lunes, mayo 14, 2007



La vida breve de una sicaria de Tierra CalienteClaudia Alejandra Cortés murió en el enfrentamiento con militares del lunes pasado

Francisco Gómez

APATZINGÁN, Mich.- El sepelio de Claudia Alejandra Cortés Reyes fue breve, como su vida de apenas 26 años. Y sólo acudió su familia y algunos cuantos amigos. Todos ellos se fueron rapidísimo, como si quisieran que nadie los viera.
"Es que ya ni en los funerales está uno seguro", dice Vicente, el enterrador del panteón municipal y a quien le tocó cavar la tumba de esta mujer que con un AK-47, de los llamados cuernos de chivo, enfrentó -el lunes de la semana pasada- a tiro limpio a los guachos, como les denominan en esta región a los militares.
Los dos hijos de Alejandra, apenas y recordarán esa escena del sepelio. Son muy pequeños, de unos seis y cuatro años, no más, según versiones de vecinos de la calle Fray Melchor de Talamantes. Justamente en esta calle, Alejandra pasó de la noche a la mañana a ser el personaje central en una historia más de narcotráfico, muerte y dolor, debido a su participación en el enfrentamiento armado, el pasado 7 de mayo.
Y Alejandra, quien estudió sólo hasta la secundaria y que aparece con sus hijos en unas fotografías encontradas dentro de la casa que ardió tras el enfrentamiento, es una incógnita para la policía. Nunca tuvo antecedentes criminales. No dejó riquezas en esta vida, a la que llegó a las 11:00 horas el 1 de junio de 1981 y de la que se fue -coincidencia que aparece en sus actas de nacimiento y defunción- a las 11:00 horas del 7 de mayo de 2007.
Empleada y vendedora de ropa
Para su padre, Antonio Cortés Ruiz, su hija Alejandra era "empleada". Para sus vecinos, "vendedora de ropa". Y para los militares, integrante de una célula de narcotraficantes. Hoy, es sólo un nombre más en el registro de muertes o bajas del narco en Michoacán. Ahí ya está su nombre y apellidos, el número de su tumba.
En medio de la tolvanera que levanta cualquier vientecillo en este cementerio, ubicado a las afueras de la ciudad y hasta donde -según el enterrador- se escuchaban las ráfagas de las armas automáticas y las explosiones de las granadas, se alcanza a advertir la tumba de ella.
Apenas hay una que otra flor natural. Las coronas para los muertos aquí son de plástico, pues, explica el enterrador, "duran más".
Y es por este sol que cae a plomo en Apatzingán, la ciudad más importante de la región michoacana de Tierra Caliente, que pareciera provocar que la gente siempre se encabrone fácil y esté al límite por el calor. Eso es lo que dicen algunos de los hombres de estos lugares. Pero que una mujer haya estado, en primera línea, en uno de los enfrentamientos más violentos que se recuerden aquí. No le cabe a nadie en la cabeza.
Siempre habían sido hombres los caídos en balaceras. Si acaso había alguna mujer, ésta nunca había disparado. Los policías y periodistas locales, no recuerdan un hecho similar.
Y sí, resulta difícil imaginar a esta mujer, cuyo cadáver reposa desde el martes en una de las fosas del panteón municipal, la ubicada en el sector uno, fila siete. Es una tumba de las que aquí llaman de segunda clase y cuyo mantenimiento cuesta anualmente 350 pesos. Fue poco lo que recibió en la muerte, dice el trabajador del panteón.
Recuerdo que se pierde
Y así como se pierde él entre las tumbas, parece perderse el recuerdo de Alejandra entre sus vecinos. Algunos dicen que no recuerdan a esta mujer que estaba por cumplir 27 años el 1 de junio. Con dos hijos y sin ningún empleo que se le conociera, aunque en el certificado de defunción se asentó que era empleada.
Nadie quiere saber de ella en esta calle de Fray Melchor de Talamantes, donde vivió más de un año. "No, no la recuerdo y como yo casi ni salgo", dice una vecina que vive en la esquina que forman esta calle y la avenida Insurgentes, donde militares sometieron con artillería pesada a un grupo de narcotraficantes, entre quienes se encontraba Alejandra.
Lo que a nadie se le olvida son las imágenes de ese lunes. El Ejército llegó con el chirriar de llantas. Todo fue muy rápido. Los soldados bajaron de camiones y rodearon la casa en un santiamén.
Algunos vieron todo eso, como un menor que trabaja en una carpintería de la esquina. Aunque se sobresaltó, fue a la puerta del negocio para ver mejor lo que sucedía. No imaginó que aquello estuviera a punto de convertirse en un intenso tiroteo entre delincuentes y militares.
Siempre apacible, esa calle reúne en la esquina no sólo a la carpintería, sino al sitio de taxis Constituyentes y una improvisada tienda. Nadie quería tener nada que ver con balas y muertos, pero aquello que fue como una guerra, recuerda don Margarito Toledo, involucró a todos los que viven en las cercanías.
Bastaría con sólo preguntarles al radio operador de la base de taxis, Raúl Zepeda Cárdenas, y a la vecina de la casa 140, doña Teresa Valencia González. Ambos fueron detenidos, junto con seis personas más, por el simple hecho de estar, pasar o vivir ahí. Todos se volvieron sospechosos y sucedió que primero "detuvieron y luego averiguaron", comenta don Patricio Valencia González, hermano de doña Teresa.
Pero pocos daban importancia a Alejandra, de figura llenita. Pero hoy, hay quienes dicen que ella fue la primera que salió armada y disparó a los soldados.
Según el parte informativo que rindieron los militares ante sus superiores, ellos se identificaron como soldados y pidieron que quienes se encontraban en la casa marcada con el número 147 salieran con las manos en alto. Una persona -no se especifica si hombre o mujer- abrió la puerta y comenzó a disparar. Sería Alejandra o alguno de sus cómplices Jesús Ambriz o Juan Carlos Valencia Rendón. Quizá eso no se sepa.
Según un reporte interno de la Procuraduría General de la República (PGR) en poder de EL UNIVERSAL, cayeron heridos cuatro soldados y no tres como se dijo inicialmente: el teniente de infantería Archibaldo Uribe Morales, el soldado de trasmisiones Pablo Villegas Contreras, el soldado de sanidad Raúl Peña Medina y el soldado de infantería Eduardo Chávez Madero.
Luego, la reacción no se hizo esperar. "¡Hazte a un lado, chamaco!", le dijeron al carpinterito los soldados, que cuando irrumpieron al negocio de su tío, apenas comenzaron a jalar del gatillo para enfrentar a los delincuentes.
-¿A Alejandra, la viste, fue ella la que disparó primero?, se interroga al niño cuyo tío le pide que cuente todo. Narra que los militares dijeron al principio, cuando empezaron los balazos, que una mujer disparaba desde la puerta.
Lo único cierto, incluso llamó la atención a soldados y policías, es que el cuerpo de Alejandra quedó en la puerta, cerca de un fusil AK-47 y sobre éste se advertían algunos cartuchos ya usados. El sitio en el que se halló el cadáver de quien solía vender ropa a pagos entre los vecinos, quedó en la parte de la casa que más fue castigada por el fuego militar.

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