijo algo al hombre que nació en la extrema pobreza en una villa remota de Los Andes en Cabana, departamento de Ancash, a tres mil 650 metros sobre el nivel del mar.
Toledo llegó, poco antes de ejercer su voto en los comicios generales de este domingo, a la tumba de su progenitor, quien tuvo como profesión la albañilería y gozó del profundo amor del autollamado "Cholo terco".
En una ocasión el ex jefe de Estado (2001-2006) confesó a Notimex que nunca se doblega ante las circunstancias, pero sólo la muerte de su padre lo ha conmovido porque recuerda de él su tímida sonrisa y su silencio sepulcral.
Hoy, cuando a Toledo pareciera habérsele ido la esperanza de volver a gobernar a los peruanos, pareció vivir un nuevo duelo, similar al de la muerte de su padre.
Ni el canto del viento pareció animar al ex presidente, quien con el rostro duro sólo se conmovió frente a la tumba de su padre, quien conoció siempre la danza del dolor que le produjo la pobreza a lo largo de su vida.
Toledo pareció estar excesivamente triste por dos inconfesables razones: la primera, porque su padre, que yace en el cementerio Campo Fe, ya no volverá a ver más el amanecer y segundo, porque él casi ha perdido la oportunidad de volver a gobernar.
En las antípodas de la ciudad, su ex ministro de Economía, Pedro Pablo Kuczynski, de la Alianza del Gran Cambio, que pasaría a una segunda vuelta con Ollanta Humala, le sonreía a la vida y en medio de aplausos y vivas de sus seguidores y hacía la "V" de la victoria.
La fiesta electoral parecía este domingo ajena a Toledo, un maduro economista y político quien antes de conocer el éxito debió lustrar botas, vender periódicos y billetes de lotería y enterrar a ocho de sus 16 hermanos.
Todos los sondeos dan como poco probable que el ex jefe de Estado arañe la posibilidad de ir a la segunda vuelta electoral de junio próximo y volver a gobernar Perú como lo hizo en 2001, cuando se alzó con la victoria al obtener el 52 por ciento de los votos.
Sólo un golpe de suerte o milagro haría a Toledo volver a lo vivido el 28 de julio de 2001, cuando asumió el cargo, y lo que vivió un día después en Machu Picchu, la ciudadela de la civilización incaica, donde juramentó ante los "Apus" (Dioses de la montaña).
Toledo fue el primer presidente del Perú de origen indígena y, por ser orgulloso de su estirpe, rindió homenaje a sus raíces incas pero por más que ha intentado afianzarse en la voluntad popular, todas las encuestadoras han sepultado la posibilidad que gane.
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