F. Darinel
El oscuro camino se ilumina
queriendo demostrar que el viejo cuento
de que el dolor engendra la alegría,
es una cosa clara
como el amanecer de la llanura.
Enoch Cancino Casahonda
“PECADOS CAPITALES”
LOS CAMINOS DE HOY
Hay que pecar
Mi participación de hoy será breve, pero esto no significa que lo comentado sea de poca importancia, porque lo que hoy destaco sin lugar a dudas es de superior importancia para todos.
Por eso en primer lugar es necesario remontarse hoy a la segunda década del siglo pasado, cuando la revolución de “los rojos” en Rusia dio fin a una dinastía de zares, que por años gobernó a ese país; los Romanof, quien junto a ellos también fue extinguido un personaje, que incluso para morir por su enorme fortaleza, aun herido, se lanzó sobre sus asesinos con una inusitada y descomunal fuerza. Un hombre venido de la fría Siberia, llegando a ser años más tarde confesor y consejero de la zarina.
Rasputín fue ese hombre, un monje obscuro que gozaba de las mujeres más hermosas y pasaba muchas de sus noches consumiendo grandes cantidades de vodka, aun a pesar de saberse que era un hombre entregado a la religión. Ese obscuro monje que cuando le era recriminada su actitud, contestaba seguro que era lo que le correspondía hacer, dado a que su santidad carecía de pecado y que Dios en ese caso nada le tenía qué perdonar, por lo que tenía que entregarse a los placeres mundanos, es decir a pecar, para que Dios tuviera de que perdonarlo y él tuviera de que arrepentirse, meditar y trascender mediante el arrepentimiento.
Leyva el comprensivo
Qué cómoda e hipócrita era su actitud delante de los excesos y delante de su ligera vida, pero por sobre todo qué falsa sabiduría demostraba frente a estos excesos y desmanes que proclamaba.
No igual, pero muy similar Juan Leyva, párroco de la Colonia Miguel Alemán, se la pasa pidiéndole a su feligresía que a los curas pederastas no se les debe juzgar, dado que ellos tienen, aun a pesar de sus gustos torcidos y recriminables, la luz de Dios y que es a este a quien le corresponde únicamente juzgarlos, y que no deben de ser juzgados como a otros pederastas, ya que ellos tienen un status diferente que al común de los otros criminales.
Es más aun se atreve a decir que esas actitudes son buenas para la iglesia católica, porque estás mismas, deleznables y reprobables perversiones, lejos de vulnerar a su iglesia, son una prueba de Dios para que ella se fortalezca al salir avante de las mismas.
Un deber
Al respecto nada mas hay que decir, el juzgar estas afirmaciones o analizarlas no solo compete a la autoridad suprema, sino también compete a esa cualidad, la que Platón sabiamente dilucidó, la razón y cualidad moral que todo ser trae consigo y que le da la capacidad a todo ser humano para diferenciar entre el bien y el mal, esa capacidad que dio pauta y origen para que el derecho exista y sea una realidad, el cual entrega la capacidad a los hombres de poder diferenciar entre el bien y el mal, y esto a resulta de cuentas es ya una obligación de los hombres; también, para poder saber cuándo una actitud es buena o reprochable.
Así que esas falsas santurronerías de este cura solo nos llevan a pensar en una cosa, nadie, pero absolutamente nadie, puede ser un alcahuete de la perversión.
Es cuanto
adriancitio@yahoo.com.mx
El oscuro camino se ilumina
queriendo demostrar que el viejo cuento
de que el dolor engendra la alegría,
es una cosa clara
como el amanecer de la llanura.
Enoch Cancino Casahonda
“PECADOS CAPITALES”
LOS CAMINOS DE HOY
Hay que pecar
Mi participación de hoy será breve, pero esto no significa que lo comentado sea de poca importancia, porque lo que hoy destaco sin lugar a dudas es de superior importancia para todos.
Por eso en primer lugar es necesario remontarse hoy a la segunda década del siglo pasado, cuando la revolución de “los rojos” en Rusia dio fin a una dinastía de zares, que por años gobernó a ese país; los Romanof, quien junto a ellos también fue extinguido un personaje, que incluso para morir por su enorme fortaleza, aun herido, se lanzó sobre sus asesinos con una inusitada y descomunal fuerza. Un hombre venido de la fría Siberia, llegando a ser años más tarde confesor y consejero de la zarina.
Rasputín fue ese hombre, un monje obscuro que gozaba de las mujeres más hermosas y pasaba muchas de sus noches consumiendo grandes cantidades de vodka, aun a pesar de saberse que era un hombre entregado a la religión. Ese obscuro monje que cuando le era recriminada su actitud, contestaba seguro que era lo que le correspondía hacer, dado a que su santidad carecía de pecado y que Dios en ese caso nada le tenía qué perdonar, por lo que tenía que entregarse a los placeres mundanos, es decir a pecar, para que Dios tuviera de que perdonarlo y él tuviera de que arrepentirse, meditar y trascender mediante el arrepentimiento.
Leyva el comprensivo
Qué cómoda e hipócrita era su actitud delante de los excesos y delante de su ligera vida, pero por sobre todo qué falsa sabiduría demostraba frente a estos excesos y desmanes que proclamaba.
No igual, pero muy similar Juan Leyva, párroco de la Colonia Miguel Alemán, se la pasa pidiéndole a su feligresía que a los curas pederastas no se les debe juzgar, dado que ellos tienen, aun a pesar de sus gustos torcidos y recriminables, la luz de Dios y que es a este a quien le corresponde únicamente juzgarlos, y que no deben de ser juzgados como a otros pederastas, ya que ellos tienen un status diferente que al común de los otros criminales.
Es más aun se atreve a decir que esas actitudes son buenas para la iglesia católica, porque estás mismas, deleznables y reprobables perversiones, lejos de vulnerar a su iglesia, son una prueba de Dios para que ella se fortalezca al salir avante de las mismas.
Un deber
Al respecto nada mas hay que decir, el juzgar estas afirmaciones o analizarlas no solo compete a la autoridad suprema, sino también compete a esa cualidad, la que Platón sabiamente dilucidó, la razón y cualidad moral que todo ser trae consigo y que le da la capacidad a todo ser humano para diferenciar entre el bien y el mal, esa capacidad que dio pauta y origen para que el derecho exista y sea una realidad, el cual entrega la capacidad a los hombres de poder diferenciar entre el bien y el mal, y esto a resulta de cuentas es ya una obligación de los hombres; también, para poder saber cuándo una actitud es buena o reprochable.
Así que esas falsas santurronerías de este cura solo nos llevan a pensar en una cosa, nadie, pero absolutamente nadie, puede ser un alcahuete de la perversión.
Es cuanto
adriancitio@yahoo.com.mx
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