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Fue entonces que continúo con la investigación y supo que esas piezas que le daban a las máscaras el color rojo o naranja a los labios de las máscaras, era la denominada concha Spondylus Princeps, dice Castellanos, director del Museo Mesoamericano del Jade.
La concha que se identifica por ser “una bivalva en forma de abanico”, tiene tamaños que van de los 10 a 15 centímetros de diámetro, “tintada en su interior y hacia sus bordes con colores fuertes y brillantes que varían del naranja al rojo y cuya característica anatómica principal es la gran cantidad de espolones o espinas adosadas en forma radial al exterior de las dos conchas que la forma”.
Castellanos explica que el término Spondylus proviene del latín y se relaciona con la forma espinosa de las vértebras humanas.
Rememora: “Nos preguntábamos de donde habían sacado el Spondylus los antiguos mayas, para quienes este raro molusco (porque) lo más apreciado del cielo eran las plumas de quetzal, lo más rico de la tierra eran las semillas de cacao, lo más valioso del inframundo era el jade y sin duda lo más valioso del agua eran las conchas marinas de Spondylus”.
Así en la investigación, Castellanos supo que piezas completas y cuentas de Spondylus han sido encontradas como ofrendas en santurios mayas, pero sorprende por el gran número, la cantidad de cuentas halladas como componetentes del collar pectoral del gobernante Yuknoom Yich’aak K’ak (Garra humeante de Jaguar) en Calalakmul, Campeche.
Este dignatario maya fue enterrado en el año 695 D. C, con nueve conchas que fueron colocadas delicadamente a un lado de su cuepo.
Pero en Tikal, fue localizado en 1962, la tumba 116, con los restos del gobernante Jasaw Chan K’awil (Limpiador del cielo- Ha cacao). Cuando fue enterrado en el año 734, su cuerpo fue ataviado con cuentas de jade y adornado con 18 conchas de Spondylus.
Otros hallazgos han sido en Copán, Honduras; Toniná, Chiapas, “pero sin duda las obras maestras del arte malacológico spondylular son: el chaleco o pechero localizado en 1993, en Tula, Hidalgo, el pectoral zoomorfo que representa una cabeza de búho o de tortuga encontrada en Oxkintok, Yucatán y la máscara de piedra revestida de Spondylus, en Teotihuacán”.
La búsqueda
Castellanos se le ocurrió conocer dónde las culturas mesoamericanas se abastecían de este material para elaborar las máscaras de jade y empezó a buscarlo con vendedores y coleccionistas de varios puertos de México: “Buscamos en Cancún, Cozumel, Veracruz (…) Huatulco, Acapulco, Vallerta”.
“Aunque pudimos observar especies semejantes, no econtramos exactamente la concha que buscábamos y tuvimos la certeza de que este molusco no era del Caribe”, describe el empresario e investigador.
Despues de recorrer varios puertos mexicanos Castellanos supo que la concha no provenía de los litorales mesoamericanos, pero creyó que por situaciones ambientales el bivalvo ya no subsistía, “sí es que alguna vez había existido en estos mares”.
De esta forma se amplió la búsqueda en pueblos andinos de Sudamérica, a los que le daban también importancia a la concha.
En el Cuzco, Perú, encontraron joyería trabajado con la concha, “entonces seguimos el ratro hata la costa norte de Perú, cerca de los pueblos de Tumbes y Piura, en donde nos informaron que la Spondylus sólo era recolectada muy ocasionalmente en periodiso de varios años, cuando era encontrada en forma casual debido a fenómenos climatológicos”.
En el puerto Manabita de Salango, Ecuador, frente a la isla de La Plata, “pudimos encontrar por vez primera, ejemplares recientes de conchas Spondylus”.
Los buceadores explicaron a Castellanos y su equipo, que el bivalvo era encontrado adherido en el lecho rocoso marino entre 20 a 50 metros de profundidad, “por lo cual es muy difícil de capturar ya que por la presión marina es difícil alcanzar”.
Pero lo soprendente fue saber que el molusco “tiende a ser más notable en algunos años”, que se manifiestan anormalmente cálidos, que coinciden con catastróficas lluvias que se presentan en las costas de Perú y Ecuador, fenómeno que se conoce como “El Niño”.
Esto permite capturar la concha porque algunos ejemplares suelen encontrarse en lugares menos profundos e incluso en las playas.
Así, Castellanos supo que Spondylus tuvo un “gran valor” para pueblos precolombinos como Valdivia, Machalila, Chavín e Inca, entre otras de Sudamérica, “quienes probablemente este elemento marino tenía la función de pronosticar las lluvias con su sólo presencia en las playas”.
Pero su belleza y escasez alcanzó una alta apreciación econónica volviéndose parte de la simbología y elementos orntamentales de las elites goberantentes de varias culturas de América.
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