jueves, noviembre 08, 2007

Los cuerpos flotaron en el Grijalva

Ángeles Mariscal
Juan de Grijalva, Chis., 7 de noviembre. Los cuerpos empezaron a flotar en el río Grijalva, en la cuenca de lo que fue el poblado fundado hace 22 años, y del que ahora sólo queda una llanura de lodo de donde surgen ropa, zapatos y restos que indican que alguna vez hubo viviendas ahí.
Los cuerpos de Corina Bouchot Martínez, Guadalupe Juárez Bouchot y Porfirio Díaz Bouchot fueron tendidos sobre la planicie; son las tres personas localizadas hoy. En el ambiente se percibe un olor a putrefacción que sale del agua, ahora estancada por las toneladas de tierra que cayeron de la cumbre La Pera.
Porfirio Díaz Bouchot era el líder del pueblo de la ribera del Grijalva, donde la localidad se dedica a la pesca, ganadería extensiva y siembra de diversos cultivos para el autoconsumo.
A sus 55 años, don Porfirio, fundador del pueblo compuesto por 4 mil 800 hectáreas de tierra, había emprendido su carrera política en las elecciones de octubre pasado, y como representante de la llamada “zona de los ríos” logró colocarse en el cargo de primer regidor del ayuntamiento de Ostuacán.
Por ser una persona reconocida en la región, el regidor electo fue el primero en ser sepultado en el panteón municipal de Ostuacán. Junto a su tumba se abrieron otras fosas más para recibir los cuerpos de quienes se vayan sacando del agua, entre ellas la que será para su mamá, si es que es encontrada.
Las cifras sobre el número de personas que habitaban lo que fue el poblado Juan de Grijalva –ubicado a 500 kilómetros de la capital del estado– no son certeras, varían según la persona a la que se le pregunte. Autoridades del estado han dicho que fueron 418, luego 120, o 250. Unos se refirieron al censo del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, otros al del centro de salud del lugar y unos más al conteo del programa Oportunidades. Lo único que parece certero es que las decenas de habitantes de lo que fue la comunidad buscan los cuerpos de entre 25 y 30 personas.
Ellos, los sobrevivientes, son los que guían las labores de los buzos, marinos y policías que, a tientas, escarban entre los montículos de tierra, o se adentran en las aguas estancadas y turbias. “Ahí, en esa zona alta –dice un lugareño señalando hacia un montículo de lodo– deben estar los cuerpos de Jacinto Sánchez, sus hijos Leonardo, Felipe y Adela, y el esposo de Adela”. “Oye, pero ahí estaba la mamá de Antonio”, refuta otro de los pobladores. Ellos son los que saben a ciencia cierta quiénes y dónde podrían estar sus compañeros.
“Ismael Navarro Martínez, su esposa y sus dos hijos, no alcanzaron a salir. Claro vimos cómo quedó sepultada esa familia, a todos los arrastró el agua”. Como ya pasaron tres días, sus cuerpos están siendo buscados ribera abajo, porque pronto empezarán a flotar (por efecto de la descomposición)”.
En Juan de Grijalva los espacios comunes eran la iglesia, llamada Betel de los Adventistas del Séptimo Día, religión que casi la totalidad de los lugareños profesa, una escuela primaria –la Niño Astillero–, un centro de salud y la casa ejidal.
Y son los pisos de estos cuatro espacios lo único que quedó firme en el lugar; ahora sirven para que los helicópteros aterricen para trasladar a la población que busca a sus familiares, a los reporteros, funcionarios de gobierno, policías, rescatistas y, de hecho, todos los que llegan al lugar. Sólo se puede imaginar lo que había en el lugar, basados en el vestido de una niña, la zapatilla de plataforma, un rastrillo para rasurar, dos costales para maíz y un sinfín de objetos personales que surgen entre lodo y troncos.
Samuel Sánchez, comisario ejidal suplente de Juan de Grijalva, organizó ya a la población en grupos de vigilancia para hacer guardias durante las noches, y así evitar que lo que queda de sus pertenencias sea robado. “Del poblado no quedó nada, pero tenemos nuestro ganado, nuestra tierra; si nos van a reubicar bueno, estamos de acuerdo, pero tiene que ser cerca de nuestros trabajaderos y corrales, de lo contrario vamos a tener que regresar acá”, sostiene.
Lo contrario, dice, significa para ellos perder su medio de subsistencia. Samuel Sánchez explica que la tierra acá es pródiga, y por ello al lugar que teóricamente esta habitado por descendientes de la etnia zoque habían llegado a asentarse personas originarias de Tabasco y Veracruz.

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