XX Domingo Ordinario
+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de Las Casas
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. E1 les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija (Mt 15, 21-28). ¡Palabra del Señor! ¡Gloria ti, Señor Jesús!
Indígena y mujer
“Por ser indígena y por ser mujer somos doblemente discriminadas” exclama la mujer exasperada ante la incomprensión de su comunidad. “Cuando tenía mi marido, mi familia tenía todos los derechos a la tenencia de la tierra. Ahora que estoy viuda, se aprovechan y dicen que una mujer no puede tener derechos agrarios. Es una injusticia porque valemos tanto los hombres como las mujeres… pero quieren abusar del poder para dejarme sin nada” Y tiene toda la razón, todavía hay comunidades y ejidos que no les respetan el derecho de posesión a las mujeres, que de hecho sólo los hombres son herederos. “Para ustedes la mujer es como una cosa más, como su burro o su vaca, que sólo les sirve para trabajar o para usarse pero que no tiene ningún derecho” termina diciendo con toda verdad. Hay comunidades donde las mujeres no tienen palabra, cuentan muy poco, incluso, aún hoy día, algunas son vendidas en matrimonio.
Realidades que chocan
Así como nos chocan las anteriores realidades de nuestro mundo, seguramente nos chocarán las expresiones que hoy encontramos tan fuertes en el evangelio. Nos habíamos acostumbrado, sobre todo en los últimos domingos, a un Jesús misericordioso y compasivo. A quien hablaba de un amor universal, hoy lo encontramos diciendo: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”. Quien había hecho la multiplicación de los panes como signo de una mesa universal, ahora afirma: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos” y se muestra duro para conceder un favor a una pobre mujer cananea. Dos de sus más grandes presupuestos: la universalidad y el amor incondicional y respetuoso a la mujer y a cualquier persona, hoy parecería que son puestos en tela de juicio por esta narración.
Extranjeros y mujeres
¿Qué hay de fondo tras la narración de la mujer cananea? Está toda la ideología del tiempo de Jesús donde Israel se autonombraba como el único portador de las esperanzas de salvación y llamaba infieles a los otros pueblos. Adoptaba una postura intransigente ante los pueblos paganos llamándolos incluso “perros” como sinónimo de incrédulo y en contraposición de “oveja”, el arquetipo de la docilidad y pertenencia del pueblo. Es posible que en su memoria estuvieran algunas de las deidades vecinas que presentaban figuras de canes en cuerpos de hombre. Por otro lado está toda la discriminación y desprecio que la mujer israelita sufría considerada con frecuencia impura y ocasión de pecado.
Nuestra realidad
Nos escandalizamos y criticamos fuertemente aquellas situaciones que parecen perdidas en el tiempo y en el espacio. Sin embargo nuestras modernas civilizaciones aceptan y justifican la discriminación a los pueblos diferentes y la mujer continúa viviendo en un ambiente de opresión. La xenofobia sigue haciendo estragos en nuestras sociedades. Las fronteras son cada día más custodiadas para impedir el paso de los hermanos que buscan una mejor vida. Nos escandalizamos del trato a los migrantes mexicanos más allá de nuestras fronteras, pero mexicanos y centroamericanos siguen pasando las de Caín en nuestro propio territorio. Hay mexicanos de primera y de segunda; y hay mexicanos que no tienen voz, ni ningún derecho. La mujer con grandes trabajos va logrando espacios en la sociedad y en la Iglesia, sin embargo sigue siendo explotada y oprimida. Se le utiliza y se denigra. Se le considera objeto de lujo y de placer y como a “objeto” se le trata. Su trabajo es menos remunerado y se le chantajea y acosa. Son violadas y denigradas. Es escandaloso el número de mujeres que sufren violencia en su propio hogar o son reducidas a un trabajo doméstico, obligado, sin retribución y sin aspiraciones.
Universalidad y dignidad
¿Cambió Jesús obligado por la oración de la mujer o por la insistencia de los apóstoles? Hay quienes afirman que la tenacidad y la fuerza de la oración de aquella madre provocan este milagro al igual que en Caná la insistencia de María provocó la conversión del agua en vino. Hay quienes dicen que es pedagogía de Jesús para enseñar no solamente el valor de la oración, sino también para abrir la puerta a los gentiles y reconocer la dignidad de la mujer. El mensaje de esperanza de Jesús va destinado a todos los hombres y mujeres, sea cual sea su nación o su condición. Así lo anuncia el profeta Isaías en la primera lectura: “Mi templo será la casa de oración para todos los pueblos” hablando expresamente de la acogida a los extranjeros que se han adherido al Señor. Desde el inicio del evangelio de hoy se nos anunciaba cómo Jesús se dirigía a la comarca de Tiro y de Sidón para escándalo de los judíos. Era acercarse descaradamente a los paganos. Y el mismo evangelio concluye con una alabanza: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!” Precisamente aquello de lo que más se enorgullecía Israel, su credo, ahora lo escuchan pero dicho de ¡una mujer!, ¡una mujer pagana!, ¡cananea!
Tareas
Tres tareas grandes y cuestionantes nos deja hoy Jesús: la primera es ese sentido de universalidad contra nuestros conceptos de capillismo, de sentirnos los únicos, de no querer ver como hermanos a los que son de otro grupo, otra raza, de otro pueblo, de otro credo. La segunda lucha seria por un verdadero equilibrio entre la dignidad del hombre y la mujer, su papel y su participación dentro de la sociedad y de la Iglesia. Y la tercera el poder de la oración insistente. ¿Cómo podremos abrirnos a los hermanos diferentes? ¿Qué podemos hacer para un respeto de la dignidad de la mujer? ¿Cómo es nuestra oración, sobre todo cuando no alcanza en un primer momento lo que nosotros quisiéramos?
Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo difundamos tu amor entre todos los hombres, respetemos la dignidad de cada uno, en especial de la mujer y hagamos vida el Evangelio de tu Hijo, Jesús. Amén.
+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal de Las Casas
En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. E1 les contestó: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Ella se acercó entonces a Jesús, y postrada ante él, le dijo: “¡Señor, ayúdame!” El le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. Pero ella replicó: “Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Entonces Jesús le respondió: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija (Mt 15, 21-28). ¡Palabra del Señor! ¡Gloria ti, Señor Jesús!
Indígena y mujer
“Por ser indígena y por ser mujer somos doblemente discriminadas” exclama la mujer exasperada ante la incomprensión de su comunidad. “Cuando tenía mi marido, mi familia tenía todos los derechos a la tenencia de la tierra. Ahora que estoy viuda, se aprovechan y dicen que una mujer no puede tener derechos agrarios. Es una injusticia porque valemos tanto los hombres como las mujeres… pero quieren abusar del poder para dejarme sin nada” Y tiene toda la razón, todavía hay comunidades y ejidos que no les respetan el derecho de posesión a las mujeres, que de hecho sólo los hombres son herederos. “Para ustedes la mujer es como una cosa más, como su burro o su vaca, que sólo les sirve para trabajar o para usarse pero que no tiene ningún derecho” termina diciendo con toda verdad. Hay comunidades donde las mujeres no tienen palabra, cuentan muy poco, incluso, aún hoy día, algunas son vendidas en matrimonio.
Realidades que chocan
Así como nos chocan las anteriores realidades de nuestro mundo, seguramente nos chocarán las expresiones que hoy encontramos tan fuertes en el evangelio. Nos habíamos acostumbrado, sobre todo en los últimos domingos, a un Jesús misericordioso y compasivo. A quien hablaba de un amor universal, hoy lo encontramos diciendo: “Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”. Quien había hecho la multiplicación de los panes como signo de una mesa universal, ahora afirma: “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos” y se muestra duro para conceder un favor a una pobre mujer cananea. Dos de sus más grandes presupuestos: la universalidad y el amor incondicional y respetuoso a la mujer y a cualquier persona, hoy parecería que son puestos en tela de juicio por esta narración.
Extranjeros y mujeres
¿Qué hay de fondo tras la narración de la mujer cananea? Está toda la ideología del tiempo de Jesús donde Israel se autonombraba como el único portador de las esperanzas de salvación y llamaba infieles a los otros pueblos. Adoptaba una postura intransigente ante los pueblos paganos llamándolos incluso “perros” como sinónimo de incrédulo y en contraposición de “oveja”, el arquetipo de la docilidad y pertenencia del pueblo. Es posible que en su memoria estuvieran algunas de las deidades vecinas que presentaban figuras de canes en cuerpos de hombre. Por otro lado está toda la discriminación y desprecio que la mujer israelita sufría considerada con frecuencia impura y ocasión de pecado.
Nuestra realidad
Nos escandalizamos y criticamos fuertemente aquellas situaciones que parecen perdidas en el tiempo y en el espacio. Sin embargo nuestras modernas civilizaciones aceptan y justifican la discriminación a los pueblos diferentes y la mujer continúa viviendo en un ambiente de opresión. La xenofobia sigue haciendo estragos en nuestras sociedades. Las fronteras son cada día más custodiadas para impedir el paso de los hermanos que buscan una mejor vida. Nos escandalizamos del trato a los migrantes mexicanos más allá de nuestras fronteras, pero mexicanos y centroamericanos siguen pasando las de Caín en nuestro propio territorio. Hay mexicanos de primera y de segunda; y hay mexicanos que no tienen voz, ni ningún derecho. La mujer con grandes trabajos va logrando espacios en la sociedad y en la Iglesia, sin embargo sigue siendo explotada y oprimida. Se le utiliza y se denigra. Se le considera objeto de lujo y de placer y como a “objeto” se le trata. Su trabajo es menos remunerado y se le chantajea y acosa. Son violadas y denigradas. Es escandaloso el número de mujeres que sufren violencia en su propio hogar o son reducidas a un trabajo doméstico, obligado, sin retribución y sin aspiraciones.
Universalidad y dignidad
¿Cambió Jesús obligado por la oración de la mujer o por la insistencia de los apóstoles? Hay quienes afirman que la tenacidad y la fuerza de la oración de aquella madre provocan este milagro al igual que en Caná la insistencia de María provocó la conversión del agua en vino. Hay quienes dicen que es pedagogía de Jesús para enseñar no solamente el valor de la oración, sino también para abrir la puerta a los gentiles y reconocer la dignidad de la mujer. El mensaje de esperanza de Jesús va destinado a todos los hombres y mujeres, sea cual sea su nación o su condición. Así lo anuncia el profeta Isaías en la primera lectura: “Mi templo será la casa de oración para todos los pueblos” hablando expresamente de la acogida a los extranjeros que se han adherido al Señor. Desde el inicio del evangelio de hoy se nos anunciaba cómo Jesús se dirigía a la comarca de Tiro y de Sidón para escándalo de los judíos. Era acercarse descaradamente a los paganos. Y el mismo evangelio concluye con una alabanza: “Mujer, ¡qué grande es tu fe!” Precisamente aquello de lo que más se enorgullecía Israel, su credo, ahora lo escuchan pero dicho de ¡una mujer!, ¡una mujer pagana!, ¡cananea!
Tareas
Tres tareas grandes y cuestionantes nos deja hoy Jesús: la primera es ese sentido de universalidad contra nuestros conceptos de capillismo, de sentirnos los únicos, de no querer ver como hermanos a los que son de otro grupo, otra raza, de otro pueblo, de otro credo. La segunda lucha seria por un verdadero equilibrio entre la dignidad del hombre y la mujer, su papel y su participación dentro de la sociedad y de la Iglesia. Y la tercera el poder de la oración insistente. ¿Cómo podremos abrirnos a los hermanos diferentes? ¿Qué podemos hacer para un respeto de la dignidad de la mujer? ¿Cómo es nuestra oración, sobre todo cuando no alcanza en un primer momento lo que nosotros quisiéramos?
Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo difundamos tu amor entre todos los hombres, respetemos la dignidad de cada uno, en especial de la mujer y hagamos vida el Evangelio de tu Hijo, Jesús. Amén.
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