martes, marzo 08, 2011

"A mis 87 años estoy plena y lista para lo que venga"

Rosy Pérez y F. Darinel L.

Hija de un notable diplomático mexicano, en la era presidencia de Emilio Portes Gil, la maestra “Toñita”, como cariñosamente lo conocen y nombran todos sus exalumnos, a pesar de una dolencia física, está segura, como ella manifestó: “Volveré a ser el soldado de siempre”.




En una breve y amena charla, en el medio de su sala, una sala atestada de libros y olorosa a cultura, pero con la calidez de un hogar que una mujer como la maestra Antonieta Alonso, que también como madre de familia siempre supo imprimirle esa candidez y calor de hogar a su casa, con su siempre sonrisa educada y amena, antes nos recibió en la puerta de su casa y con un andar pausado y un tanto con dificultad, pero con toda la entereza que caractaeriza su espíritu, nos guio hasta su sala en donde en cuestión de una hora, hizo una elocuente reseña de su vida.



Así, nos dijo que ella vio la luz primera, en la "Ciudad luz", París; Francia, en el año de 1923, en donde su padre llevaba a cabo actividades de representación diplomáticas mexicanas.



Nos contó que a pesar de encontrarse en tierras extranjeras y de asistir a colegios franceses, el primer contacto lingüístico que para siempre marco y dejó honda huella en su vida, como parte de su herencia cultura, fue la comunión con los vocablos del español, idioma que ella calificó hermoso y bello, a pesar de que la maestra “Toñita”, es una lingüista consumada, de 1929 a 1935 ella debió de vivir en Tokio Japón, debido a que padre era el embajador de China y Japón, lugares en donde acrecentó su cultura lingüística, llegando aprender y a dominar los idiomas mandarín y japonés.



Esta fue la última estadía, que como diplomático tuvo bajo su encargo en el lejano Oriente, ya que la misma maestra Antonieta Alonso, nos contó que luego de esa larga estancia de su padre en China y Japón, fue enviado a Venezuela y después a Nueva York.



A la edad de 16 años, Antonieta Alonso finalmente regresó a México, porque aun que no conocía el país físicamente desde su nacimiento hasta esa edad, sin embargo ella manifestó que su primer contacto con México no le fue extraño, pues afirmó: “ya lo conocíamos, siempre nos hablaban de él y siempre estuvimos en él”.



Esa llegada a México en el año de 1939, fecha que considera el retorno a México, "era como si nunca nos hubiéramos ido de aquí; simplemente regresamos”. Su retorno, dice Alonso de González, marcó el inicio de una nueva era y a caso el descubrimiento de su más fecunda labor.



Para 1963, establecida totalmente en la ciudad de México, Distrito Federal, teniendo su residencia familiar; pues para entonces ya había contraído nupcias y tenía a tres de sus cuatro hijos, se encontraba establecida en la colonia Nueva Santa María la Rivera, en el centro de la ciudad capital.



Con entusiasmo nos narró la energía por el trabajo y la abnegada y devoción que su esposo tenía para con ellos, su familia, por lo que en ese mismo año teniendo la oportunidad de un breve descanso a su incansable vida, aprovechó que fue invitado por unos amigos a realizar un viaje a Chiapas, sobre todo porque él era considerado un magnifico conductor y el vehículo en que se trasladarían hasta nuestro estado, era un antiguo y rudo auto Peugeot, que él podría manejar sin ninguna dificultad.



Concluido el viaje de su esposo, este se presentó en su hogar y con una sonrisa, mirándola a los ojos le dijo, “ya encontré el lugar donde quiero vivir y donde quiero morir, es un lugar precioso que está en Chiapas y se llama Comitán”.



Ese mismo año iniciaron los preparativos para el traslado de su residencia, preparativos que culminaron con un pequeño viaje de placer que hicieron desde la ciudad de México, pasando por el Puerto de Veracruz y otros lugares turísticos, hasta finalmente, en 1964 llegar y establecerse definitivamente con sus tres hijos que venían con ella: Xavier, Miguel y Roberto González Alonso, quienes ya en Comitán conocieron a su cuarto hermano y comiteco por nacimiento; Alejandro.



La maestra Alonso comentó que para 1965 en Comitán, las autoridades en la cátedra de inglés eran: la profesora Berta Sandoval y “El Güero Mandujano”, sin embargo, debido a que ella era requerida constantemente como traductora, cuando llegaban personajes extranjeros, quienes por su fluidez no les era posible a los otros profesores comprenderlos del todo, ella fue destacándose y dándose a conocer en el medio local.



De esa manera y por estas razones fue contactada por el legendario cura; monseñor Carlos J. Mandujano, quien “ordenó, porque el padre Carlos no preguntaba, ordenaba”, atajó muy segura la mentora, fuera la maestra de inglés del recién creado, nivel secundaría del Colegio Mariano N. Ruiz, escuela en donde permaneció atendiendo a los tres grados a lo largo de seis años.



Cuando sus servicios fueron requeridos en esta escuela, ella comenta que no se encontraba preparada para dar clases, aunque dominara a la perfección el idioma inglés, porlo que considero imperante y necesario, prepararse en un reconocido colegio de formación catedrática, para enseñar inglés, en Michigan, Estados Unidos.



Después de seis años de permanecer como profesora de inglés, en la secundaría del Colegio Mariano, la maestra Alonso de González tuvo la oportunidad de ser admitida como profesora de inglés en la recién creada escuela Tecnológica Industrial número 141; la actual secundaría Técnica Número 5, razón por la que hubo de abandonar el Colegio Mariano N. Ruiz e iniciar una nueva faceta en la labor educativa.



Al respecto de su salida del Colegio Mariano, ella nos comenta que al saber de su partida “el padre Carlos”, este montó en cólera y tratando de evidenciarla frente a los alumnos, les dijo a estos: “Miren, la maestra se va porque le interesa más el dinero que ustedes”, a lo que la maestra Alonso rápida, sagaz, inteligente y mesuradamente reviró: “Muchachos, ustedes saben que los quiero mucho… pero me voy, porque quiero más a mis hijos”.



Fue así como inició construirse una leyenda, que hasta nuestros días vive y perdura; “la maestra Toñita de la ETI”, la famosa maestra de inglés, quien a lo largo de 16 años cultivó y educó a un sinfín de alumnos, muchos de los cuales se inspiraron en su persona para convertirse en catedráticos de inglés, años más tarde y la gran mayoría que la recuerda como la abnegada, enérgica, disciplinada, entregada y amorosa maestra de inglés de la Secundaría Técnica.



A pesar de que hace más de 18 años se retiró de la aulas por un accidente de su esposo y luego por el deceso del mismo, de haber vencido a una peligrosa enfermedad crónico –degenerativa, y que hace algunos meses sufriera un accidente doméstico, el cual la obligó a detener por un breve tiempo su actividad educativa, y a pesar que este accidente le ha dejado concierta dificultad para caminar y moverse, con esa finesa y gallardía que siempre la caracterizó, aun y a pesar de todo ello, esa maestra que “por devoción” se define comiteca, jamás ha renunciado a la vocación de sus amores que las aulas le descubrieron un día.



La maestra “Toñita”, la profesora que se descubrió y se “encontró para sí misma” en las aulas escolares, devotamente ahora esta de nueva cuenta atendiendo a alumnos en su casa, y con una sonrisa que contagia energía y fortaleza, muy segura de sí misma nos dice: “volveré a ser el soldado que siempre he sido, me voy a recuperar”.



No importando su actual condición y sus 87 años, los cuales goza plenamente asegura que seguirá impartiendo clases hasta que el último aliento de vida se lo permita y en tanto ese momento llega afirma: “Estoy plena y lista para lo que venga”.



Para finalizar la charla, esta leyenda viviente envía un mensaje a todas las mujeres, con motivo al Día internacional de la Mujer visiblemente emocionada y convencida afirma; “Les digo a todas las mujeres que luchen, que tengan confianza, que las cosas van a cambiar para nosotras”.




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