+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
VER
Ante la magnitud del desastre en Tabasco y parte de Chiapas por las recientes inundaciones, ha aparecido lo más noble de nuestra patria, que es la solidaridad generosa. Empresarios, legisladores, autoridades civiles, el ejército mexicano, organizaciones y sobre todo los pobres, han manifestado su cercanía con los que sufren. Los medios informativos, en particular las televisoras, han hecho un servicio de primera magnitud, que debemos reconocer. Nuestra Iglesia Católica y las demás denominaciones religiosas, estamos haciendo lo que nos toca, aunque no aparezcamos en los noticieros.
Sin embargo, algunas personas se han reducido a criticar y culpar a quien sea, y más en concreto a los gobernantes, pero no han dado ni un peso. Son mordaces en sus juicios, pero no comparten lo poco o mucho que tienen. Quien tiene los ojos manchados, todo lo ve sucio (cf Mt 6,22-23). Lo más lamentable son los saqueos. Quizá algunos lo hagan desesperados por hambre, pero otros porque tienen podrido el corazón y desvirtuada su mente.
JUZGAR
Una de las enseñanzas más sobresalientes de Jesús, tanto en sus palabras como en sus acciones, es el amor al prójimo, especialmente al que sufre, al que carece de todo. Condena al sacerdote y al levita del Antiguo Testamento, que se reducen a rezar y celebrar ritos, y nada hacen por el malherido y abandonado al borde del camino (cf Lc 10,31-32).
En una ocasión, cuando le seguía mucha gente que no había comido, los apóstoles le sugerían despedirla para que cada quien buscara sus alimentos; pero El les dijo: “Denles ustedes de comer” (Mt 14,16). Y aunque era poco lo que ellos tenían, hizo que alcanzara para todos y sobrara.
En las bienaventuranzas, declara: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). La palabra misericordia viene del latín: miseri cor dare, que significa dar el corazón a quien sufre; más aún, darse a sí mismo en el servicio al pobre. Es lo que Jesús mismo hizo, como cuando quería descansar, a lo que tenía derecho, y “eran tantos lo que iban y venían, que no les quedaba tiempo ni para comer” (Mc 6,31). Y se puso a atenderles pacientemente.
En muchos textos bíblicos encontramos una llamada inexcusable a hacer cuanto podamos por los que sufren. Seremos juzgados, al fin de nuestra vida, por lo que hayamos hecho o dejado de hacer por quienes padecen alguna necesidad (cf Mt 25,31-46). Se nos reconocerá como discípulos suyos, si expresamos en formas concretas el amor al prójimo (cf Jn 13,34-35).
ACTUAR
Las autoridades han de hacer los estudios pertinentes para determinar las causas del desastre, y programar las soluciones técnicas, para prevenir que no vuelvan a dañar a tanta gente. Los fenómenos de la naturaleza se pueden prever, para disminuir sus efectos dañinos. En particular, hay que evitar tanta deforestación, pues la tala inmoderada de árboles impide que la lluvia se filtre en la tierra y vaya fluyendo paulatinamente, sin deslaves ni inundaciones desproporcionadas. Dios puso un orden en la naturaleza, pero lo estamos destruyendo. Agréguese a esto el llamado “cambio climático”, que es un drama para la humanidad. Urgen medidas estructurales por parte de los países más contaminantes.
Para ayudar a quienes sufren estas inundaciones, se pueden seguir llevando cosas a los centros de acopio; las parroquias del país las reciben y las canalizan por medio de CARITAS; sin embargo, es muy costoso transportarlas. Por ello, recomendamos apoyar con aportes económicos, haciendo depósitos a las dos diócesis más afectadas: Tabasco y Tuxtla Gutiérrez. De esta forma, sus obispos, con sus colaboradores, pueden disponer de recursos para adquirir lo que realmente haga falta y distribuirlo de manera eficaz. En nuestra diócesis, pocas poblaciones fueron afectadas; nosotros mismos estamos canalizando ayudas a esas diócesis hermanas.
Sus cuentas, totalmente confiables, son: CARITAS DE TABASCO, A.C.
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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Ante la magnitud del desastre en Tabasco y parte de Chiapas por las recientes inundaciones, ha aparecido lo más noble de nuestra patria, que es la solidaridad generosa. Empresarios, legisladores, autoridades civiles, el ejército mexicano, organizaciones y sobre todo los pobres, han manifestado su cercanía con los que sufren. Los medios informativos, en particular las televisoras, han hecho un servicio de primera magnitud, que debemos reconocer. Nuestra Iglesia Católica y las demás denominaciones religiosas, estamos haciendo lo que nos toca, aunque no aparezcamos en los noticieros.
Sin embargo, algunas personas se han reducido a criticar y culpar a quien sea, y más en concreto a los gobernantes, pero no han dado ni un peso. Son mordaces en sus juicios, pero no comparten lo poco o mucho que tienen. Quien tiene los ojos manchados, todo lo ve sucio (cf Mt 6,22-23). Lo más lamentable son los saqueos. Quizá algunos lo hagan desesperados por hambre, pero otros porque tienen podrido el corazón y desvirtuada su mente.
JUZGAR
Una de las enseñanzas más sobresalientes de Jesús, tanto en sus palabras como en sus acciones, es el amor al prójimo, especialmente al que sufre, al que carece de todo. Condena al sacerdote y al levita del Antiguo Testamento, que se reducen a rezar y celebrar ritos, y nada hacen por el malherido y abandonado al borde del camino (cf Lc 10,31-32).
En una ocasión, cuando le seguía mucha gente que no había comido, los apóstoles le sugerían despedirla para que cada quien buscara sus alimentos; pero El les dijo: “Denles ustedes de comer” (Mt 14,16). Y aunque era poco lo que ellos tenían, hizo que alcanzara para todos y sobrara.
En las bienaventuranzas, declara: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). La palabra misericordia viene del latín: miseri cor dare, que significa dar el corazón a quien sufre; más aún, darse a sí mismo en el servicio al pobre. Es lo que Jesús mismo hizo, como cuando quería descansar, a lo que tenía derecho, y “eran tantos lo que iban y venían, que no les quedaba tiempo ni para comer” (Mc 6,31). Y se puso a atenderles pacientemente.
En muchos textos bíblicos encontramos una llamada inexcusable a hacer cuanto podamos por los que sufren. Seremos juzgados, al fin de nuestra vida, por lo que hayamos hecho o dejado de hacer por quienes padecen alguna necesidad (cf Mt 25,31-46). Se nos reconocerá como discípulos suyos, si expresamos en formas concretas el amor al prójimo (cf Jn 13,34-35).
ACTUAR
Las autoridades han de hacer los estudios pertinentes para determinar las causas del desastre, y programar las soluciones técnicas, para prevenir que no vuelvan a dañar a tanta gente. Los fenómenos de la naturaleza se pueden prever, para disminuir sus efectos dañinos. En particular, hay que evitar tanta deforestación, pues la tala inmoderada de árboles impide que la lluvia se filtre en la tierra y vaya fluyendo paulatinamente, sin deslaves ni inundaciones desproporcionadas. Dios puso un orden en la naturaleza, pero lo estamos destruyendo. Agréguese a esto el llamado “cambio climático”, que es un drama para la humanidad. Urgen medidas estructurales por parte de los países más contaminantes.
Para ayudar a quienes sufren estas inundaciones, se pueden seguir llevando cosas a los centros de acopio; las parroquias del país las reciben y las canalizan por medio de CARITAS; sin embargo, es muy costoso transportarlas. Por ello, recomendamos apoyar con aportes económicos, haciendo depósitos a las dos diócesis más afectadas: Tabasco y Tuxtla Gutiérrez. De esta forma, sus obispos, con sus colaboradores, pueden disponer de recursos para adquirir lo que realmente haga falta y distribuirlo de manera eficaz. En nuestra diócesis, pocas poblaciones fueron afectadas; nosotros mismos estamos canalizando ayudas a esas diócesis hermanas.
Sus cuentas, totalmente confiables, son: CARITAS DE TABASCO, A.C.
Bancomer 00442343126.
Su teléfono: 01 (993) 315 61 83.
Y para Chiapas: CARITAS DE TUXTLA GUTIERREZ, A.C.
Bancomer 0448283184
Sucursal 6700. Teléfono: 01 (961) 611 27 79.
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