jueves, diciembre 22, 2011

Desde la cárcel

Colaborador Invitado
22 Dic. 11

Pablo Salazar Mendiguchía

"Nadie conoce realmente a un país hasta haber pasado por sus cárceles" dice Nelson Mandela en El largo camino hacia la libertad. Madiba lo afirma con la autoridad que le dieron 27 años de su vida en las temibles prisiones del apartheid. En el tiempo que llevo preso, he obtenido de viva voz abundantes testimonios que documentan la grave crisis por la que atraviesa el sistema penitenciario en México. Las cárceles reflejan, mejor que ningún otro lugar, la doble opresión que padecen la mayoría de los mexicanos: pobreza e injusticia.

En la primera de tres visitas que durante mi reclusión me ha hecho mi amigo Alfonso Durazo, tuvo que enfrentar una larga espera en El Amate. Lo que vio en ese tiempo fue suficiente para que me dijera: "tienen razón quienes afirman que la criminalidad está asociada a la pobreza y a la falta de oportunidades". Y es que basta con poner atención, para darse cuenta de que la inmensa mayoría de los internos apenas contaba con lo necesario para subsistir fuera de la cárcel y ahora, recluidos, tienen la responsabilidad de sostener a las familias que, en el mejor de los casos, los esperan en el exterior. Sé que en la cárcel hay gente culpable, pero también tengo la certeza de que ni están todos los que deberían, ni todos los que estamos dentro tendríamos por qué estar aquí.

Uno de muchos ejemplos de ello son los hermanos Josué y Andrés López Hernández, con quienes convivo todos los días. Ellos, como yo, están injustamente procesados por un delito que no cometieron; fueron brutalmente torturados -tienen secuelas físicas permanentes que lo demuestran- y resistieron. De todos modos, con testigos falsos, los acusaron. Uno es carpintero y el otro, profesor. Los dos son indígenas mayas, hablantes del tsotsil. Su proceso se inició en Bochil, al norte del estado, y como yo, con la justificación de "mensajes anónimos" los trasladaron a Huixtla, al sur de la entidad, casi frontera con Guatemala. Son los únicos indígenas en este penal y también presos políticos. Su familia los visita cada tres meses porque se hacen 20 horas de camino, ida y vuelta, y gastan 3 mil pesos que no tienen.

Su proceso está interrumpido porque hasta en tres ocasiones se han cancelado sus diligencias, ya que el juez no encuentra traductores en la localidad, pero tampoco les permiten aportarlos. Comparto su rabia e indignación. En una ocasión les dije: de la cárcel nadie sale igual, o sales mejor o peor. En ambos casos es decisión personal. El sistema nada hace para que salgan mejor, acaso peor.

Lamento no haber hecho más por corregir las deficiencias del sistema penitenciario y de justicia durante mi gobierno. La amplitud de la visión institucional, en ocasiones puede convertirse en miopía. Con una dosis de ingenuidad y otra de desconocimiento, durante mi administración limitamos el ámbito de acciones en este sentido a construir más y mejores ceresos, con el objetivo de reducir el hacinamiento. Sin duda la gran reforma pendiente en este sentido será tema no solo de mis escritos sino de mi activismo político en el futuro.

Concluyo con una reflexión de Victor Frankl. En su inigualable obra El hombre en busca de sentido se pregunta: "¿Quién es en realidad el hombre?" y responde: "el ser que siempre decide lo que es". Esto es cierto. Pero el Estado no puede mantenerse al margen de esta decisión. Tiene que involucrarse activamente en propiciar las condiciones para que las prisiones en este país sean verdaderos centros de readaptación social. Para que haya menos culpables afuera y menos inocentes dentro. Para que se respete el derecho que tenemos todos a una adecuada defensa y para que las penas sean proporcionales a las ofensas y no inversamente proporcionales al nivel económico del transgresor.

Viene un tiempo de ofertas y nuevas esperanzas para México, y el país tiene una enorme deuda con el sistema penitenciario. El actual no funciona y desnuda a los poderes judiciales de los estados que, como en mi caso, el de los hermanos López Hernández y muchos otros, solo fabrica presuntos culpables.

El autor es ex gobernador de Chiapas.

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DIARIO REFORMA.

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