viernes, mayo 21, 2010

B’JALTIK(Muchos Caminos)

F. Darinel

El oscuro camino se ilumina

queriendo demostrar que el viejo cuento

de que el dolor engendra la alegría,

es una cosa clara

como el amanecer de la llanura.
Enoch Cancino Casahonda

“DE NO CREERSE”

LOS CAMINOS DE HOY

Estreno


Este 14 de mayo, en la plaza comercial que el gobernador nos dio, que vale aclarar tampoco fue Constantino Kánter quien lo hizo, nadie ha dicho eso, pero que el gobernador nos lo dio eso es inobjetable……comentaba pues que este 14 de mayo pasado, después de tanto anhelarlo, finalmente y después de casi 75 años de cine en Comitán, con sus interrupciones sabidas, un estreno nacional se pudo ver también en nuestra tierra, y así la película Robin Hood, con la actuación estelar de Rusell Crowe ha quedado ya para la historia de nuestro pueblo.

Antes de esto solo veíamos en la televisión los promocionales de los estrenos y solo nos quedábamos gutzes porque sabíamos que eso de : “próximamente en cines”, solo era para los estados del centro y norte, o para Tapachula y Tuxtla en el famoso cine Vistarama o en el Bonampak, así que el hecho es por demás histórico.



Los anuncios

Por ello nos llega con una fuerza inusitada el recuerdo de lo que nos tocó vivir, en la historia del cine en nuestra querida ciudad. Y así nos llega en la bruma del recuerdo el fin de la misa de las 7 de la mañana de día domingo de la iglesia de San Sebastián; “la misa de niños”, allá en los dorados 70’s, cuando a la salida de esta unos muchachitos en ambos lados de la entrada se ponían a repartir “los programas” del matiné en el cine Comitán, unos programas de tamaño media carta, elaborados en un papel amarillo muy delgado, en los cuales estaban impresos los títulos de las películas del domingo por la mañana, que eran un reto a la paciencia, porque cuando íbamos al matiné, de forma maratónica nos refinábamos 3 películas al hilo, iniciando a las 9 y saliendo casi a la una de la tarde, con intermedios entre estas.



Por fuera

Un cine que mi recuerdo aún tiene enlas retinas ese color amarillo y muy presente sus azulejos del mismo color y su cenefa negra, también de azulejos.



El loby

Su loby tenía dos entradas y al centro la taquilla, pero en la entrada y de los lados derecho e izquierdo, estrados con puertas de cristal corredizas, en donde se pegaban más carteles de las próximas películas a exhibirse, la gran mayoría mexicanas.



“Arriba”

Al fondo del loby, del lado derecho estaba la escalinata que llevaba a “palco”, que era la parte de “arriba”. Era un espacio con una serie de bancas de madera, empotradas al concreto y lustrosísimas de tantos tutizes que ahí se habían posado. El único lugar que era cómodo, porque tenía donde se pudiera recargar el lomo, era la banca que estaba pegada a la sala de proyección y que en la parte de arriba era el lugar más peleado.



Detalles del loby

Cuando uno entraba al loby, la bienvenida la daban las sonrisas de Mauricio Garcés y Jorge Rivero en sendos cuadros enmarcados que se ubicaban al fondo y en lo alto de este loby. Ahí ellos en la pose clásica de artistas, con el cuerpo de perfil y la cara volteada hacia el frente sonreían para todos, como los galanes del cine que eran; Garcés con una mascada atada al cuello al lado izquierdo y Rivero al derecho.

Pero el loby era delimitado por unas puertas de madera y de cristal, que solo dejaban ver las puertas del fondo del cine y el espacio de la dulcería



La dulcería

La dulcería era el lugar donde vendían las recordadas “tortas del cine Comitán”, unas tortas redonditas, con sus tres hilachas de carne de cuch y picositas, que era lo que las caracterizaba, pero que en una sesión de matiné y por lo largo de la estancia ahí en esa sala, sabían a gloria, con su respectivo vaso de coca cola y la bolsa de papel de estraza con palomitas caseras bien saladitas y muy sabrosas.



La sala principal

La parte de abajo tenía un pasillo central y dos laterales de piso de cemento corrugado de color amarillo, hacia el centro de estos pasillos, hileras de butacas de madera en color rojo quemado.

Para entrar a esta se pasaba de la dulcería a la sala, a través de dos puertas de madera con bisagras de batiente, es decir se podían empujar de ambos lados. Unas puertas que cuando eran abiertas, estando ya la película proyectándose, generaba una bola de gritos y mentadas porque la luz que se filtraba hacía dentro ponía borrosa la imagen en la pantalla.



La pantalla

Por cierto tuve la oportunidad de estar detrás de esa pantalla de color crema, que era de un material microperforado, lugar desde donde se podía ver a toda la gente que se encontraba sentada en las butacas rojas de asientos plegadizos. Detrás de la pantalla y al centro, sobre un andamio descansaba la tremenda bocina, que era el audio de la sala.

El lugar en donde se ubicaba la pantalla era un escenario, porque el cine Comitán no solo era cine, era un teatro en donde desfilaron las últimas caravanas de artistas que escuché llegaron a nuestra ciudad, recuerdo una de ellas en la que vinieron Álvaro Zermeño y Yolanda del Río. Ese escenario fue también testigo de infinidad de graduaciones escolares de muchos de los grandes empresarios y políticos del Comitán actual y escenario de muchos programas artísticos, también de escuelas.



Va a comenzar

La sala en su lado derecho tenía en la parte de arriba unas ventanas rectangulares, medianas, más bien chicas, que tenían las puertecitas de lámina giratorias de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, las cuales se podían manipular así mediante un cordel largo que llegaba casi hasta el piso.

Imagino yo, que cuando el que iba a proyectar la película decía que estaba listo, una persona corría a abatir de abajo hacia arriba, mediante el cordel claro está, esas ventanitas y cuando veíamos eso y sonaba fuerte el laminazo, aplaudíamos porque la función iba a iniciar.



De no creerse

Entonces cerraban las puertas de batiente y ahí cerca de ellas se apostaban a su lado unos señores que con lámparas de mano, por la tremenda obscuridad que quedaba, eran los que acomodaban a las personas que llegaban tarde y no podían ver pa’ donde jalar, y luego que ya se sentaban iniciaba la proyección que se ha quedado para siempre en nuestro recuerdo y en nuestra memoria, y de ahí hasta hoy en el moderno cinépolis.



Es cuanto.



adriancitio@yahoo.com.mx
F. Darinel








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